La cifra de amniocentesis practicadas a las embarazadas en centros públicos se redujo un 63% tras la implantación, hace ahora un año, de la prueba de detección de ADN fetal en sangre materna o test prenatal no invasivo (TPNI), cuyo fin es diagnosticar o descartar anomalías cromosómicas en los bebés no natos. Según los datos facilitados a Ical por la Consejería de Sanidad, la implantación de esta prestación ha implicado 1.472 pruebas. Zamora, con solo 74, es la provincia con menor actividad en este sentido, según la misma fuente.

El test forma parte del servicio de cribado neonatal y permite la detección de anomalías fetales -aneuploidías o anomalías cromosómicas genéticas- a partir de un análisis del ADN fetal en la sangre de la madre. Este estudio se desarrolla a través de un proceso no invasivo, por lo que tiene la ventaja de que permite detectar problemas genéticos en el feto sin riesgo para la gestante, ni para el futuro bebé.

El análisis se incorpora como prueba complementaria del cribado combinado del primer trimestre y se realiza a las gestantes con riesgo intermedio, lo que reduce el número de pruebas invasivas, que se reservan sólo para las gestantes con riesgo alto y a las de riesgo intermedio en las que el test de ADN dé positivo. En concreto, permite identificar a los fetos con riesgo de padecer las alteraciones cromosómicas más frecuentes, relacionadas con los cromosomas 21, 18 y 13, causantes de los síndromes de Down, Edwards y Patau, respectivamente. La test arroja una elevada sensibilidad y especificidad para detectar las alteraciones cromosómicas mencionadas, con menor margen de error que el método clásico de cribado (ecografía del feto, edad de la madre y análisis de una hormona y una proteína en sangre materna). La prueba se ofrece en todos los hospitales de Castilla y León, aunque el análisis de la muestra se realiza en los laboratorios del Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid, que cuenta con el equipamiento necesario.