Familiares y amigos despedían ayer en la iglesia de Cristo Rey a Ángel Iglesias, diseñador de 67 años con taller en San José Obrero que logró labrarse una sólida reputación a lo largo de 30 años de actividad. La de Iglesias fue una carrera azarosa, que arrancó en los años ochenta con la fabricación artesanal de piezas que tuvieron Ibiza como destino.

El zamorano impulsó una marca comercial, Dylan, siempre con una meta clara: confeccionar prendas diferentes, que fueran por delante de lo que la gente llevaba en la calle. Sus diseños cruzaron fronteras: comenzaron a venderse en la comunidad y en el país; algunas de sus creaciones llegaron a Estados Unidos.

Trabajó a menudo a la sombra de los medios de comunicación, aunque Iglesias era un habitual de la Pasarela de la Moda de Castilla y León, donde era uno de los más destacados embajadores de la tierra. Su filosofía era clara: ofrecer al público ropa de calidad, diferente a la invasión de prensas seriadas llegadas de Asia, con cuyos costes ni él ni ningún diseñador español podía, ni debía, competir.

Escéptico del papel de las instituciones con respecto a su sector, Iglesias no dejó de idear nuevas colecciones, consciente también de la dificultad de amortizar las creaciones en un universo especialmente creativo. Ayer, la moda de vanguardia mudaba en luto por la pérdida del diseñador.