Escena 1. Interior noche. Un rey, en cama y a punto de morir, divide sus posesiones entre sus hijos. Ellos asienten cabizbajos y ellas se abrazan entre lágrimas. Al escuchar el reparto, una deja de llorar y se encara con su padre y le pregunta que por qué ella no puede heredar lo mismo que sus hermanos. Plano corto de la mirada suspicaz de uno de ellos. Fundido a negro. Combates. Lanzas. Sangre. Otro fundido a negro. Contraluz. La silueta de la mujer que se enfrentó al rey aparece victoriosa en lo alto de un castillo.

Para algunos podría parecer un tráiler al estilo de Juego de Tronos, pero a nosotros el guion -que daría tanto juego como la historia de Blas de Lezo que tanto se empeñan en llevar al cine- nos resulta familiar. Pero, además de personajes épicos y nombres de calles y colegios, el Cerco de Zamora nos dejó una valiosa lección que ha sobrevivido al paso de los siglos: ya en el siglo XI había mujeres reclamando lo que era suyo por derecho.

Lo que reclamamos hoy las mujeres, doña Urraca lo pidió, salvando las distancias, ya en el año 1072. Igual de cuestionable que decir que ella era feminista -muchos siglos antes de que se iniciara el movimiento como tal- es ignorar el poder simbólico que aún pervive en el relato que recogen los cantares. A ella no se la recuerda como hija o madre de reyes, sino como una mujer fuerte que pidió a su padre ser igual que sus hermanos varones, que defendió su ciudad durante un asedio que duró siete meses y seis días? y que, además, ganó.

Aunque caminando por el casco antiguo puedas sentirte cerca del medievo, aquí las cosas han cambiado. Por no haber, ahora no hay ningún rey -ni ningún político- que parezca tener siquiera interés en asediarla. Los enemigos tienen hoy mano de hierro y guante de seda: la despoblación, la falta de industria, el paro o los recortes en servicios básicos. Zamora ha perdido más de catorce mil jóvenes en una década y, mientras, quienes deberían remediarlo permanecen como vacas mirando a un tren que se lleva el talento y el futuro de la provincia. Pero el plano con la silueta de una mujer vuelve a aparecer en la pantalla. Allá, en tierra leonesa, un rincón se me olvidaba. Y a esa imagen solitaria se le suman sin cesar nuevas sombras femeninas hasta llenar por completo la escena.

Entre ellas están las cuarenta mujeres que participan estos días en las I Jornadas Mujer y Música organizadas por las integrantes de la Asociación de Músicos y Bandas de Zamora (Mubaza). Con todas las actividades que componen la programación se pretende visibilizar el talento de las cantantes, las instrumentistas o las técnicas de sonido que -como también sucede en el resto de sectores- han tenido que desarrollar su talento a la sombra de sus compañeros masculinos.

En medio del ruido mediático y las discusiones politizadas que nos hacen un flaco favor a todas, resulta increíble que aún haya que recordar algo tan básico como que ser feminista significa, simplemente, luchar por la igualdad de hombres y mujeres. Pero, en un mundo de fake news en el que se repiten mil veces las mentiras, es necesario repetir mil y una la verdad, por obvia que nos parezca.

Son heroínas de la igualdad las artistas que crean, pero también las madres que hacen lo imposible para acercarse a una conciliación que no existe. Las agricultoras, las empresarias, las cuidadoras y las autónomas que no saben qué es tener un día libre. Las jóvenes que estudian cómo cambiar las cosas. Las abuelas que con una mano agarran el bastón y con la otra aprietan la de sus nietas con la esperanza de que vivan en un mundo mejor. Las mujeres que son todo lo anterior y aquellas a las que nos arrebataron por el camino.

Más de nueve siglos después, quizá la ciudad vuelva a estar cercada, si es que alguna vez dejó de estarlo. Este año a ninguna se nos olvida que nos faltan dos jóvenes soldados a las que sacaron demasiado pronto de la trinchera. Pero Zamora sigue teniendo a sus Urracas con ganas de pelear por ellas y por la igualdad de todas, las que están y las que vienen. Y a quien vos las quitare, hijas, la mi maldición le caiga.