Silencio, caras largas y muy pocas ganas de celebración. Así estaba ayer la sede del Partido Popular al filo de la una y media de la madrugada, cuando los afiliados aún esperaban el resultado del Senado. Un par de horas antes ya se había conocido la pérdida de uno de los dos diputados que los populares mantenían desde 1986 en la provincia de Zamora. Al cierre de esta edición, ninguno de los candidatos electos, ni tampoco el presidente de la formación, habían ofrecido declaraciones. Poco había que decir. "La cuenta es lógica y ahora la fragmentación nos ha tocado a nosotros", se escuchaba en la sede de Víctor Gallego.

El recuento electoral arrancaba para el Partido Popular con los candidatos reunidos en una de las salas de la sede provincial. Isabel Blanco, Elvira Velasco, Fernando Martínez-Maíllo, José María Barrios y Clara San Damián seguían a puerta cerrada el escrutinio y las informaciones que llegaban desde los colegios electorales de todos los municipios de Zamora. Si todo hubiera salido como hace tres años, cinco de ellos acudirían a Madrid como representantes de Zamora. La noche, sin embargo, terminó con solo cuatro parlamentarios nacionales para la fuerza que ha demostrado hegemonía en la provincia desde hace más de treinta años.

Eran las diez y media de la noche y las sensaciones comenzaban a ser poco halagüeñas para los populares. Los interventores iban llegando a cuentagotas desde los centros de voto de la capital y en todos ellos se repetía el mismo mantra: mueca de contrariedad y cabezas bajas. No era para menos. "Esta vez nos ha tocado a nosotros. Cuando el voto se fragmenta de esta manera, pasa lo que pasa", decían unos. "Y hay que añadir la movilización de la izquierda; ha sido imposible", se resignaban otros.

Escrutado todo el voto para el Congreso de los Diputados, el primero de los malos augurios se hacía realidad: Ciudadanos había levantado un diputado al Partido Popular, que además se quedaba como segunda fuerza en la provincia de Zamora. "Nadie va a hablar hasta que lo haga Pablo Casado", decían en el seno del partido. Las explicaciones, que las dé el presidente.

Arrancaba entonces una vorágine de "F5" en los ordenadores y de recargas en los teléfonos móviles. El Senado estaba en juego y nadie se fiaba de lo que pudiera ocurrir. El PSOE había ganado la partida en las votaciones al Congreso de los Diputados y algunas voces comenzaban a desconfiar de "la chorrada del 1+1+1" en las papeletas sepia, que podría "hacer mucho daño" a las aspiraciones de los populares.

En el ordenador central de la recepción de Víctor Gallego estaba sentado Javier Faúndez. Con libreta y boli, iba apuntando cada movimiento que se producía el escrutinio desde el 90%. La distancia comenzaba a reducirse. "Están a 400", contaba. "Se ponen en 122", decía. "Nos queda Bermillo, Toro y Benavente. ¿Qué sabemos?", preguntaba a los afiliados. Las sensaciones no eran buenas y el tiempo terminó por dar la razón al exsenador. A última hora, la socialista Marian Martínez arrebataba su lugar en el Senado a José María Barrios. "El presidente se queda fuera", decían en la sede. Hecho que finalmente no se constató gracias a una remontada final

La noche aciaga para el Partido Popular terminó con un desenlace que nadie quería, pero que algunos sí se esperaban. Tristeza en Víctor Gallego.