La pregunta "¿Por qué está aquí en la Revuelta de la España Vaciada?" fue respondida en un par de ocasiones con un "Pff?¿por dónde empezar?". Como diría aquel, sobraban los motivos. La falta de oportunidades laborales, de educación, de atención sanitaria, de conexión a Internet, de transporte público, de carreteras dignas y, en definitiva, de servicios básicos, centró el alegato en defensa del medio rural de los zamoranos desplazados a Madrid. Unos acudieron de forma puntual con motivo de la manifestación. Sin embargo, otros llevan años residiendo allí sin una fecha de regreso marcada en el horizonte.

Este era el caso de José Antonio de la Mano, informático natural de Carbellino de Sayago de 43 años, que lleva media vida residiendo en la capital de España. "La vida en Madrid es muy mala, hay muchos coches y mucha contaminación, esto no es calidad de vida. Por eso estoy aquí en la manifestación, porque creo que Sayago, Zamora y toda la España rural tienen futuro. Me gustaría volver antes de jubilarme". Eso sí, no a cualquier precio. "Tiene que volver a haber vida en los pueblos, se tiene que invertir más. Las conexiones con Portugal son malísimas y tenemos carreteras incluso con semáforos porque no pueden pasar dos coches al mismo tiempo", denunciaba.

Portando una pancarta que decía "Somos hijas emigradas de la España vacía", María José Pérez también se identificaba como una de víctimas que se ha cobrado la sangría demográfica de la provincia. Vivió en Almaraz de Duero hasta los 16 años, edad a la que se desplazó a la capital para continuar con sus estudios y de ahí a Salamanca, a París y finalmente a Madrid. "Intenté volver, pero ya no fue posible. Las dificultades que nos encontramos las personas que nacimos en la España vaciada son mucho más grandes e insalvables que las personas que han nacido en las ciudades", lamentaba. Además, apuntaba a la "masculinización" del medio rural como otro de los obstáculos para quedarse en su tierra natal. "Como mujer tienes más dificultades en el campo, entonces crecemos con la conciencia de tener que emigrar. Desde pequeña sabía que mi mejor boleto era estudiar y a partir de ahí conseguir oportunidades para un futuro mejor".

En la misma línea, Bea Barrio, zamorana de 26 años con raíces en Villafáfila y San Martín de Valderaduey pero residente en Salamanca, reivindicaba mayor atención para los pueblos, eclipsados por la capital del país. "Lo que queremos es que nos oigan y que se deje de mirar al agujero negro que es Madrid", resumía. A unos metros de ella, Ana Benito, cartera y agricultora de El Maderal de 53 años, sujetaba la tela de un saco rotulada con el mensaje "Los lobos nos comen". "Tiene un doble sentido", puntualizaba. "Por un lado están los lobos físicos que causan tantas pérdidas a las explotaciones, pero por otro lado también están los lobos políticos que no se acuerdan que el campo da de comer a las ciudades", azuzaba.

Su sentimiento de abandono también era compartido por María, de Argañín. "En cierto sentido, me siento un poco discriminada viviendo en un pueblo. Contribuyo con mis impuestos, pero me doy cuenta de que me sirve para la la mitad que a cualquier otro ciudadano. No hay equilibrio, nos falta de todo y solo pedimos ser iguales", sintetizaba.

"No pedimos milagros, pedimos realidades, simplemente", añadía Narciso Prieto, a la cabeza de la manifestación en representación de Zamora 10. Seña bermeja en mano, el gerente de la asociación, Francisco Prieto Toranzo, capitaneaba la delegación zamorana. "Estamos perdiendo muchísima población, estamos perdiendo capacidad económica y estamos condenando el futuro de las siguientes generaciones, por eso reivindicamos pactos de Estado para equilibrar el desarrollo territorial", explicaba. "No queremos tiritas", apuntaba Ana Morillo, de la plataforma Viriatos. "Estamos aquí presentes por la imperiosa necesidad de protestar por la España abandonada y traicionada que nos están dejando, es una cuestión de Estado", reiteraba.

Las reivindicaciones fueron resumidas en las distintas proclamas coreadas: "Somos de Zamora, no tenemos miedo, tenemos chorizos hasta el mes de enero", "Menos coches oficiales y más médicos rurales", "Qué barbaridad, qué barbaridad, mi pueblo está vacío y no quepo en la ciudad" o "La juventud en paro y el campo sin labrar".

Unas consignas que retumbaron en el centro de Madrid junto a la fuente de Neptuno, donde la Revuelta de la España Vaciada concluyó la manifestación al ritmo de la canción "No nos podrán parar" de Celtas Cortos. Toda una auténtica declaración de intenciones.