La formación Trío Arbós actúa esta tarde en el Principal (20.30 horas, entrada única 10 euros) interpreta esta noche el programa "Exilios", ocho décadas después del final de la Guerra Civil y del consecuente exilio. Juan Carlos Garvayo, extraordinario pianista el trío, explica los entresijos de una época tan dramática como apasionante es su estudio.

-¿A cuándo se remonta la trayectoria de Trío Arbós?

-José Miguel Gómez y yo nos juntamos en 1996 y tocamos desde entonces. Años después se incorporó la violinista Cecilia Bercovich. Hemos hecho centenares de conciertos desde entonces, bajo el nombre del compositor español Enrique Fernández Arbós. Una de las principales tareas ha sido la recuperación de obras del patrimonio musical un poco olvidadas, como las que vamos a interpretar en Zamora.

-¿Esa labor de recuperación era su objetivo principal?

-El objetivo era hacer música en torno al piano, para el que existe el mayor número de obras escritas. Lo difícil para una formación de cámara era fundar el grupo y continuar. También nos dimos cuenta de que había un campo enorme para cultivar obras nuevas para trío, que hoy forman parte de nuestro repertorio, compuesto por más de veinte discos.

-¿Con qué compositores se sienten más a gusto en el escenario?

-Tenemos un repertorio muy amplio, desde la clásica a la norteamericana o el flamenco. También hemos interpretado bandas sonoras de películas en vivo, que es como se hacía antiguamente. En todo caso, sí que es cierto que tenemos una especie de vocación hacia el repertorio español y norteamericano.

-Bach o a Mozart no necesitan presentación, pero se suele decir que los compositores españoles son desconocidos y poco estudiados, ¿está de acuerdo?

-Hay muchísima obra por recuperar. En España se empieza a componerse en el siglo XIX, pero la historia ha sido muy discontinua y la de la música, igual. El caso del Cuarteto de Julián Bautista es paradigmático. Se va de Madrid a Barcelona, donde compone la partitura mientras caen las bombas. Cruza los Pirineos para huir a Francia, con una obra debajo del brazo que había sido premiada. La Embajada de Bélgica lo saca de allí para darle el reconocimiento y se queda allí unos meses hasta que se exilia a Argentina en barco. Se lleva el manuscrito y es su hijo el que devuelve la obra en el legado a la Biblioteca Nacional. Otras muchas partituras se perdieron. Y ahora hay que ir como un detective para saber qué ocurrió.

-Y ahora, ochenta años después, traen este concierto llamado "Exilios" para hablar de las diferentes conductas de intelectuales, escritores o músicos ante la Guerra Civil, ¿verdad?

-Así es. Julián Bautista, por ejemplo, jamás regresó a España. El navarro Fernando Remacha cruza la frontera y cuando ven cómo tratan los franceses a los españoles, regresa a Tudela y se pone a trabajar en la ferretería familiar. El suyo fue un exilio interior. En una época en la que se hacen planes de estudio musical, de plena creatividad, la guerra lo frena todo.

-Una época en la que Manuel de Falla se convierte en el auténtico referente para el exilio?

-El exilio de Falla fue diferente. Realmente, él se quiso marchar porque no soportaba lo que estaba pasando. Él tuvo muy pocos discípulos, únicamente Ernesto Halffter en Portugal y Rosita García Ascot, alumna suya también, una de las pocas mujeres músicas de esta generación. Los demás son seguidores morales, defensores de esa misma estética. Y ese sabor se nota en el estilo de todos ellos.

-Acuden a Zamora en la época en que se celebraba el Pórtico Internacional. Supongo que para ustedes, que participaron en el festival, estas no son buenas noticias.

-No lo son. Yo mismo dirigía un festival que desapareció y que, con un esfuerzo titánico, lo hemos resucitado. Hay esperanza. Que no se pierda la llama del Pórtico, aunque sea muy pequeñita.