La fecha del 3 de febrero de 2007 quedó grabada para la Historia de la Música en Zamora. Fue la primera y única ocasión en la que los zamoranos pudieron deleitarse con la magistral voz de la última de las grandes divas. Montserrat Caballé ofreció un concierto en la iglesia de María Auxiliadora, en la capital, ante unas 3.000 personas que abarrotaron el templo hasta el punto de que el recital comenzó con casi treinta minutos de retraso hasta que todo el público se hubo acomodado. Del brazo del pianista, serena y con esa sonrisa eterna que la hacía tan cercana pese a que su arte se elevara hasta la estratosfera. Aquel día, en la hora y media de ensoñación melómana en la que se sumió Zamora en el repertorio de la soprano se incluyeron obras de Händel, Cherubini, Leoncevallo y Turina.

La categoría de su arte sólo era comparable a la de su modestia. En la entrevista publicada en esas fechas en este periódico reconoció que, más que artista, Montserrat Caballé se consideraba "una amante de la música que pretende que el compositor sea el verdadero protagonista". Profundamente creyente, disfrutó de la atmósfera de María Auxiliadora en la ciudad que, otras veces, ha visitado su hija Monserrat Martí Caballé, gran amiga del barítono toresano Luis Santana. "La fe te inspira y te ayuda", afirmaba la que ha sido una de las mejores sopranos de la música universal. Los autores a los que tanto respetaba, de Verdi a Donizetti o Wagner, habrán salido a recibirla para agradecerle tanta belleza como regaló, y ya junto a la Callas o la Tebaldi podrá poner voz a una partitura escrita en las estrellas