Diego Lorca y Pako Merino, los cofundadores de la compañía Titzina, durante sus largas giras por Latinoamérica han comprobado la existencia de "una conexión más allá de la lengua o de la historia que hizo que fuéramos surgiendo en nosotros la idea de contar de dónde venimos y cómo nos relacionamos", explican. "Empezamos a analizar la relación de los recursos naturales y las multinacionales, muchas veces occidentales, que trabajan con pequeñas comunidades", testimonia Diego Lorca que junto con su compañero ponen en escena hoy en el Teatro Principal

La quinta obra de la compañía se ha gestado a fuego lento y con la rigurosidad que les caracteriza. Y es que Diego Lorca y Pako Merino, autores del texto, directores e intérpretes en ella, han dedicado tiempo a la fase de creación y de documentación para alumbrar la historia de Miquel, un ingeniero de una multinacional que se dedica a la minería, que llega a un pueblo sudamericano para iniciar un proyecto de extracción de oro respetuoso con la vida y la cultura de los habitantes del lugar, y de Alfredo, alcalde de la población que está radicalmente en contra de la iniciativa que supuestamente llevará el progreso y el desarrollo económico a su población.

Los creadores se trasladaron a Perú para empaparse de la realidad que quería compartir con el público. "Nosotros para esta obra convivimos con una minera, la mayor explotadora de oro del mundo, en Cajamarca, el mismo lugar al que llega Pizarro y donde se encuentra con el último rey inca Atahualpa", enumera Lorca que con su compañero mezclan temporalmente el presente con la llegada del conquistador al actual Perú en 1532.

En la zona los artistas convivieron con diversas organizaciones no gubernamentales, con activistas pro minera y otros contra mineras, con las comunidades locales durante semanas para ofrecer "una visión de calidoscopio, una perspectiva mucho más rica a la hora de narrar porque no dejas de haberlo vivido en primera persona lo que cuentas", subraya Diego Lorca quien confiesa que la convivencia con estas personas "conlleva un sentimiento de compromiso, de respeto y de no juzgar cuando estas sobre el escenario".

El montaje de "La zanja" habla de los conquistadores actuales y los del pasado desde"dos posturas de progreso y de futuro, pero la cuestión está en cuánto estamos dispuestos a sacrificar del pasado y de la realidad de tu tierra de cara a un posible futuro" sin pasar por alto el discurso de la ecología. El montaje refleja a personas que "tienen una gran empatía, pese a representar a intereses diferentes, que están en lugar en la historia que les ha hecho coincidir y que están obligados a modificar el curso de los hechos" sintetiza el polifacético Diego Lorca quien asevera que "todos los temas que abordamos se basan en lo cotidiano de un pueblo cotidiano, pero planteamos conflictos universales".