Una experiencia propia -sufrir un infarto hace poco más de un año- es el germen del último espectáculo de Santi Rodríguez.

-Regresa a Zamora con su nueva obra, "Infarto. ¡No vayas a la luz". ¿Se trata de su trabajo más personal, tras sufrir un infarto, como el del protagonista?

-Hacía mucho que no subía al escenario, es algo diferente al tradicional monólogo de banqueta. Ambientado en una habitación de hospital, es cierto que está inspirado en el infarto que sufrí yo mismo el pasado año. He considerado que es la mejor manera de superar todo lo ocurrido y reírme de ello o, al menos, sacarle el lado más simpático.

-¿Cómo surgió la idea de este proyecto?

-Estaba preparando el espectáculo nuevo y no sabía muy bien hacia dónde encaminarlo. Un día, hablando con Manu Sánchez, también humorista, me dio la idea de que me inspirara en lo que me había pasado, porque la verdad es que pasan muchas cosas que son graciosas o no son, al menos, tan dramáticas. Mucha gente ya me ha comentado que el mostrar la cara amable de esta situación le ha parecido una idea maravillosa. Soy partidario de que las cosas se vean desde un prisma positivo e incluso este caso concreto lo tiene. Ese es el lado que yo intento transmitir durante la hora y media que dura la representación.

-¿Llegó a ver la luz en su experiencia?

-Yo la luz no llegue a verla, por lo visto al encargado se le olvidó encenderla (risas). Y tampoco había túnel, por cierto, estarían en obras. La verdad es que la experiencia te enseña muchas cosas que he intentado reflejar en esta obra.

-Entonces, ¿considera que la risa es la mejor medicina para estas situaciones?

-No sé si es la mejor, pero es muy buena. Está comprobado además que el optimismo te ayuda a remontar antes de estas situaciones. Aquí es que solo tienes dos opciones: asumirlo y tirar hacia adelante o venirte abajo. Y yo, sin dudarlo, opté por la primera.

-Como su personaje, ¿aprovecha esta segunda oportunidad que le ha dado el corazón?

-Cuando te planteas que la vida te ha dado esta prórroga, lo que no he querido es que ya que no me he muerto del infarto, vaya a hacerlo con alguna barbaridad que se me ocurra experimentar como aventura. A veces no se trata tanto de que cambies tu forma de vida, sino de que cambies tu forma de pensar y aproveches mejor la vida, que es maravillosa. Y aproveches lo que tienes delante de ti, a lo que muchas veces no se le hace caso.

-¿Sobre el escenario es donde más cómodo se siente como actor?

-Siempre me he sentido muy a gusto ahí arriba. Y ahora más que nunca estoy disfrutando mucho haciendo esta obra, sobre todo por el contacto con el público. Tengo la costumbre muy sana de salir en seguida, hablar con la gente, hacerme fotos con ellos y compartir la experiencia. Es algo muy chulo que no te lo da ni la televisión ni el cine.

-Sin embargo, no olvida que la televisión fue la que le dio la fama para el gran público.

-La tele siempre viene bien, no lo vamos a negar, pero, de momento, no tengo ninguna propuesta, así que no me planteo nada más que lo tengo, que es maravilloso. Si me llega, pues perfecto y si no, también.

-¿Por qué momento está pasando el humor en España, hay más restricciones que nunca?

-Creo que lo que en estos momentos ocurre es que se olvida muchas veces el entorno o el sentido en que se hacen algunas manifestaciones. No es lo mismo estar en un teatro que en una plaza repleta de gente. En el primero estás representando algo y se debe de permitir absolutamente todo; es tan simple como elegir ir o no a verlo. Eres libre de acudir como público o quedarte en casa. Pero se está intentando cercenar una serie de manifestaciones y es peligroso por quién tiene la potestad de hacerlo. Si haces humor, a alguien le va a molestar, porque además el humor consiste en molestar un poco.

-¿Tiene la receta para solventar este problema?

-Lo primero que hay que aprender es a reírnos de nosotros mismos, de nuestras propias miserias y carencias. Si hiciéramos eso, entenderíamos mejor muchas cosas. Luego ya quizá en la vida pública haya que tener más cuidado y respeto. Pero en un escenario o en el entorno de una representación artística que cada uno se exprese como quiera y que vayan a verlo o no. Así se acabarían los problemas. A mí hay cosas que me parecen una barbaridad, pero no las veo y punto. Está llegando un momento en el que estamos perdiendo el norte y cada vez hay menos sentido común y más agresividad.