La vulnerabilidad de los ancianos ha llevado al abogado zamorano Alfonso Martín Carretero a desarrollar la Teoría de las Intensidades de la Capacidad de Obrar y a proponer un protocolo de riesgo, un control con la intervención de familiares, profesionales o instituciones sobre sospechosas extracciones de dinero, por su cuantía, donaciones o venta de patrimonio. El objetivo: impedir estafas.

-Los ancianos son un blanco fácil para los estafadores. ¿Qué medidas propone para protegerles, como experto en la materia ?

-En mi Teoría de las Intensidades en la Capacidad de Obrar planteo una protección a partir de una edad, un refuerzo, bien de un familiar de confianza, bien de una institución o de un profesional. En los bancos debería existir un protocolo de riesgo que cuando el anciano extrae dinero de sus cuentas permita contactar con familiares, controlar las disposiciones patrimoniales, que es donde existe más riesgo.

-¿En qué consistiría ese protocolo de riesgo?

-Reglas que permitan a la entidad financiera contactar con familiares del anciano cuando se extraen cantidades importantes de dinero, consistente en conversar con él antes de entregar el dinero, consultar a algún familiar o, incluso, a alguna institución pública.

-¿Qué consejos daría a estas personas?

-Solo deben fiarse de personas que conocen de hace mucho tiempo; de aquellos familiares que les hayan demostrado que siempre están ahí; antes de firmar ningún documento de cierta entidad deben consultar a un profesional porque puede tener una trascendencia tal que sean actos irrevocables.

-Hay estafadores que logran que el engañado pase por el notario. ¿Cómo impedirlo?

-Debería haber un control sobre operaciones como avales, poderes, donación o venta de una propiedad que puede ser, más que una operación de enajenación, una donación al fijar un precio muy por debajo del valor de mercado. La forma de impedirlo es con la intervención de un familiar, un profesional de confianza o una institución ante una operación llamativa.

-¿Cuál sería la función de esa persona, profesional o institución a cargo del anciano?

-Controlar, especialmente, las disposiciones patrimoniales para saber en todo momento qué están haciendo. Nos encontramos con mayores que otorgan un poder notarial a una tercera persona sobre su patrimonio sin ser consciente del alcance de esa decisión. Otro riesgo son los avales bancarios: firman en el banco, se olvidan y al cabo de unos años puede haber problemas.

-¿Se trataría de blindar a los mayores y su patrimonio?

-Sí. Además, hay otro elemento más de riesgo, la mayor parte viven solos, sus familiares pueden vivir en otro lugar, incluso muy lejos, y tienen muchos momentos de soledad y los estafadores saben cómo aproximarse, qué decirles para ganar su confianza, les cuentan que tienen problemas económicos, saben el momento en el que tienen que echar mano de esa estrategia.

-¿Cómo se articularía esa red de protección y control?

-Podría ser a través del Colegio de Abogados, del Ministerio Fiscal, con un conjunto de personas independientes encargadas de valorar si determinado tipo de operaciones sospechosas deben o no ser admitidas. Es preferible que un control previo a que se encuentren con que se ha entregado el dinero y ya no haya marcha atrás.

-¿Estudian a sus víctimas, cómo se aproximan a ellas?

-Ya conocen al anciano, a veces, desde hace mucho, y poco a poco van estrechando la relación, crean un clima adecuado para que le acabe contando su situación personal, si está solo, si la familia se ocupa de él..., a partir de ahí, comienzan a ganárselos con argumentos como "estoy a tu lado", "sabes que puedes contar conmigo", "tengo un problemilla, ¿por qué no me quedo a vivir contigo?".

-¿Cómo les convencen?

-Tejen una relación de máxima confianza y terminan por describir si tienen propiedades o dinero e incluso cuánto. Algunos, ingenuamente, tienen sus nóminas o movimientos bancarios a la vista en casa, joyas, cuadros u ornamentos en fácilmente vendibles.

-¿Cuando la familia se percata de la estafa ya es tarde?

-Sí, suele haber sorpresas en testamentos, en donaciones o, simplemente, con entregas de dinero que las víctimas no cuentan a su familia. Muchas veces, dan el dinero porque creen que se lo devolverán, que es solo un préstamo.

-¿Cuánto tiempo tardan en envolver a los ancianos?

-Es una labor muy lenta, de un año o año y medio, saben que hay que ser pacientes para hacerlo bien, los estafadores se encargan de acompañar al anciano en tantos días de soledad que tiene. La fragilidad del anciano, por esa soledad y por la debilidad personal que implica la edad, es otro factor.

-¿Cuál es el perfil de este tipo de delincuente?

-Suelen ser personas que han corrido mucho en la vida, de mediana edad, incluso, de más de 60 años que pueden mantener fácilmente una conversación con los mayores, tienen más afinidades. En un porcentaje alto, tienen algún problema de tipo económico o algún familiar, o sabe, simplemente, las circunstancias en las que vive el mayor y quiere aprovecharse, aunque tenga una situación estable.

-¿Y el perfil del estafado?

-A partir de 70 años hay un riesgo, la víctima tiene un nivel económico medio, algún dinero en el banco o en casa, costumbre que deben evitar, patrimonio inmobiliario, como el piso, y joyas. El nivel cultural es indiferente.

-Se da el caso de residencias que admiten a los ancianos sin liquidez a cambio de la entrega de su patrimonio, por lo general, mucho más valioso que el tiempo de vida que les queda, ¿no es una estafa?

-No necesariamente es un fraude. Debe haber un control, un asesoramiento externo, porque puede ocurrir que vendiendo ese bien pueda tener la vida resuelta hasta que cumpla más de cien años. Esa operación exigiría un control para evitar situaciones abusivas, una tasación real de la vivienda o el bien a entregar, ver que la operación es razonable, legal y buena.

-¿Habría que replantear los baremos para incapacitar a las personas?

-En mi Teoría planteo que los mayores pierden la capacidad para obrar de forma lenta y no siempre regular, por tanto, pueden dar una imagen de que están bien, hablar con normalidad al ir a firmar un documento y no ser así. Debería plantearse una protección extraordinaria a partir de una edad, un sistema cerrado de edades para que se hagan controles y determinar si pueden o no tener capacidad para decidir.

-¿Los ancianos no son conscientes de que un simple papel es válido solo con llevar su firma, permita lo que permita?

-No y es un documento legal, especialmente si está escrito a mano por él. Debería haber una norma para implantar una especie de visado sobre todo documento de disposición patrimonial de entidad, un mecanismo de control, ejercido por un profesional o una persona que constate que no hay abuso, que le dé al anciano que firma la perspectiva del alcance de su decisión.

-¿Estos mayores llegan a percatarse en algún momento de que les engañan?

-Es muy difícil para ellos reconocer que les han engañado porque sería como asumir que no tienen capacidad, que están perdiendo facultades, eso evita que ellos mismos lo admitan, a lo mejor incluso, pasa lo contrario, acaban diciendo que lo han decidido así.

-Los ancianos ha manejado sus economías en pesetas la mayor parte de su vida, siguen sin interiorizar el euro, ¿eso les convierte en presa fácil?

-Sí. Desarrollaron su vida laboral en pesetas y les es más difícil reconocer el valor real de las cantidades, eso les puede llevar a creer que 2.000 euros son 2.000 pesetas. A veces, no son conscientes de la magnitud de la cuantía, por ello, a partir de una cantidad, las operaciones en bancos, notarías, contratos de servicios públicos o compras para ser válidos deberían llevar su valor en euros y pesetas, debería ser obligatorio.