¡Vaya revuelo, eh! Mayte Martín Pozo verbalizó bien pronto lo que todos pensaban. Pablo Casado estuvo sometido a un agobio permanente por parte de los simpatizantes del Partido Popular y de las innumerables cámaras que acudieron a registrar cada instante de su paso por la Feria Raíces de Zamora. La presidenta de la Diputación lanzó esta exclamación cuando todavía faltaba más de una hora de ruta por una selva de besos, apretones de mano y piropos. El candidato respondió como manda el protocolo, con sonrisas y respuestas comedidas. Sin exabruptos.

Además, el recorrido empezó con mascaradas. El Zangarrón de Sanzoles se plantó delante del candidato popular con otra campaña como objetivo, la de conseguir la declaración de Interés Turístico Nacional a través de la difusión de su fiesta en los medios. Casado reaccionó con un aire curioso al baile de las dos filas y saludó uno a uno a sus integrantes antes de seguir el camino.

El candidato popular tuvo que perder la cuenta de los niños a los que saludó con carantoñas y de las mujeres entradas en edad a las que prometió un futuro mejor para España. Martín Pozo y José María Barrios, en su papel de cicerone, tuvieron que esforzarse para explicar cada detalle del paseo a Casado entre el jaleo.

Por ahí tuvo que escabullirse un par de veces el concejal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Zamora, Romualdo Fernández, que acudió despistado a una hora en la que esperaba encontrar más paz y menos populares. "Me perseguís", lamentó divertido tras verse entre la nube de fotógrafos.

Más predispuestos parecieron los productores que recibieron la visita de Casado en su stand. Al líder popular le llamó la atención la heladería de Leche Gaza y se subió a bordo para observar su funcionamiento. Fue la última parada antes del rincón favorito del candidato en el certamen: la parte de vehículos y maquinaria agrícola.

A Pablo Casado le faltó regresar a Madrid subido a un tractor. Poco le faltó. Nada más atender a los medios, el presidente del PP decidió subirse a uno, arrancarlo y amenazar con avanzar. La pregunta fue esta vez para los miembros de su equipo: "¿Le gusta subirse a todo?". No hizo falta contestar. Él mismo lo dejó claro.

Cuando tuvo la oportunidad, Casado se metió también en una pequeña excavadora, donde acompañado por el responsable de la empresa, pudo manejar el vehículo y recordar a los suyos una visita anterior a un aserradero.

Parecía el final de la visita, casi hora y media después de la entrada en Ifeza, pero faltaba el patinete eléctrico. Casado vio el juguete y no pudo resistirse: "Venga, hasta luego", saludó divertido mientras se ponía en marcha.

Pero faltaba la traca final de besos y abrazos. La despedida arropado por la gente y el momento más especial. En la puerta esperaban su mujer y sus dos hijos. No siempre es fácil conciliar en campaña. Del momento familiar al coche. Esto ya no para hasta que toque votar dentro de tres semanas.