Apasionado confeso de Alfred Hitchcock, el cineasta inglés ha sido inspiración para su última novela, "Lucía en la noche", que en un mes suma ya la tercera edición. Las historias de intriga siguen interesando al gran público, pero a Juan Manuel de Prada no le importaría inspirarse en algo tan diferente como la política. La de España la sigue muy de cerca -en parte por su faceta de tertuliano- y asegura que la labor de los dirigentes actuales ha provocado que el país "se haya vuelto ingobernable".

-Su última novela está escrita en primera persona, ¿es más complicado implicarse de esa manera?

-No, al contrario. Hoy en día creo que lo difícil a la hora de escribir una novela es encontrar el punto de vista. Cuando hablas en tercera persona es más complejo, porque tienes que adoptar una posición neutral o irte identificando con cada personaje. En cambio, con la primera persona desde el principio le dices al lector el punto de vista con el que va a ser contada la historia. En este caso, es el de Alejandro Ballesteros, con quien el lector irá descubriendo lo que sucede, acompañándole en todos los meandros, giros y sorpresas argumentales.

-¿Recuperar a este personaje, protagonista de otras novelas anteriores, es un guiño a los lectores más fieles?

-Suelo recurrir a él cuando compongo una novela en primera persona y ambientada en nuestra época. Se ha convertido en una especie de alter ego mío, aunque tiene también rasgos totalmente inventados. Pero ha vivido algunas horas que he vivido yo, precisamente por ser escritor y dedicarse a mi mismo trabajo.

-¿Como el sentirse sin rumbo una vez llegado a la cima, en su caso quizá tras ganar el Premio Planeta en 1997?

-Yo tuve la fortuna y desgracia de tener un éxito a una edad muy temprana, con 26 años, cuando todavía no estás formado ni tienes madurez, por lo que cae sobre tu vida un tsunami arrasador, que te desequilibra y trastorna todos tus hábitos por completo. Es muy halagador, porque todo el mundo te hace la pelota y te aplaude, pero, al mismo tiempo, te desquicia y cuando pasa es como si una apisonadora te hubiera hecho migas y te cuesta recuperar el pulso de la vida, porque te has dejado muchos jirones de alma en las esquinas y queda un momento de vacío.

-La historia de "Lucía en la noche" está inspirada en "Vértigo", de Hitchcock, ¿es su película preferida?

-Todo el cine de Hitchcock en general me apasiona. Lo que más me fastidia de las novelas negras es la omnipresencia de la policía, los militares y los servicios secretos, pero me maravilla su cine, hecho con personas corrientes, cuyo drama y misterio tienen que ver con ellos mismos y su forma de ser. Me apetecía escribir una historia de intriga sin esos elementos tan típicos del thriller americano, así que el corazón de esta novela es el misterio de una mujer que se esconde y no dice la verdad y el motor de la trama es, como en Hitchcock, la obsesión amorosa del protagonista masculino.

-¿Qué le aporta a su carrera la faceta de tertuliano?

-En la televisión solo aparezco una vez a la semana, en el programa "Espejo público", en parte por mi debilidad por Susanna Griso, a la que siempre he tenido mucho cariño. He recibido ofertas de otros muchos y las he declinado, aunque es cierto que tienes que tener un poco de visibilidad pública. Además, soy consciente de que soy muy polémico en mis declaraciones, al no estar adscrito a ninguna facción política. Hoy en día, para un escritor que tiene una visión del mundo y un pensamiento, es muy difícil explicarse en la televisión, que se ha convertido en un "totum revolutum", que transcurre de una manera muy acelerada, donde es imposible poner un poco de pausa. Es un medio donde no me encuentro a gusto.

-¿Y en la radio?

-Es mucho más atractiva para un escritor. Yo colaboro con Julia Otero y siento que la radio es más agradable, sigue teniendo una categoría mayor que en la televisión y Julia tiene una formación de vieja escuela que se nota, no entra a degüello en busca del sensacionalismo. Pero el 95% de mi trabajo lo dedico a la escritura, aunque es cada vez un trabajo más ingrato en el sentido material. A los jóvenes escritores les digo que no sueñen con la literatura como un medio de vida, sino que la conviertan en su forma de vida, en el aliento que les inspira en su razón de ser, pero sin buscar en la literatura una traducción económica.

-En su novela lo que parece luego resulta que no es, ¿algo así ha ocurrido en la política actual?

-Yo sabía que la moción de censura de Pedro Sánchez no iba a cambiar el signo de la política española. En estos momentos es un país ingobernable y lo va a seguir siendo tras las elecciones. De hecho, lo era ya con Rajoy en esta última legislatura. Pedro Sánchez es un hombre de plástico, cosmético, que lo que iba a intentar era mejora su propia imagen a costa de la presidencia del Gobierno, pero él no tiene ni la generosidad, ni la autoridad ni la altura de miras para enfrentarse a los grandes problemas de España.

-¿Como con el tema catalán?

-Sabía que no iba a hacer nada más que marear la perdiz, hacer postureo ante la galería, tratar de engañar a los independentistas para hacerles creer que les iba a hacer regalos, pero no iba a hacer nada porque es un hombre que no tiene nada dentro, es una carcasa vacía.

-¿Y cómo describiría la última época de Mariano Rajoy?

-Era un hombre jibarizado, un "hombrín" que había renunciado al ejercicio de la autoridad, le faltaba grandeza humana. Se había refugiado en esa cosa reservona de procurar que todo siguiera igual y, por lo tanto, España está bloqueada desde hace mucho tiempo y me temo que siga así. A mí los augurios no me parecen buenos, por la división y por los líderes políticos sin encarnaduras ni vibración o entidad.

-¿A qué puede deberse el auge de Vox?

-El PP cometió un error gravísimo: confiar la percepción que el pueblo tiene de la labor de los gobernantes en la gestión económica. Es un error que ya denunció Donoso Cortés en un célebre discurso, cuando censuraba a Narváez, el Rajoy de la época, en pensar que la buena gestión económica iba a borrar de la mente y de los corazones de los hombres el deseo de verdad y justicia, el deseo que toda persona con inquietud política tiene de que el partido al que apoya tenga una visión del mundo. Todo el tiempo en el que el PP gobernó sin decantamiento ideológico ha ido cabreando a sus votantes.

-¿Qué futuro le augura al partido de Santiago Abascal?

-Soy una persona muy descreída de este juego de la política, así que creo que quienes hoy están entusiasmados con Vox poco a poco se irán decepcionando, como ha ocurrido, por otra parte, con los votantes de Podemos. Antes el desencanto tardaba más en producirse, como le pasó a la gente con el PSOE, que tardó 30 años. Pero lo de Podemos ha sido todo en cinco años.

-¿Cuál puede ser la razón?

-El vértigo en el que estamos instalados. Las nuevas tecnologías han acelerado nuestras vidas, las redes sociales las han simplificado y creo que, honestamente, el desencanto de la gente con la política es cada vez mayor.

-¿Daría todo esto para una novela o la política no es un tema que le inspire?

-Al contrario, de hecho hace tiempo les propuse a mis editores hacer una especie de "El ruedo ibérico", como la serie que proyectó Valle Inclán para desprestigiar a Isabel II y sus gobiernos liberales, ambientada en nuestra época, donde se le diera estopa a toda nuestra clase política y hombres poderosos, pero a la editorial le dio mucho miedo. Tal vez cuando sea viejito y ya ni siquiera me publiquen, lo haga.

-¿Qué queda de aquel joven que con 26 años ganó el Premio Planeta?

-La misma pasión y vocación por mi oficio, la misma dedicación, o incluso mayor, porque dedico más tiempo y esfuerzo. Queda el entusiasmo por mi trabajo, aunque mi visión del mundo ha cambiado. La dedicación a la literatura avanza, aunque es como un matrimonio. Cuando conoces a la persona que te gusta vives en una especie de hechizo lleno de desmesura y júbilo. Cuando llevas 20 años casado, si no has sabido vivificar eso, estás aburrido y asqueado de tu pareja. Es un amor menos impulsivo, pero más maduro y sereno, más valioso en el fondo, El amor que se hace viejo es como el vino, con más sabor, aunque no emborrache tanto. Yo sigo manteniendo ese amor, pero he logrado aquilatarlo. Estoy en un momento en el que me siento más atraído por mi vocación que nunca.

-¿A qué se debe?

-Por una parte, me doy cuenta de que el tiempo se acaba, la literatura está muriendo como medio de vida, la gente cada vez lee menos y es más difícil dedicarse a este oficio. Luego me siento en la madurez y si ahora me pongo en serio, podría cada semana urdir una novela. Tengo una fecundidad imaginativa que me llama la atención, se me ocurren constantemente historias, me encuentro en un momento dulce.

-¿Cuál es la posición actual del escritor en la sociedad?

-Ha variado mucho. Antes tenía una mayor prestigio social y resonancia, también una aureola que ha perdido, porque lo que decía tenía un valor y una consideración. Es verdad que los escritores e intelectuales se han ganado este estado a pulso, no han estado a la altura del papel que desempeñaban, se han mostrado muy cobardes, complacientes con el poder, deseosos del beneficio propio y, por lo tanto, se les ha dado una imagen de siervos o esclavos. Es lo que ha matado el prestigio de los escritores.

-¿En qué lugar queda entonces la cultura?

-La cultura siempre estuvo en el pueblo y los escritores dieron voz al pueblo durante siglos. Hubo un momento en el que los poderosos los secuestraron y convirtieron en lacayos a su servicio. Pero considero que al final la literatura, como todas las artes, volverá al pueblo, aunque la hayan deteriorado mucho. Pero, poco a poco, la gente se desencantará con la política y volverá a surgir desde abajo un arte popular, que es el único arte verdadero.