La España vaciada es el resultado de un modelo económico agotado, desarrollado de espaldas al mundo rural, que el capitalismo sustituirá cuando llegue un momento en el que no pueda producir igual que antes, un cambio de dirección en el que la movilización civil tiene mucho que decir con su resistencia, asegura el catedrático en Historia Económica por la Universidad de Salamanca, Ricardo Robledo. El también doctor en Historia participó en Zamora en el curso de la UNED "Queda mucho por decir sobre la Guerra Civil", junto a expertos como Ángel Viñas, Carlos Piriz González, Encarnación Barranquero Texeira, David Jorge, Matilde Eiroa o Miguel Íñiguez, entre otros, para profundizar en los antecedentes del levantamiento militar de Franco, internacionalización y territorialización de la misma y sobre el periodo de dictadura.

-La despoblación en zonas como Zamora y Castilla y León se remonta a los años 50 del siglo pasado. ¿No cree que es una batalla perdida de hace años?

-Una cosa es que el futuro sea pesimista y otra que la batalla esté perdida, estamos a tiempo. Es obvio que no puede depender del voluntarismo de asociaciones vecinales, tiene que haber un estudio consistente de por qué se ha llegado a esta situación y sobre medidas. Tras el modelo de industrialización muy centralizado, sin tener en cuenta los distintos intereses de las regiones y las consecuencias, se ha llegado a un límite, a una línea roja, hay una conciencia bastante extendida de que este modelo ya ha dado de sí todo lo posible.

-¿Por dónde hay que encaminarse?

-Especialistas en geografía rural y de otras materias, antropólogos, tratan de buscar formas de cooperación entre varios pueblos para mantener la sostenibilidad del paisaje agrario. Tenemos que sostener lo que tenemos y buscar cooperación con una ayuda institucional. Se está debatiendo sobre el apoyo que pueden dar los bienes comunales en determinadas zonas, dependiendo de su uso, forestal o su conversión en un parque u otra orientación.

-Pero falta población para sostener eso, en Zamora la pérdida poblacional es constante.

-La desertización demográfica no se puede corregir si no es también a través de procesos migratorios o políticas e incentivos de la natalidad, pero eso es un proceso lento.

-¿Tan lento que podemos perder el tren, o lo hemos perdido ya?

-Hay fórmulas de cooperación de la población civil, con soporte de las instituciones oficiales como la Junta, para frenar la sangría y enfocar una recuperación que tendrán que ver nuestros nietos. Si te especializas solo en actividades del sector primario estás condenado a tener un éxito relativo porque cuando suben los niveles de renta no se consume pan, sino ocio, esto dice la Ley de Engel.

-¿La especialización agraria condena, pues, al ostracismo?

-En líneas generales, sí, todo lo que sea orientar actividades de tiempo libre, de ocio, etc., tiene más futuro que una actividad productiva agraria. Otra cosa es que tú montes una industria agroalimentaria, que ya tiene un valor añadido, en Castilla y León hay ese tipo de empresas que van teniendo éxito. Pero el drama de nuestros abuelos de los años 50 es que, a parte de perder la granja, perdieron las posibilidades del progreso porque solo sabían arar la tierra que habían arado sus antecesores y estaban condenados a salir de estampida de los pueblo de Castilla de forma desordenada.

-¿Esa teoría que apunta la solución con un retorno al campo es pura utopía, nadie va a volver para dedicarse a la agricultura y la ganadería?

-Tiene que volverse de forma distinta, con una orientación ecológica, de cultivos de productos de una calidad especial que sí tienen una demanda que no tiene el producto tradicional. El retorno a la tierra ha sido una política desde fines del siglo XIX de eslóganes: Ni pueden volver todos los que se fueron ni los que vuelvan harán lo mismo que los que emigraron. Con esto no quiere decirse que tenga que ser el neorruralismo de tipo esnob, urbanitas ruralistas.

-¿Por dónde va esa tendencia?

-Hay orientaciones ya de instituciones que fuerzan a una especialización de agricultura ecológica, eso exige conocimientos y tutelas. En todo caso, no podemos volver a recuperar nunca lo que fueron los pueblos de los años 50, donde todo era un dinamismo y una densidad demográfica alta, eso ya pasó a la historia, hay que ir a otro tipo de integración rural-urbana, sobre todo, porque Castilla con la extensión que tiene, si no se sostiene con algún tipo de raíces, puede convertirse en una zona desértica.

-Reivindicamos que se llene la España vaciada, pero la concentración de población en las grandes ciudades y en las metrópolis durante un siglo largo parece imparable: es donde hay trabajo, donde se produce.

-Es un modelo irreal, no podemos vivir confiando en un sistema de crecimiento en el que el 5% de la población vive en el 55% del territorio español. Ese modelo no ha contado con la sostenibilidad de los núcleos rurales, es un modelo de expulsión.

-¿Pero cómo se corrige?

-Con asociaciones de vecinos no. Tiene que haber una política institucional, debe haber incentivos muy fuertes para que la gente retorne al medio rural, haber Internet, cada vez más hay una parte del trabajo que se hace o se puede hacer en casa. Unas buenas redes de Internet animaría a la deslocalización industrial o al trabajo telemático en Castilla y León, es clave. También el que haya servicios, educación, sanidad y actividades de ocio. Está claro que el modelo de desarrollo actual nos lleva al desastre si no somos capaces de mantener nuestro paisaje agrario y nuestras raíces, la contaminación y el estrés están empezando a matar más que cualquier otro tipo de cosas, es un modelo irreal.

-Es un modelo que al sistema capitalista le ha venido fenomenal, ¿lo mantendrá?

-Lo va a sostener hasta que las propias contradicciones internas del modelo de desarrollo le hagan ver que por aquí no puede.

-La población ya está pidiéndolo y sigue inamovible.

-Hasta que llegue un momento en el que no pueda producir igual que antes. Si desde un punto de vista social, empieza a haber una resistencia, movilización, es la constatación de que por aquí ya no se puede seguir.

-Mientras tanto, desde los grandes núcleos de población se mira pasivamente al medio rural, con indiferencia, no se implican en esa lucha.

-No creo que haya hostilidad, un poco de desconocimiento e indiferencia, pero, al mismo tiempo, sufren las consecuencias de ese modelo. Yo he vivido en Barcelona y el polvillo de la contaminación ha empezado a llegar a las mesas de las terrazas. Empieza a haber una concienciación de que no podemos seguir así, esto es un proceso seguramente lento, pero percibo, desde un tiempo relativamente corto, que este sistema no puede tener otro desarrollo similar, aquello que decíamos de primera, segunda revolución industrial..., el progreso productivo indefinido se ha acabado, eso está claro. Vivimos expuestos a ciclos económicos en los que se producen burbujas seguidas de una crisis que genera otra burbuja. Llega un momento, en el que el Estado no puede tener un papel pasivo.

-Frente a ese tipo de progreso que dice que es insostenible, ¿qué alternativa se vislumbra?

-Es muy fuerte luchar contra una publicidad que te dice que puedes consumir todo, tenerlo todo, la felicidad, hay autores que apuntan posiciones de cierto decrecimiento económico, en lugar de crecimiento. Hay que buscar algo no dirigido por el "gran hermano", algo que genere la creencia de que la vida, la sensibilidad y la felicidad, la realización personal no pasan por el consumo indiscriminado de bienes que problematizan el mantenimiento del planeta, que nos lo estamos cargando. El modelo de crecimiento tiene que evitar la desertización, apoyar políticas de poblacionismo rural, un consumo ecológico, lo que permitirá, al menos, parar la crisis demográfica de nuestra región. En Castilla y León, para nuestra salvación, tiene que haber una perspectiva más global, tiene que cambiar ese incentivar el despilfarro de determinados consumos y ese orientar las inversiones hacia zonas de las grandes ciudades.

-Hoy habrá una gran manifestación en Madrid de esa España vaciada para exigir un pacto de Estado, ¿qué aspectos tendría que abordar?

-Los políticos por necesidad son cortoplacistas, por tanto, solo lo harán si les da votos, eso seguro. Pacto de Estado ya ha habido más de uno, debería haber un poco de magnanimidad, definir qué tipo de España queremos, ¿queremos esto?, es absurdo. En otros países no existe la desertización española.

-¿La desertización no es un mal generalizado en Europa?

-La hay, pero no tanto como en España, estos espacios libres, desiertos, que existen desde Zamora o Salamanca a Madrid. Solo hay una continuidad demográfica en la costa, parte del Aragón oriental y la cornisa, después están los grandes espacios vaciados, eso no puede depender únicamente de las políticas de inversión de una comunidad autónoma, tiene que tener una proyección estatal y de todas las autonomías.

-¿Y Europa tiene un papel protagonista?

-Tiene fondos para potenciar ese asentamiento de población, pero las políticas de poblacionismo, aquello del desarrollismo voluntarista, se han acabado. Debe funcionar más la intermunicipalización, que choca con los intereses de los pueblos porque nadie quiere perder servicios. Tampoco puede permitirse que desaparezcan determinados servicios.

-¿Cómo articular esa intermunicipalización?

-Habrá que arbitrar formas con las que se pueda mantener una unidad administrativa intercomarcal, pero que no impliquen tener una ambulancia para pueblos separados por kilómetros. Tiene que haber más inversiones en el Estado de Bienestar, se lo están cargando.

-Las políticas de incentivar la natalidad son antiguas, ¿no?

-Hay otras que han usado otros países, como la inmigración, que está funcionando en las ciudades, sin ella, ¿quién cuidaría a la tercera edad en Madrid o Barcelona?. No sé si las aquí hay políticas que incentiven la inmigración.

-Los jóvenes son otra de las claves, pero con 30 años siguen viviendo con sus padres.

-Algo falla en el sistema, que no es capaz de ofertar trabajo a la gente joven, de sostener el paisaje agrario y únicamente nos bombardean diariamente con una felicidad virtual a la que no puedes llegar porque no puedes consumir.

-Se habla de una nueva recesión que está a punto de llegar.

-Estamos en un momento crítico. La historia económica está dominada por ciclos, otra cosa es diagnosticar cuál es su duración. Habitualmente funciona la memoria de las depresiones, que no va más allá de diez años, tiempo en el que la gente pierde la conciencia de que el modelo de crecimiento tuvo consecuencias negativas. El miedo a la burbuja se produjo a partir del año 2008-2009, pero está surgiendo otro tipo de burbuja.

-¿Puede llevarnos a más empobrecimiento aún?

-Caminamos hacia sociedades cada vez más desiguales, en las que el Estado aún permite que no muera de hambre mucha gente en las aceras, que no haya muchos excluidos sociales. Los estudios de la renta nos dicen que entre 1% y el 2% de la población concentra gran parte de la riqueza mundial.

-¿Ese espejo es en el que nos tenemos que mirar en España?

-Olvidémonos de modelos de desarrollo basados en un progreso de oportunidades para todos, crecerá la desigualdad, que el 40% de la población de entre 25 y 35 años no tenga trabajo es la frustración total.

-¿En qué pilares fundamentaría un Pacto de Estado?

-Debería haber una política pública, de Estado, más allá del marco autonómico capaz de garantizar en el ámbito rural los mínimos de Estado de Bienestar a los que se tiene acceso en la ciudad. No puede haber desigualdad, ese tipo de derechos no debe depender de un presupuesto comunitario o del ayuntamiento. Debe haber incentivos para que exista un soporte humanitario capaz de mantener el medio rural, la humanidad es inseparable del paisaje agrario, que necesita un protagonismo de los pueblos o las comarcas.

-¿El activismo social es primordial?

-No podemos quedarnos en el criticismo, las sociedades deben implicarse, hay que forzar lazos de la comunidad civil, asociaciones de todo tipo que se movilicen, busquen formas de hacer la existencia de la gante más feliz con mecanismos de integración, eso está por encima de las siglas políticas.