No hay quinto malo. Sin ningún género de dudas este ha sido el Festival de los Festivales. Por control del tiempo, por organización, por participación y, sobre todo, porque los artistas, todos los artistas, han alcanzado el punto justo de ebullición para presentarse radiantes ante el gran público. Público que abarrotaba el salón de actos de nuestro Colegio Universitario. Público sentado y varias decenas de asistentes, a los que se les permitió generosamente la entrada, de pie. Es evidente que este espacio se queda pequeño, pero es lo que hay. Como digo, el éxito ha sido tal, que hasta los artistas que no podían estar, estuvieron. Hablo de Miguel El Churre y de Silvia Castaño. Iré por partes.

Presenta el Festival Alberto Rodríguez, controlando en todo momento la complejidad del magno evento. Explica los objetivos de la cita (Homenajear a Blas Vega y colaborar con una noble causa, como es en este caso El Banco de Alimentos), además de dejar meridianamente claro, que éste es el Festival de los aficionados, empeño y legado de La Peña Cultural Flamenca Amigos del Cante, con el objetivo de que siga, cuanto menos, con el mismo vigor que ha exhibido este año. Agradece a los imprescindibles colaboradores su esfuerzo e invita a subir al escenario al presidente Santiago García y a la esposa del ilustre José Blas Vega, Maritere Ruiz, para hacerle entrega del preceptivo ramo de claveles rojos.

Rompe la serena y expectante noche, Eduardo Abril. Ex presidente y ahora secretario de La Peña. Conocedor cabal del cante como nadie y aficionado hasta la médula. Lo acompaña la mejor y más generosa sonanta de la Tierra del Vino. O lo que es lo mismo, Luis González, de Sanzoles, para hacer zambra y tangos, recordando a Pastora, Extremadura e incluso al Turronero.

Llega el turno de Manolo Pozoantiguo. Preciosas alegrías, también acompañadas por las palmas de Raúl García y bambera. Un cante de alivio pero de difícil ejecución. La guitarra corrió a cargo de la elegancia y contundencia tocaora de Miguel El Churre.

Ángel Hernández, El Fari de Sanzoles a escena. También con la sabia sonanta de El Churre. Milonga y soleá de Triana. Varias de Pineda, Arenero, Sordillo, Oliver, y sobre todo, Ramón el Ollero.

La gran Silvia Cataño, había anunciado su caída del Festival, finalmente pudo llegar y ser acompañada por la maestría y buen hacer de la mejor bajañí que haya dado Zamora, Miguel Uña. Abre por toná grande, para encarar la debla. Y qué debla, ese cante prácticamente en desuso y olvidado, que rescató para ventura del flamenco Tomás Pavón aprendiéndolo de su suegro Labio Burra. Silvia y Miguel cierran por fandangos de Huelva.

José Madridanos con la guitarra de Luis González interpretan cantiñas para acabar por una interesante muestra de cante minero levantino: minera, taranto y taranta del Tonto Linares.

Las guitarras solistas de Marcos Mateos y Arturo Rivera también hicieron las delicias del público, especialmente con su primer tema, la conocida rumba de Paco de Lucía "Entre dos aguas", lo bordaron y el público se lo agradeció con creces. Finaliza el propio Marcos con toque por soleá.

Vicente, El Campanero de Gema, acompañado por Luis González, destaparon una memorable actuación. Empezaron por milonga para rematar por seguiriyas: Antonio y Manuel Cagancho y cierre de Manuel Molina.

Sin ningún género de dudas, aunque el nivel de los artistas fue, como ya he dicho, de auténticos profesionales, el momento más sublime del Festival se alcanza con la presencia de Clemen Valle sobre el escenario, especialmente por el contenido de su cante. Abre por la monumental toná de Blas Vega, dedicada al flamencólogo "allá donde esté" y a su esposa Maritere. Con letra de servidor y arreglos de Antonio López Olmo, Yeyé de Cádiz y el propio Clemen. Fue estrenada e interpretada por el gaditano con motivo del traslado de sus cenizas a Morales del Vino. Desde entonces no se había vuelto a interpretar en público hasta el sábado. Además, nuestro maestro de El Pego, desgrana un suculento ramillete antológico por soleares.

Yoli Arévalo, con esa portentosa voz que acostumbra, acompañada por la guitarra de Eduardo Ufano, canta por malagueña de Chacón y la grande de El Mellizo.

Llega el turno de Enrique de La Juana, al cante, y Fermín Niño de Sanzoles, al toque. Arte gitano en estado puro. Tientos y tangos de inicio para despedirse con una generosa sucesión de soleares, varias de ellas con lírica propia del gran Enrique y las últimas fuera de micrófono.

Rosi Crespo, con su espléndido eco de voz y el toque de Luis González, hace cantiñas, cerrando por vidalita "en homenaje a mí padre que fue quien me la enseñó".

Se hizo esperar pero mereció la pena. Soledad Luna la gran diva de la copla y el cante zamorano desplegó su sapiencia acompañada por el mago de la bajañí tierracampina Miguel Uña. Preciosa canción y canción por bulerías pusieron un broche perfecto a un festival perfecto. A partir de ahí, los artistas retornaron al escenario para ejecutar un fin de fiesta redondo como toda la velada.

¡A seguir por la misma senda!