Si alguien puede hablar con propiedad de cirugía taurina en la provincia de Zamora, ese es Enrique Crespo. Cirujano desde hace décadas, acumula una experiencia de más de cuatro décadas en las plazas de toros y festejos populares a lo largo de toda la geografía española. "Presume" de haber curado más de quinientas cornadas de toro, unas heridas "siempre diferentes" y "extremadamente complicadas" de sanar. Crespo estará presente esta tarde, a las ocho y media, en una conferencia en el Seminario San Atilano organizada por el Foro Taurino, conferencia que lleva por título "Otra percepción de la fiesta". El cirujano taurino es el encargado de dar comienzo al ciclo de actividades "Toros sin barreras", organizado por el Foro, y compartirá en este mercado sus conocimientos y experiencias sobre la fiesta de los toros desde su posición. "Un verdadero lujo", dicen desde la asociación taurina, "contar con la presencia de un ilustre zamorano, de reconocido prestigio en las plazas de toros" de toda España.

-¿Cuál es la situación actual de la cirugía taurina? ¿A qué problemas se enfrenta?

-En España está ahora mismo mejor que nunca, lo que no significa que esté perfecta porque eso es imposible. La asistencia quirúrgica en las plazas de toros se da de una manera correcta, con profesionales acreditados, y esto pasa en plazas con figuras del toreo y en lugares donde hay cortes o festejos populares. Entiendo que solo transcienden al público general las malas noticias, pero hay más buenas que malas y ahora mismo me vienen a la cabeza tres o cuatro casos de este año en los que, sin la presencia de los profesionales adecuados, estaríamos hablando de muertes en plazas de toros.

-La formación de profesionales es uno de los grandes retos de la cirugía taurina. ¿Cómo ve el futuro?

-En los últimos tiempos se ha perdido la vocación de ser cirujano taurino. Es una disciplina muy complicada porque el cirujano de una plaza, para poder solucionar unos pocos momentos críticos que tardan en presentarse o no se presentan, debe tener muchísima experiencia acumulada. No es fácil llevar a buenos profesionales, que los hay en los hospitales de toda España, a las plazas de toros. Esto se consigue de dos maneras. Primero, contagiar a otros cirujanos nuestra afición, la satisfacción que sientes cuando salvas una vida en unos pocos minutos. Y segundo, llevarles con dinero. Así de claro. Si queremos buenos profesionales en las plazas habrá que pagarlos y los empresarios tendrán que asumir que, en el futuro, el equipo médico de las plazas será más caro que ahora.

-Es un trabajo, o así lo parece desde fuera, muy especializado.

-Ni la herida es normal ni el paciente, el torero en la mayoría de los casos, es un paciente normal.

-¿Qué diferencia a una cornada de otro tipo de herida, desde el punto de vista médico?

-No hay herida traumática similar. Se provoca porque hay dos agentes, el toro y el torero, y los dos están en movimiento, uno intentando coger y el otro intentando zafarse. Es ese movimiento el que forma las trayectorias, y eso no lo tiene ninguna herida traumática. Una bala, una puñalada? tienen una trayectoria. Pero la herida de toro es muy especial, capaz de despistar a un cirujano no especializado. Yo he visto más de 500 a lo largo de 40 años de profesión y todavía me sorprenden. Es una herida muy traumática, por eso llama la atención que la gente le ha perdido el respeto. Los toreros también, ya que muchas veces siguen toreando con una cornada en el cuerpo, lo que me parece una locura.

-A los aficionados nos llama la atención como un torero que resulta cogido es capaz de reaparecer tan rápido. Algo tendrán que ver en esto los avances de la cirugía taurina.

-Por supuesto, pero también la rapidez. Cuando un torero o un mozo llegan al quirófano con una cornada, en cinco minutos estamos operando, limpiando la herida. Con esta rapidez se eliminan ya varios días de convalecencia, porque hay que tener en cuenta que la herida por asta de toro es muy sucia. Sobre la rápida reaparición creo que muchos toreros vuelven incluso antes de lo que deberían. ¿Por qué? Hay quien dice que es para cumplir contratos, pero creo que lo hacen para "quitarse el trauma", para demostrarse que se han recuperado, para reivindicarse.

-¿Cómo entra un torero al quirófano? ¿Qué clase de paciente es?

-Abatido. No por el dolor, que también porque en ocasiones hay cornadas realmente terribles. Pero entran abatidos porque se sienten derrotados por el toro aunque ellos tengan asumido que han nacido para ser toreros y que en cualquier momento pueden perder la vida en una plaza. Siempre me ha impresionado que, sea cual sea la herida, confían ciegamente en el médico que les va a atender. Son muy buenos pacientes.

-¿Y cómo salen de la operación?

-Lo primero que preguntan es que para cuánto tiempo tienen. Cuando una persona que ha estado a punto de perder la vida levanta el pulgar a los medios para tranquilizar a los suyos, eso causa una emoción tremenda. Ya se sienten sanados y piensan en volver desde que despiertan. Recuerdo una de las cornadas más graves que he tratado, la que sufrió el banderillero Paco Villalta, dos trayectorias y más de 20 centímetros en un sitio muy malo. A la salida del quirófano, los medios le preguntan y levanta el pulgar. Una hora antes se estaba muriendo. Esa satisfacción es increíble.