La anciana llegó a declarar que "con tal de que se fuera firmaba" lo que le pusieran delante. Y la cuenta le subió a 7.471 euros. La octogenaria vecina de Manganeses de la Lampreana suscribió cuatro contratos de compra venta de productos de lo más variopintos: desde una cogín térmico a un colchón con su base, una almohada, una columna de frío o calor o un equipo de presoterapia.

La Fiscalía Provincial mantuvo ayer la petición de seis años de prisión para los tres acusados de aprovecharse del estado mental de la anciana y de que vivía sola para estafarla para efectuar esas ventas entre octubre y diciembre de 2016. El Ministerio Público basó su acusación apoyado en el testimonio de la mujer y sus sobrinos, así como de los guardias civiles que investigaron el caso. Los agentes apuntaron en el juicio celebrado en el Juzgado de lo Penal ayer que los vecinos de la zona habían alertado de las visitas de individuos a domicilios de ancianos que vivían solos para venderles productos.

La Fiscalía se refirió al informe de los forenses que examinaron a la anciana para corroborar si sufría algún tipo de demencia, quienes emitieron un documento en el determinaron que el estado mental de la octogenaria era de "deterioro cognitivo", que no le permitía disponer de su patrimonio con plena consciencia de lo que hacía.

La acusación pública subrayó el estado mental de la víctima, que llegó a firmar contratos con financieras para costear el coste de los artículos, que le impedían tener capacidad para comprar cualquier tipo de producto y ser consciente de las condiciones que se le ofrecías. De hecho, la mujer no conocía datos básicos cuando fue sometida al examen psicológico por los forenses. Durante la investigación llegó a manifestar que creía que algunos de los productos que pagó en eran regalos.

La fiscal aseguró que los tres investigados "se aprovecharon de que vivía sola y de su estado menta" para perpetrar su plan dirigido a quedarse con dinero. Y llegaron a engordar considerablemente el precio de los artículos que le ofertaban, de modo que, algunos que en el mercado tenían un coste de 390 euros se los vendieron por mil euros.

Ante estos argumentos, el abogado de la defensa de dos de los acusados hizo referencia a la libertad de mercado y las múltiples diferencias que puede haber entre los productos de una determinada marca y los de otra. Incidió en que la anciana, cuando firmó los contratos, tenía era "lúcida y consciente", "no estaba desorientada y tenía un estado de ánimo normal", según apreció una psiquiatra que testificó en el juicio como perito contratado por los imputados. Sus clientes "no eran conscientes de que la señora estuviera mal, no se le notaba, se valía por sí misma aparentemente".

El abogado del otro imputado insistió en que su defendido era solo el repartidor, con un contrato, se limitaba a entregar los productos que compró la anciana.