La muerte en sus brazos de una bebé le condujo a una depresión y a su vez a un autoconocimiento personal para aprender a gestionar mejor las emociones. Una lección de vida que ahora comparte con sus miles de lectores a través de su libro "Batallas de una ambulancia". Tras el éxito de su primer libro, el enfermero de emergencias malagueño Alberto Luque presentó en Zamora el pasado fin de semana la segunda parte de esta obra gracias a la colaboración del Museo Etnográfico y al deseo de lectores como David Vega Sánchez y José Manuel Vega.

-Usted comenzó a escribir por prescripción médica, como escritura terapéutica.

-Sí, bueno, cuando ingresé en las Fuerzas Armadas y tuve que ir a la Guerra de Bosnia, cogí el hábito de plasmar por escrito lo que allí viví. Cuando pasé a formar parte de la sanidad pública, en el Servicio de Emergencias de Castilla La Mancha, en una noche de agosto de 2014 ocurrió lo que nunca deseas. Durante un aviso, no conseguimos salvar a una niña de apenas unos meses. Ahí comenzó mi propia "travesía del desierto". Fueron meses de pena y de ocultarme de lo que yo estaba sufriendo hasta que alguien me cogió de la mano y me llevó a pedir ayuda. Los psicólogos me aconsejaron plasmar en papel lo que había vivido. Ahí comencé a escribir lo que vivimos los profesionales dentro de una ambulancia.

-¿Por qué no se atrevió a pedir ayuda antes?

-Mi coraza y mi estructura mental me lo impedían. Yo venía del ámbito militar y trabajaba en la sanidad extrahospitalaria, donde se nos tilda con demasiada frecuencia de superhéroes. ¿Qué iban a pensar de mí mis compañeros? ¿Dónde quedaba mi prestigio profesional? Pensar eso fue un error, una absurdez. Con el paso del tiempo he entendido que las emociones no son ni buenas ni malas, tenemos que aprender a vivir con ellas.

-¿Cómo fue el paso de no contar lo que usted estaba sufriendo a exponerlo de forma pública?

-Un día, a través de las redes sociales publiqué una carta dirigida a esa niña y se hizo viral. A raíz de compartir esa experiencia, pasaron dos cosas. La primera es que me liberé y la segunda es que cientos de personas contactaron conmigo, los compañeros para decirme que habían vivido algo similar y los pacientes para decirme que querían recibir un trato así por parte del personal sanitario.

-¿Así cómo?

-Los pacientes quieren ser tratados por un buen profesional de la medicina o de la enfermería pero sobre todo por un buen ser humano. Solo piden un plus de dignidad y humanidad. En definitiva, de actitud, de tener esa disposición del ánimo para hacer las cosas un poquito mejor. Yo abogo por que integremos dentro de nuestro currículo formativo competencias como la escucha activa, la empatía, la asertividad o el sentido del humor.

-Y finalmente por eso decidió publicar el libro "Batallas de una ambulancia".

-Sí, un día publiqué un relato de un chico joven que había acabado en la ambulancia tras una noche de juerga y una pelea. De camino al hospital tumbado en la camilla fue lamentándose de que ese no era el camino que ni él ni sus padres querían que siguiera. El relato se compartió 13.000 veces y la gente me animó a recopilarlos todos aunque ninguna editorial quiso publicarlo. Me decían: "Alberto, si quieres vender libros, tienes que meter risas, anécdotas graciosas, etcétera". Pero yo me negué y lo autoedité.

-¿Por qué?

-Porque lo que cuento es lo real. Eso sí, alejado del morbo. No hay sangre ni vísceras.

-¿A quién va dirigido?

-Al público en general, yo digiero el vocabulario técnico de la salud y trato de hacerlo comprensible a todos los lectores porque así lo hago también en mi vida profesional, una de las obligaciones de la comunicación.

-¿Con qué objetivo?

-Mi faceta militar la pasé sobre todo como docente y no pude evitar introducir en el texto una parte didáctica. Hay muchos accidentes que podemos prevenir.

-Tras el éxito de la primera edición, llega la segunda. ¿Cuáles son sus novedades?

-En esta segunda edición hago hincapié en la necesidad de la empatía y de la comisión del error. Parece que no nos equivocamos nunca, pero sí. También pongo en valor la importancia de los Técnicos de Emergencias Sanitarias.

-¿No gozan del merecido reconocimiento?

-No, les llaman camilleros, ambulancieros.

-¿Qué es lo más gratificante?

-El primer latido del monitor cuando recuperas a alguien de una parada cardiaca, cuando vuelve a la vida.

-¿Y lo más duro?

-Aceptar que no somos máquinas, robots o superhéroes y sobre todo, comprender que somos seres finitos. Aceptar que un padre tiene que despedir a su hija, cuesta, pero es la vida.

-¿Cuál es la reflexión final?

-Que vivir es una cuestión de urgencia. Tengo que aprovechar cada segundo para vivir intensamente aquí y ahora pero no como el "carpe diem". No es un eslogan, es una realidad que hay que llevar por bandera en todos los momentos de la vida, profesionales y personales. He visto mil veces a gente que se arrepentía de los abrazos, besos y "tequieros" que se dejó en el tintero. Y un señor mayor al llegar al hospital a punto de morir me dijo: "Enfermero, procura que tu vida sea algo más que cumplir años, es muy triste llegar a mayor sin nada más que años por contar".