El actor Roberto Enríquez forma parte del elenco de la función "La vuelta de Nora" que se representa hoy a las 20.30 horas en el Teatro Principal y que ha colgado hace días el no hay entradas.

-Defiende esta noche un texto contemporáneo "La vuelta de Nora".

-El título original es "Casa de muñecas parte 2", pero ante la posibilidad de que algunos espectadores pudieran pensar que sin ver la primera parte para qué ver la segunda, desde producción optaron por llamarla "La vuelta de Nora". Son dos obras independientes la una de la otra. No es fácil hacer una secuela de un clásico, pero Lucas Hnath lo ha hecho magistralmente y de ahí la cantidad de premios que está cosechando en medio mundo. Lo bueno que tiene este texto es que el autor hace un ejercicio teatral porque han pasado 15 años argumentalmente y Nora regresa porque necesita algo imperiosamente. Ella precisa el divorcio, lo que en aquella época, a finales de 1800, era impensable, pero el autor nos habla de los 150 años que han pasado y nos habla de hoy en día. El texto es una reflexión sobre qué lugar ocupa la mujer en nuestra sociedad y en qué punto estamos.

-¿Lo hace desde un punto de vista reivindicativo?

-Nora abandera un tipo de ideología y es muy reivindicativa, pero el autor no es nada maniqueo. Esta función, lejos de discursos flamígeros, hace una reivindicación de los derechos de cualquier ser humano a ser libre y a desarrollarse como individuo. Aquí lo confronta con todo lo que tiene que ver con los sentimientos, con lo que significa abandonar a un marido y unos hijos en aquella época y con lo que significa para los propios abandonados. Todo esto lo conforta con dos mujeres coetáneas, cada una situada en las antípodas ideológicas. Desde mi punto de vista, el autor expone una amplia gama de planteamientos para que el espectador sienta que todos tienen la razón.

-El autor norteamericano Lucas Hnath, ¿cómo plantea a su personaje, el marido abandonado?

-Mi personaje sale mejor parado que en el texto de Ibsen. Torvald al principio lo vemos como un tipo que trata a su mujer como una muñequita hasta que se descubre todo el pastel y aparece la parte más ruin de él. Han pasado 15 años y es un tipo no ha podido tener ninguna relación, tiene una herida abierta y ha aprendido una gran lección. El regreso de Nora hace que la vida, para todos, pegue una vuelta y tomen decisiones muy importantes. Es muy interesante lo que plantea el autor.

-Comparte escenario con tres grandes actrices de la escena nacional.

-Puedo resultar empalagoso (risas), pero tengo la suerte de compartir escenario con tres grandes intérpretes, Aitana Sánchez-Gijón, María Isabel y Elena Rivero que cada día pelean por cada función y tenemos la suerte de haber estado dirigidos por Andrés Lima, que es algo parecido a un genio. Nunca había trabajado con él, aunque sigo su carrera y he visto todo lo que ha dirigido. Lima tiene un sentido muy hedonista del trabajo, se mete en los ensayos y te dice cosas al oído para que las oigan tus compañeros y pasen cosas?

-Desde su punto de vista ¿qué resulta lo más interesante del montaje?

-El teatro es tan duro, en comparación con otros trabajos actorales, que lo hago por absoluto compromiso, placer y fe. Lo que me apasionó fue, obviamente, el texto, compartir escena con estas actrices y ser dirigido por Andrés Lima. Qué haces y con quién, no sé en qué orden, son las llaves maestras.

-Habla de un compromiso con su profesión y, de sus palabras se deduce, que también con el público.

-Así es. Lo que apasiona de mi profesión es que el teatro es un arma brutal y no es una entelequia. Lo he vivido en esta función y con muchas otras que he hecho. Cómo de repente el teatro que es una mentira que ves sobre un escenario, es más real que la propia realidad, remueve conciencias, hace de espejo, te habla y tú recibes el mensaje. Eso me atrevería a decir que es casi como un acto sagrado. Los griegos iban al teatro para sufrir una catarsis, para que les hablaran de sí mismo y para ser mejores personas.

-¿Y para qué va el público actualmente?

-Supongo que habrá muchas motivaciones, pero yo creo que por lo mismo que fue el primer espectador. Todos necesitamos que nos cuenten algo y que nos hable de nosotros. El teatro también tiene la misión de entretener y divertir. Desde mi punto de vista siempre se puede entretener y divertir metiendo el aguijón, pues las cosas inocuas no tienen mayor interés. Hay gente a la que le gusta comer "fast food" y también consume espectáculos "fast food". No obstante, puede haber un drama o una comedia afilada pues el público va esperando lo mismo que hace cientos de años, que le hablen de sí mismo.