La noticia aparecida ayer en este diario que se hacía eco de un informe de la Junta sobre los casos de contaminación química del agua en la provincia de Zamora ha levantado cierta alarma ciudadana por si pudiera interpretarse que los zamoranos están bebiendo en sus hogares agua contaminada. Pero no es así, ya que en los casos en que se detecta cualquier tipo de parámetro alterado las autoridades de Sanidad lo comunican de inmediato a los ayuntamientos para informar a la población en el caso de que ese agua no pueda consumirse.

Este tipo de contaminación por agentes como los fluoruros o el arsénico se suelen dar en los abastecimientos procedentes de aguas subterráneas, como tienen muchas localidades de la provincia, que se pueden consumir sin ningún problema siempre que las analíticas avalen su conformidad.

En el caso concreto de la capital la captación de agua se hace en una corriente superficial, la del río Duero, y antes de llegar al grifo, pasa por un complejo y completo proceso de depuración, en una moderna planta que aplicó procesos de carbón activo y ozono con el fin de lograr unas condiciones de calidad y seguridad mucho mayores de las que se consiguen con otros sistemas. Y es que algunos de los problemas derivados de la necesidad de clorar demasiado el agua suele ser la aparición de trihalometanos, lo que tampoco ocurre en la planta de la capital zamorana por las características del proceso de depuración.

Los laboratorios de Aquona realizan controles diarios y revisan más de 76 parámetros para garantizar su máxima calidad y seguridad para el consumo humano.

De hecho se realizan analíticas incluso en la captación del río Duero y en varios puntos de la red de distribución, desde la salida de la estación de tratamiento de agua potable hacia el depósito regulador, en éste y en puntos de consumo final, entre los que se incluyen hoteles, instituciones, colegios, Mercazamora y en fin, una serie de tomas distribuidas por toda la ciudad.

Las analíticas del agua del grifo de Zamora están colgadas en la página web de la compañía que gestiona el servicio, Aquona, y durante los últimos años no han registrado ni una sola incidencia. Las muestras, que analizan laboratorios independientes, miden varios grupos de parámetros. Uno de ellos son los organolépticos, en los que se miden aspectos como el color, olor, sabor y turbidez. En un análisis elegido al azar, en el mes de enero, por ejemplo, los parámetros de olor y sabor daban cero, mientras que los de color y turbidez se encontraban muy por debajo de lo que admite la normativa.

Un segundo aspecto que se mide es el de los caracteres físico químicos. En este caso se comprueban los niveles de amonio, cloro residual libre, conductividad a 20 grados y PH. En todos ellos asimismo se cumplen los parámetros de la legislación con gran holgura. Entre los caracteres microbiológicos se tiene especial atención a la presencia de bacterias coliformes y de escherichia coli, ausentes del todo en la muestra. Además de éste, que es uno de los controles rutirarios, el agua del grifo de la capital se somete a otros análisis más completos y también de otro tipo, como los que miden la radiación del agua.

La existencia de controles exhaustivos en la capital no significa que los abastecimientos de la provincia carezcan de control, y de hecho, se llevan a cabo analíticas periódicas para asegurar que todo agua que sale del grifo cumple con los parámetros legales. Y es sólo cuando los análisis detectan alguna anomalía cuando se avisa a los ciudadanos para que no la consuman.