En su reciente visita a Zamora, el candidato del Partido Popular a presidir el Gobierno, Pablo Casado, explicó su decisión de enviar a Fernando Martínez-Maíllo de cabeza de lista al Senado por Zamora amparándose en la situación de Cataluña. El presidente de la organización advirtió de la necesidad de contar con políticos curtidos "en un momento crucial para recuperar la concordia". De fondo, la posible aplicación de un 155 duro en la región.

Esta explicación de Casado puede sonar a excusa para escurrir el bulto y evitar hablar de la recolocación de "marianistas" fuera del Congreso, pero la realidad es que el Senado cobra importancia de cara a estas elecciones. Sobre todo por la decisión que se pueda tomar ante la situación en Cataluña una vez arranque la legislatura, pero también por los posibles vetos que puedan realizarse en una cámara que ya no es solo de segunda lectura.

Zamora elegirá el domingo a cuatro representantes en la Cámara Alta. Así será también en el resto de las provincias españolas. En este caso, el sistema ignora el número de electores de cada circunscripción y reparte los senadores de forma equitativa entre cada una de ellas, con las excepciones de las islas y de Ceuta y Melilla.

A diferencia de lo que ocurre en la votación para el Congreso de los Diputados, aquí no hay listas cerradas, ni se aplica la Ley D'Hondt. El sistema permite que cada elector escoja a sus tres candidatos preferidos, independientemente de que sean o no del mismo partido. El votante deberá, solamente, marcar con una equis el nombre de sus elegidos y los cuatro que más apoyos reciban se convertirán en senadores.

Esa es la teoría, pero en la práctica los electores votan siguiendo la lógica de partido. Es decir, la mayor parte de los ciudadanos escoge a las tres opciones del mismo color político, o incluso lleva la papeleta metida en el sobre desde casa y entrega todos sus apoyos a su formación favorita sin más miramientos. Lo que provoca esta manera de proceder es que el grupo mayoritario acabe obteniendo una sobrerrepresentación.

Sin ir más lejos, en Zamora, donde el Partido Popular acostumbra a vencer con claridad, Clara San Damián, Dionisio García Carnero y Javier Faúndez salieron elegidos senadores en el 2016. Todos ellos rondaron el 50% de los apoyos sin llegar a alcanzarlo. Apenas medió distancia entre uno y otro. La formación obtuvo, por tanto, casi la mitad de los apoyos para sus candidatos y se llevó el 75% de los puestos en la cámara por Zamora.

El otro representante fue a parar al PSOE, el segundo partido más votado. Ese resultado de 3-1 se dio en todas las circunscripciones salvo en Guipuzcoa y penalizó mucho a los partidos minoritarios, cuyos votos se fueron al limbo. El sistema, por tanto, unido a la lógica de partido que siguen los ciudadanos a la hora de participar, beneficia mucho a la formación que logre vencer en cada provincia.

De ahí que Pablo Casado reclamara una unión electoral para el Senado a Vox y a Ciudadanos, y es que la derecha podría quedarse con uno de los cuatro senadores en varias circunscripciones a pesar de obtener la mayoría de los votos por separado.

Pero la batalla por la Cámara Alta no terminará después de lo que dicten las urnas el 28 de abril. El Senado cuenta con 208 representantes por elección directa, que sí saldrán de la votación del domingo, pero se completará después de los comicios del 26 de mayo con los parlamentarios por designación autonómica, 58 en la última legislatura. Esa es la vía por la que accedió a su puesto hace unos meses el socialista zamorano Antidio Fagúndez.

De este modo, los partidos afrontan el domingo dos batallas. Una principal por el Congreso de los Diputados y otra, que crece en importancia, por el control del Senado. En Zamora, el PP apuesta por el cambio, con Maíllo, José María Barrios y Clara San Damián, mientras que el PSOE mantiene a José Fernández en cabeza. Las demás fuerzas continúan al acecho, dispuestas a aprovechar un panorama político de gran incertidumbre.