Su pasión por el fútbol comenzó con el "Centenariazo". Escuchar a su padre cantar los goles del Dépor no tuvo precio. Los dos son colchoneros, pero como reconoce Miguel, el antimadridismo siempre ha estado muy presente en casa. "Somos del Atlético de Madrid, pero que pierda el Madrid siempre". Eso sí, de puertas para adentro. "Hay que separar el periodismo de bufanda del periodismo serio", afirma con rigor.

Ser periodista siempre fue su sueño. Y el pasado jueves, San Francisco de Sales, patrón de los periodistas, lo celebró como uno más. Madrugó para escuchar a Nadal, redactó las previas de las competiciones de la Fundación Eusebio Sacristán con su Braille Lite y acabó de rematar un reportaje sobre Ronaldo (Nazario) para Radio Marca Valladolid, con la que colabora.

Miguel Fernández nació el 29 de octubre de 1994. Enseguida, sus padres Aureliano y Montse se dieron cuenta de que no abría los ojos. El motivo: un glaucoma. Con apenas cuatro días de vida, ingresó en el quirófano del Hospital La Paz de Madrid para someterse a su primera operación. Una de tantas... hasta que a los cuatro años perdió la visión por completo. Primero del ojo derecho y luego del izquierdo. "Durante esos años me enseñaron a distinguir los colores: el rojo, el amarillo, el blanco, el negro? tengo una vaga imagen de lo más básico pero seguramente ni siquiera se corresponda con la realidad porque era muy pequeño".

Estudió en el CRA de Nuez de Aliste junto a compañeros de aula que ya por aquel entonces contaba con los dedos de una mano. A los once años se marchó a la capital para estudiar la ESO en el colegio Medalla Milagrosa. Mientras cursaba Bachiller en La Vaguada, su madre consiguió la plaza de cartera en Valladolid, por lo que se trasladaron a Pucela.

Para él no era ningún revés. Sabía que tarde o temprano tendría que mudarse para estudiar la carrera de sus sueños en la Universidad de Valladolid. "Secretamente, llevaba rumiando que quería ser periodista desde hace muchísimo tiempo, fue un amor a primera vista". Pero lo de ir dejándoselo caer a sus padres fue más lento. "Como es normal, querían lo mejor para su hijo. Más que por la complejidad que podría suponer la ceguera, sus miedos pasaban porque era y es una profesión en la que no hay trabajo. Pero, ¿en qué carrera la hay? Me decían que mejor me hiciera funcionario para tener más vacaciones. Yo escuchaba lo que me tenían que decir, podíamos intercambiar opiniones, pero al final yo tenía muy claro que quería ser periodista y estaba dispuesto a dar los pasos necesarios para conseguirlo". Como él mismo dice, lo de la ceguera era un extra, una característica más, que tampoco le impidió cursar el Máster Deportivo en el Centro Universitario Villanueva de Madrid.

Siempre le encantó la radio deportiva. Todos los fines de semana, cogía el transistor de su padre para escuchar los partidos y hacer sus quinielas. "La radio llega muchísimo a la gente. Un medio que no requiere imagen y que te engancha durante horas y horas, tiene que tener magia". Entre sus referentes, cita a Axel Torres o Rubén Martín. A su juicio, pasión, honestidad e imaginación son las cualidades que debe tener un gran comunicador. "Me gusta que el periodista transmita. El deporte no deja de ser emociones, no estamos hablando de un congreso internacional de políticos, sino de equipos de fútbol, que son lo más importante de las cosas menos importantes. Aparte de que tengan pasión, tienen que tener gran capacidad descriptiva para potenciar la imaginación y ser honestos. A mí no me vale que me digan que el Atlético ha jugado un partidazo cuando no lo ha hecho".

Su afición rojiblanca la heredó de su padre. El 15 de mayo de 1974, el Atlético de Madrid acariciaba el título de campeón de Europa gracias a un gol de Luis Aragonés. Solo quedaban cuarenta segundos de prórroga para alcanzar la gloria, pero un lanzamiento de falta de Schwarzenbeck les condenó al partido de desempate que dos días más tarde perderían. Desde ese momento, Aureliano supo que era del Atleti. Empatizaba con una filosofía que luego inculcó a su hijo. "Él nunca me puso una pistola en la cabeza para que yo lo fuera. Pero a mí también me gustaba eso eso de no saber lo que iba a pasar en un partido. Te ponías a escuchar uno del Madrid y del Barça y lo normal es que ganaran. Por eso, digamos que mi afición nació desde el sufrimiento. No soy un neoatlético como los de ahora tras la llegada del Cholo y los títulos", apunta orgulloso.

Por medio de un pariente, escribió "Cholismo es fácil con los ojos cerrados". Un reportaje en el que explicaba cómo un invidente como él podía "implicarse de lleno en esa locura colectiva llamada balompié" desde un punto de "no vista", en el que recordaba cómo dejó de ver y empezó a sentir. El artículo tuvo mucha repercusión y en 2014 fue recompensado con una visita al estadio Vicente Calderón. Era la primera vez que disfrutaba de un partido de su equipo en directo a orillas del Manzanares. Su experiencia fue grabada en vídeo por el propio Club, aunque no era la primera vez que Miguel aparecía en los medios de comunicación.

En 2018, fue noticia porque la Federación de Centros de Enseñanza de Idiomas le premió por haber obtenido el certificado Advanced (C1) en inglés. Y en 2009, LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA se hizo eco de su historia de superación en el colegio Medalla Milagrosa. El reportaje, escrito por Judit Calvo e ilustrado con las fotografías de Emilio Fraile, también fue galardonado con el premio periodístico 'Por la integración' del Centro de Recuperación de Minusválidos Físicos de Salamanca. En él, Miguel expresaba su ilusión de ser periodista. Un sueño logrado diez años después por méritos propios y con el innegable apoyo de la ONCE, que "siempre está ahí". En la facultad, no precisó más ayuda que la conversión de los apuntes en formato Word para poder ser transcritos al sistema Braille y la realización de los exámenes a ordenador con un programa de voz. No quiere compasión, solo adaptación. Y lo está consiguiendo. "De momento no me han cerrado puertas, aunque igual he tenido que llamar dos veces para abrirlas".