Cuando Alejandro Sarmiento llegó a la gerencia del Museo de la Evolución Humana de Burgos en 2013, ya tenía tras de sí un importante currículo, como la responsabilidad de la capitalidad cultural de Burgos en 2016 o la dirección del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Esta semana, ha analizado en el Club del diario el éxito del modelo del MEH en el último lustro y cómo el centro que recoge los logros de Atapuerca es hoy un referente mundial.

-En un museo tan singular como el de la Evolución, ¿cuál es su papel en concreto?

-El Museo de la Evolución Humana es un centro particular. En el año 2009, la Junta de Castilla y León creó una realidad plural y compleja, como es la gestión conjunta del museo y los yacimientos, que se dieron en llamar Sistema Atapuerca. Al frente, hay un director gerente que ostenta la gestión del museo y de los centros dependientes. Los yacimientos tienen un acceso con cifras de visitantes muy altas durante todo el año en la localidad de Ibeas de Juarros y el centro de arqueología experimental de Atapuerca completan este sistema.

-Usted accedió a la dirección en el año 2003, ¿qué le pidieron?

-Lo que se pedía era la creación de un equipo. El MEH y Atapuerca es un sistema dual: existe un perfil netamente de gestor cultural, que es el que me corresponde, y otro netamente científico. Aquello, en mi opinión, fue un acierto. El primero se centraría en el apartado de las actividades mientras que el científico tendría competencias amplias, centradas en la parte científica y en las abundantes exposiciones que se realizan.

-Entonces, afrontan un "cambio" en el modelo, ¿puede explicarlo?

-Juan Luis Arsuaga, director científico y yo, nos referimos a ello como un cambio de la pirámide del museo al ágora. Entendemos que un centro que tradicionalmente se ha entendido como un espacio en el que se preservan bienes. Ese papel, siendo cierto, era excesivamente modesto. Cuando hablamos de ágora, apuntamos a una institución al servicio de generar lazos con los ciudadanos. A través de las bellas artes, una amplísima programación cultural, la gente tendría acceso a actividades de forma diaria.

-Al principio de su etapa, planteó uno de los retos más importantes: la internacionalización, ¿se ha conseguido?

-El equipo de investigación de Atapuerca tuvo desde el principio muy claro que la internacionalización era básica. Eso se ha conseguido publicando periódicamente trabajos -los llamados "papers"- en revistas científicas como Science o Nature, donde Atapuerca ha sido portada. El yacimiento es un equipo y una gran cantera científica, un proyecto al que todos los veranos acuden más de 200 investigadores del mundo, de carácter interdisplinar, en el que participan diferentes universidades. Asimismo, gracias al "producto Atapuerca", Burgos se ha transformado en "la ciudad de los orígenes" del hombre.

-Los fondos públicos son limitados y usted defiende la captación de recursos en el ámbito privado, ¿se ha aplicado este criterio en el MEH?

-En Burgos tenemos la suerte de que el museo está garantizado por la esfera de lo público de Castilla y León, con un presupuesto general que ha rondado los tres millones de euros. La primera obligación es hablar de sostenibilidad, de la ecología del propio sistema. Nuestra tasa en este sentido, dentro de los museos públicos, es excelente: por cada tres millones de euros públicos que recibimos, recuperamos un millón.

-¿Han captado, pues, fondos privados?

-La financiación privada debe ser un complemento. Si los recursos de un museo dependieran de los patrocinios, podría parecer que variaría el derecho de los ciudadanos a la cultura. Hemos conseguido rubricar acuerdos con la Fundación La Caixa para albergar tres exposiciones en el edificio y acabamos de obtener un acuerdo importante con la Fundación Telefónica, en el próximo mes de abril contaremos con la itinerancia de la exposición dedicada a "2001, Odisea en el espacio". Poder disfrutar de esa muestra asumiendo únicamente los costes de itinerancia es una de las opciones en las que solemos trabajar. Propuestas nuestras como el "león de las cavernas" han ido al País Vasco porque hemos obtenido un rendimiento y porque esta comunidad es para nosotros un yacimiento de visitantes a los que nos dirigimos. Asimismo, somos uno de los museos con una sociedad de amigos más activas. Esto supone aportaciones modestas, pero generan también un proceso de construcción social en el que estamos interesados.

-Los museos viven, en general, una etapa complicada. ¿Se debe medir su éxito únicamente por el número de visitantes anuales?

-Nunca. Siempre cito un ensayo que dice que "no se puede aplicar a la cultura la lógica de las mercancías". Es cierto que la Administración debe tener indicadores y el número de visitas es uno más, de carácter cuantitativo. Desde 2013, nuestro índice de visitantes hemos registrado un número creciente de visitantes, pero algún año bajarán? pero no pasará nada. Los más importantes son los datos cualitativos.

-¿Y cuáles son esos registros?

-A mí me interesan datos que son radicalmente democráticos. Por ejemplo, las opiniones de nuestros visitantes en TripAdvisor, llevamos cinco años seguidos obteniendo el certificado de excelencia. Los comentarios son valiosos porque sus usuarios son muy críticos. El día que perdamos este dato, me preocupará muchísimo. Otro dato cualitativo nos sitúa como uno de los centros que mejor programación cultural tiene de país.

-Es decir, que defiende una visión dinámica para un centro de este tipo.

-En el año 2013 podríamos haber asumido una perspectiva tradicional, desde la que los visitantes vendrían a valorar los registros fósiles que tenemos, pero no nos conformamos con eso. Frente a la idea de que una vez que has ido a un museo ya no tienes necesidad de volver, propusimos un motivo para que los ciudadanos de Burgos puedan renovar la visita cada cierto tiempo. Nos gusta decir que cada seis meses, renovamos el museo. Además, tenemos tres salas al servicio de los colectivos. Hemos hecho un esfuerzo inmenso también para que la sociedad conozca nuestras actividades. Lo importante es crear ciudadanía.

-Por lo tanto, tienen claro que los ciudadanos de Burgos y de Castilla y León son vitales en su proyecto.

-Existe una crítica a los grandes museos que trabajan con un objetivo netamente turístico. Para combatir eso, lo único que puedes hacer es trabajar para el ciudadano. Estos centros deben servir como palanca de transformación del territorio, pero también, en nuestro caso, deben buscar argumentos para que los burgaleses regresen al edificio.

-El caso más claro de "palanca de transformación" es el Guggenheim, que ha marcado un antes y un después en la renovación de Bilbao en el siglo XXI. ¿Es el MEH un caso semejante?

-Hay un antes y un después en Burgos desde el proyecto Atapuerca. Esta ciudad ha pasado de ser territorio de "curas y militares" a convertirse en región "de los orígenes", ganando la modernidad. Burgos tiene un gran pulmón cultural, que se codea en cuanto a actividad con los mejores exponentes nacionales.

Esto hace una década era impensable. Todos los días, nuestros salones están llenos. Eso crea más sociedad y un aire distinto. La cultural es un derecho ciudadano básico, pero para poder ejercerlo debes tener un lugar apropiado y eso es lo que intentamos hacer.

-El Museo de la Evolución fue una apuesta muy importante de la Junta de Castilla y León, también desde el punto de vista arquitectónico. ¿Cómo valora usted este aspecto en particular?

-Yo no soy arquitecto, pero la singularidad del diseño del Museo es evidente, como lo prueban los premios obtenidos. En este asunto de los grandes edificios, opino que la cultura no necesita grandes espacios para hacer cosas muy grandes. Hace unos años primaba el espíritu monumental y es cierto que contribuye a dar visibilidad al proyecto, pero también es verdad que un gran número de recursos tienen que ponerse a disposición del mantenimiento. En el caso del MEH, el edificio se convierte en un factor positivo, dimensionado en cuanto al presupuesto. Cuando esto no ha ocurrido, ese gran edificio, en lugar de ser una fortaleza, se convierte en una debilidad. España está llena de edificios ambiciosos, sin presupuesto para mantenerlos y, sobre todo, para hacer una programación cultural.

-Zamora alberga uno de los cuatro museos regionales de Castilla y León, el Etnográfico, cuyo objetivo quizá es un poco más complicado que "vender" los orígenes de la humanidad. ¿Qué le parece este centro?

-Conozco el Etnográfico porque lo dirige un compañero, Pepe Calvo, que lleva, según creo, 18 meses al frente. Compartimos una visión dirigida hacia la implicación social. Una de las primeras cosas que hizo él fue reunirse con nosotros, conocer nuestro modelo de programación y comenzó a utilizar nuestro cuadernillo. Es más, nuestra propuesta "Uantoks" sobre las tribus en Nueva Zelanda ha estado expuesta en Zamora. A mí me parece que los museos regionales formemos una red y que creemos sinergias. El futuro de los museos y de la cultura es trabajar, precisamente, en red.

-Zamora trabaja en un museo largamente añorado por la ciudadanía, el de Semana Santa, ¿cuáles deben ser las claves de este centro, según su experiencia?

-Junto a criterios como la interacción con la sociedad y la proyección al exterior, me atrevo a mencionar otra clave. El último paso en un proyecto cultural es la creación de un museo, no el primero. Lo primero que hay que pensar es el proyecto museístico: cuáles van a ser sus objetivos. En este país abundan los museos sin actividad, y no estoy diciendo que este sea el caso. En Burgos, ha habido un equipo muy importante desde hace décadas pensando en un museo inaugurado en 2010.