Bernardo Montoya asesinó en su propia casa de El Campillo a Laura Luelmo Hernández y no en el paraje de La Mimbrera, como había confesado. Lo confirman los abundantes restos de sangre hallados en la inspección de la vieja vivienda del detenido, un rastro que no pudo eliminar a pesar de haber limpiado a fondo todos los habitáculos con lejía, según las informaciones que fueron trascendiendo en la mañana de ayer. En su casa la retuvo, tras captarla la tarde del 12 de diciembre, durante horas, todavía por precisar cuántas, antes de arrojar su cuerpo a un terraplén donde fue hallado el lunes por un voluntario de Cruz Roja, junto a la carretera N-435, a cuatro kilómetros de El Campillo.

A 200 metros estaban su ropa interior y los pantalones, y cerca de La Mimbrera la manta manchada con sangre en la que envolvió el cuerpo de la joven profesora de Plástica para efectuar el traslado desde la calle de Córdoba, en la que ambos eran vecinos, hasta el lugar donde abandonó a su suerte a Laura, malherida aún, según se sospecha. La autopsia fija la muerte de la joven zamorana entre el 14 y el 15 de diciembre, de 48 a 72 horas después de su desaparición.

Los abundantes restos de sangre de Laura Luelmo Hernández hallados por la Policía Científica en el interior de la casa de su vecino de la localidad de El Campillo confirman que Bernardo Montoya asesinó allí a la profesora, tras violarla, y que no le propinó un solo golpe en la frente, puesto que el cuerpo presentaba otros signos de violencia. Los vestigios biológicos del asesino en el cuerpo de la joven zamorana desmienten, igualmente, la versión del vecino de Laura, que negó la agresión sexual.

Montoya había limpiado en profundidad la casa para destruir pruebas y lavado la ropa manchada de sangre que llevaba cuando la agredió, pero los sofisticados métodos existentes utilizados el miércoles por la Guardia Civil en la inspección del domicilio de Montoya, incluidos perros especializados para detectar sangre y la luz forense de que dispone el equipo central de inspecciones oculares, dieron al traste con las falsas versiones ofrecidas por el asesino confeso durante el martes, cuando fue detenido, y la madrugada del miércoles.

Los expertos de la UCO de Madrid y la policía judicial de la Guardia Civil de Huelva descartan que la acorralara en un callejón sin salida del pueblo con su Alfa Romeo y que, al forcejear con ella, le propinara un fuerte golpe en la frente contra el capó del coche que la dejó inconsciente, tras lo que le ató las manos, la metió en el capó y se la llevó al paraje de Las Mimbreras, para violarla sin conseguirlo. Esta versión concluía con que se deshizo del cuerpo de Laura arrojándolo a un terraplén próximo a la carretera N-435, donde quedaría semioculto por jaras. El acusado obviaba la agresión sexual, tras la que no solo habría propinado un fuerte golpe en la frente a su recién llegada vecina, sino una paliza.