El autor del famoso eslogan "la arruga es bella" está de estreno. A punto de cumplir 69 años, Adolfo Domínguez acaba de sacar a la luz su nueva creación. Y no se trata de una nueva firma sino de una novela de 700 páginas titulada "Juan Griego" que ha estado confeccionando durante los últimos 27 años, alejado de un modelo de escritura rápida "prêt-à-porter".

Desde el pasado mes de noviembre lleva recorriendo las 225 librerías de España que distribuyen su libro y entre las que se encuentra Semuret. Su propietario, Luis González, le recibía en las últimas horas. Su gusto por la escritura comenzó leyendo. Cursó el Bachillerato en un seminario, donde le nombraron bibliotecario desde los 11 hasta los 16 años. "Fue un periodo extraordinario, ¿tú sabes lo que era tener una biblioteca inmensa para mí? Durante los años clave de la adolescencia leí de una manera voraz", recuerda.

Sin embargo, un día dejó de leer y se puso a escribir. Comenzó con un diario personal, cogió el hábito de redactar y después se pasó a la ficción. "Llega un momento en el que a ciertos lectores nos entra una historia en la cabeza y la tenemos que contar con todo lo que nos pasa en nuestra vida para que no solo te emocione a ti sino también a los demás. La escritura consiste en buscar la palabra exacta para que el público quede sobrecogido con tu propia vida o con los individuos que describes", sostiene.

A finales de los años ochenta, durante los ratos libres de tres o cuatro años, escribió "Juan Griego", una novela de 230 páginas publicada en 1992 por el sello Mondadori que por aquel entonces dirigía Enrique Murillo. Sin embargo, desde su publicación hasta hace unos meses, es decir, durante casi treinta años, Adolfo Domínguez ha seguido trabajando en ella de forma constante hasta concebir una obra "completamente nueva", según sus palabras. "La trama me era suficiente para desarrollarla, ¿para qué inventar otra? En las grandes obras de la literatura no es cuestión de tema sino de tratamiento".

Como él mismo reconoce, va "a contracultura de la escritura apresurada" de hoy en día, pero argumenta que "solo con tenacidad se llega al centro de las cosas". Pese a su extensión y a la consideración de que son dos procesos creativos completamente distintos, el de diseñar y el de escribir, ha trasladado su gusto minimalista de la pasarela al papel con un formato en verso libre. Defiende una escritura sencilla pero precisa, que siga las reglas básicas de "sujeto, verbo y predicado" con un lenguaje poético sin demasiadas florituras, donde haya pocos adjetivos y metáforas las justas. "Si puedes solucionar con una cremallera, no uses dos. Si puedes poner dos bolsillos, no pongas cuatro", compara.

La novela narra la historia de Juan Griego, un oficial de la Armada argentina durante la Guerra de las Malvinas, en una trama dialogada y trepidante que mezcla amor y otras pasiones en una época convulsa que busca hacer pensar al lector. "Lo que quiere el personaje es conocer, entender la realidad que le rodea y entender a sí mismo qué le pasa. Los humanos escribimos para entender. Es una novela de acción pero también se puede decir que es una novela de ideas en la que es más importante el viaje interior que el exterior. La anécdota es un pretexto para pensar".

Para el conocido modisto y empresario gallego, lo más complejo fue lograr una redacción "fluida como la de Shakespeare o Tolstói". Al leer el texto, su hija Tiziana le fue sincera: "Me aburres letalmente, papá". Ella y su editora Susana le ayudaron a pulir la redacción. Cuando en su pequeña editorial recibieron su correo para publicar el libro, no se lo creían. "Nos ha escrito Adolfo Domínguez. ¿Qué dices? ¿El de la ropa? Será de coña". A su juicio, "Juan Griego" es una novela "de largo aliento, escrita muy bien y con muy poca prisa" que ya ha sido definida por críticos como Luis García Montero como un "monumento literario".

Con el mismo entusiasmo y al hilo de su visita a Zamora, Adolfo Domínguez cita a Baltasar Lobo como uno de los "animales importantes" de la escultura. "Lo conocí ya mayor en los años setenta, estuve en su estudio y me impresionó lo que vi. Después fui a dos o tres exposiciones suyas en París y siempre lo tuve como uno de los grandes escultores del siglo XX. No sabéis lo que tenéis".