Reconoce que le encanta que la llamen "maestra" porque, como le explicó un compañero en el Campo de Gibraltar, su primer destino como docente, "maestro es el que enseña el camino, el que ilustra", por lo que considera que este cargo "es el mejor piropo y cuando me lo dicen, me sale una sonrisa". Patricia Santos Campos participó esta semana en las Jornadas Provinciales de Formación Profesional en Zamora, donde intervino como ponente para hablar de su metodología en el aula con el objetivo de incentivar el aprendizaje cooperativo entre los alumnos. Precisamente, los suyos la nominaron para los Premios Abanca, donde salió elegida como Mejor Profesora de Formación Profesional de España el pasado año. Con una vocación innata para la enseñanza -aunque su sueño de niña era llegar a ser juez y por ello estudió Derecho- prioriza en sus clases la cooperación antes que la competición y defiende que la formación como personas es la base sobre la que hay que asentar cualquier aprendizaje posterior.

-¿Qué supuso obtener el Premio Educa Abanca a la mejor profesora de Formación Profesional?

-Al principio, una absoluta sorpresa. Incluso desconfié un poco cuando recibí el mail con la nominación. Después, apareció mi nombre en prensa debido a esa candidatura, así que ya me lo creí un poco más. Lo que más me gustó fue que me habían propuesto alumnos y ex alumnos, eso fue lo más bonito y emotivo. Yo no suelo presentarme a los concursos con los proyectos que hago, pero en este caso, había sido una iniciativa de mi alumnado.

-¿Se lo terminó de creer cuando fue la elegida finalmente para el galardón?

-Ya me sentía satisfecha antes, pero luego fui pasando fases hasta ganar. Teníamos que mandar nuestros méritos para el jurado, que valoraba los diferentes proyectos que haces, la implicación social que tienes o cómo trabajas para aportar calidad a la educación. Todo eso tiene un peso y el que queda el primero gana el premio. En este segundo tramo, fue un reconocimiento por parte de mis compañeros, porque la valoración de méritos la hacen comités de profesores, así que era un reconocimiento doble y muy emocionante, de alumnos y de colegas.

-¿Y la sociedad cómo reconoce la labor del profesorado?

-En general, creo que no estamos todo lo valorados que debiéramos. Es una profesión clave en la sociedad, porque en nuestras manos está el futuro. Los niños y niñas que pasan por nuestras aulas se educan y les inspiramos, somos ejemplo, influimos positiva y negativamente. Hay que tener sentido de responsabilidad y ser conscientes de que en nuestras manos está el futuro y eso, a nivel social, debería entenderse.

-¿Cómo debe desarrollar esa tarea el profesor?

-Por ese sentido de responsabilidad, nuestra profesión tiene la obligación de formarse y prepararse, intentar responder a las necesidades sociales que hay. La educación es una cuestión de la tribu, no puede ser solo la escuela, sino que debe ir unida a la familia. Ese sentido tienen que tenerlo también los padres, porque son parte de la educación. No sé si será por experiencias de épocas anteriores, pero el profesorado actual tiene el sentido de luchar por una educación de calidad y la familia debe ser consciente de eso y trabajar juntos para hacer escuela.

-¿Cómo se puede conseguir este objetivo?

-Hay ahora unos modelos muy interesantes que se llaman comunidad de aprendizaje, donde la responsabilidad es compartida. Estamos formando en común, así que, por ejemplo, si trabajamos la inteligencia emocional, también hay que hacerlo en casa, que haya coherencia.

-¿Ha notado una evolución en la profesión comparándola con su época de alumna?

-Las evoluciones y los cambios nos cuestan bastante. Hay profesores que me han impactado y de los que he aprendido, incluso de las cosas malas. Hoy en día pasa un poco igual y hay compañeros muy implicados. Conozco gente con mucha vocación que trabaja mucho por el cambio. Además, dentro de nuestro horario laboral no existe un hueco para formarse, como en otras profesiones, sino que depende de nuestro tiempo libre. Que haya tantos docentes que sacrifican su tiempo familiar para dedicarse a la formación es un síntoma de que hay mucha gente con ganas de hacerlo bien. Por otra parte, también hay muchos docentes que se encuentran con mucha falta de recursos, con aulas masificadas y con diversidad, lo que dificulta poder atender con calidad. Por eso entiendo que haya profesores que se desilusionen y después de entrar con mucha pasión y energía y ante los impedimentos, caigan.

-¿Algún consejo para esos compañeros?

-Yo animo a que no se caigan nunca. Hay que tener creatividad, que es algo que tenemos la mayoría de los que estamos en esta profesión. Yo siempre me apoyo en la palabra griega "meraki", que significa emprender algo con amor y creatividad. Ese debe ser nuestro proyecto en realidad, los docentes debemos intentar emprender algo así. Es difícil, pero hay que luchar por ello.

-¿El perfil del alumno de FP también ha cambiado?

-La filosofía que tenía nuestro sistema educativo anterior se basaba en clasificar al alumnado por sus capacidades memorísticas y el que nos las tenía o no encontraba encaje en el modelo educativo, se derivaba a la Formación Profesional, pero lo que aporta es una capacitación para una profesión. Nos ha costado bastante, pero ya sí se empieza a notar el cambio e incluso hay alumnado que va a la universidad, encuentra que no hay cabida socialmente para su profesión y se acerca a la FP porque le procura una mayor inserción y una capacitación mucho más adecuada a lo que se necesita.

-¿Cómo hay que asimilar ese modelo de estudio?

-El profesorado no tiene que olvidar que la FP debe tener un nivel a la altura, se trata de otro modelo más práctico, dirigido a la inserción laboral, que intenta capacitar para la adaptación a los cambios, desarrolla las "soft skills" (capacidades blandas), reconocidas por la mayoría de las empresas de selección, porque son las que se necesitan para encontrar trabajo, con lo cual es un lugar donde deben salir muy capacitados. La orientación en las escuelas es nuestro siguiente caballo de batalla, porque siguen un poco con la idea anterior, seguimos siendo un poco la hermana pobre.

-Uno de sus retos en el aula es el aprendizaje cooperativo, ¿qué importancia le da?

-Se parte de la filosofía de que la cooperación es mejor que la competición. Cierto que esta sociedad es muy competitiva, pero a mí me gusta mucho una frase de Paulo Freire, pedagogo y ministro de Educación en Brasil, que dice que las cosas no son así, sino que están así, lo que significa que podemos cambiarlas. Yo les suelo poner el lema en la pizarra de "aprender juntos siempre es aprender más". Socialmente, hemos evolucionado gracias al conjunto, al equipo, y eso lo estábamos perdiendo de vista, así que se trata de una metodología que parte de intentar desaprender la competición que traen y aprender a cooperar como algo más positivo: yo gano cuando todos ganamos. También procuro la autonomía en el aprendizaje, porque es un mundo cambiante y lo que le pueda ofrecer yo hoy, mañana quizá no sirva, así que es mucho más interesante que yo le pueda ofrecer la herramienta de aprendizaje. También la gestión del tiempo es una habilidad muy interesante hoy en día, saber organizarse para llegar a un objetivo y la autonomía en general. Ese es el modelo que yo tengo implementado en el aula.

-¿Es necesario ahora más que nunca incentivar al alumno?

-En general siempre hay que motivar, lo que pasa es que yo intento transmitir en el aula que la motivación es una cosa de todos, que hay que trabajar la automotivación, que es parte de la inteligencia emocional. Hay que buscar la pasión, aquello que se te da bien, y una vez que estás en eso, la motivación externa no la necesitas tanto, porque si haces aquello que te apasiona no necesitas tanto impulso. Eso por parte del alumnado y luego nuestra función es crear el amor por la cultura y el aprendizaje. El camino para llegar a que el alumno sienta que aprender es algo maravilloso, que es una herramienta, lo intento conseguir por la atracción y la motivación más que por la autoridad o la imposición. Sé que hay compañeros que dicen que no están para hacer circos, pero es que yo me divierto también. De hecho, las grandes empresas, como Silicon Valley, trabajan así y funcionan, son las que más dinero ganan y las más productivas, por lo que este modelo se puede trasladar a la escuela.

-Otro de sus lemas es que la persona va antes que el contenido.

-Las personas tenemos que construirnos primero para estar abiertos luego a aprender algo más. Es muy interesante la asignatura de historia, pero si yo tengo conflictos conmigo misma y no sé regularme, la historia caerá en saco roto, como cualquier otro contenido científico. Considero que la mochila, cuanto más llena de conocimientos la tengamos, mejor, pero solo nos va a servir si tenemos construida una personalidad con unos principios. Y eso va muy dirigido a que hay que trabajar una inteligencia emocional, un desarrollo sano de la persona, que encuentre sus pasiones, que sepa identificar y gestionar conflictos o trabajar en equipo, lo que son las competencias personales y sociales. Y sobre eso, construir lo que sea.

-¿Es difícil fomentar eso en el aula?

-Es difícil, pero a la vez muy reconfortante. Por mi experiencia práctica, normalmente no hace falta más de un curso para conseguirlo, ya que somos muy plásticos y las neurociencias nos apoyan. Si tú fomentas o trabajas una serie de aspectos como asumir críticas, contrastar fuentes, buscar el origen de las cosas y no creerse todo, la cooperación antes de la competición, que son aspectos a los que doy mucha importancia, todas esas cosas vienen normalmente, sin querer, aprendidas de otra manera, porque están implícitas. Al principio es el conflicto por el cambio, pero se desaprende y se reaprende, no pasa nada, incluso yo lo tengo que hacer. La reflexión es importante, porque tú solo puedes aprender de la experiencia que reflexionas.

-Estudio la carrera de Derecho, ¿cómo llegó entonces al mundo de la enseñanza?

-Mi madre dice que hasta mi tutora de EGB me veía perfil de maestra, pero yo desde pequeña había dicho que quería ser juez. Y fue en cuarto de carrera, en Derecho Mercantil, cuando mi profesora me dijo que si preparaba una clase y la exponía, me daba puntos. Como era una estudiante a la que le gustaba siempre sacar matrícula de honor, lo hice y al subir a la tarima me di cuenta de que eso era lo que me gustaba y llevaba toda la vida obviándolo. De hecho, el modelo de estudio que yo tenía era que cuando acababa la clase en la facultad quedaba con los compañeros en el bar y les explicaba las asignaturas, fotocopiaban mis apuntes y esquemas. Llevaba toda mi vida estudiando enseñando a otros, me perseguía la vocación, pero no me había dado cuenta. Cuando terminé la carrera, no fue viable quedarme dando clase en la universidad, así que como quería prepararme, estudié el CAP por el aspecto pedagógico y me abrió algunas claves, descubrí la FP y me encantó por la libertad, la practicidad y la posibilidad de la cercanía.

-Ha hablado de evolución en los alumnos y en los profesores, pero ¿está el sistema educativo adaptado a los nuevos tiempos?

-Creo que debe despolitizarse, porque no tiene sentido en la sociedad del futuro. Hay una serie de matices que sí que pueden estar vinculados a principios políticos, pero en el núcleo de la educación sí hay consenso, aunque no se han dado cuenta todavía. Nosotros nos preocupamos por ratios, recursos o desarrollos competenciales de los que no se habla a nivel político. Así que se puede llegar a acuerdos muy interesantes en el núcleo de la reforma que necesita la educación. Tenemos un modelo mecanicista que no responde a la sociedad actual y eso es lo que yo creo que sí se puede cambiar.

-¿Ve posible el deseado Pacto Educativo entre los distintos partidos políticos?

-En primer lugar, fomentar la idea de cohesión de la escuela y la familia ayudaría a que los centros tuvieran mejores resultados y acabara con una mayor calidad en la educación. Creo que sí se puede llegar a acuerdos, aunque haya matices que dependan de la política, pero debería llegarse a un núcleo de acuerdo que fuera estable, independiente de quién estuviera en el poder. Y que estuviera además asesorado por los agentes que estamos al pie del aula, por pedagogos y por gente que sabe lo que es el día a día, que se preocupa por cosas que son pequeñas, pero que pueden cambiar mucho. Lo ideal sería que también se llegara a un acuerdo y que fuera estable, pero disponer de un núcleo que dependiera solo de la educación, sin tener en cuenta la ideología política que la influye por otras causas.