Un diálogo entre 35 obras ejecutadas en diversos materiales y en distintas épocas del escultor Baltasar Lobo y una serie de reproducciones de copias de arte romano y griego se establece en las dependencias de la Casa del Sol del Museo Nacional de Escultura en la exposición "Un moderno entre los antiguos", que puede contemplarse en Valladolid hasta finales del próximo mes de octubre.

Las obras del terracampino forman parte del legado del artista, mientras que las clásicas suponen un pequeño escaparate permanente de la antigua colección nacional de reproducciones que estaba en Madrid y que se adscribió al Museo Nacional de Escultura desde el año 2011. "Queríamos comenzar a darle a la Casa del Sol más vida utilizando la colección clásica como un punto de partida para hablar de lo contemporáneo y me parecía que comenzar a relacionarlo con Baltasar Lobo, tras haber trabajado en profundidad sobre él, era una buena solución", sostiene María Bolaños, directora del Museo Nacional de Escultura y gran conocedora de la producción del artista de Cerecinos de Campos.

Las 35 esculturas en bronce, mármol y escayola las seleccionaron desde el centro nacional en los almacenes del Museo de Zamora, que custodia desde hace años el legado del artista. "Al ver las piezas veíamos muchas conexiones, pero el diálogo entre las obras se vertebró en el montaje en la propia sala. Las creaciones de Lobo pedían ir con ciertas obras habituales de la Casa del Sol", describe la historiadora que ejemplifica que una de las esculturas que habitualmente está en la Casa de los Gigantes, "Mujer tumbada", no teníamos muy claro su ubicación hasta que nos dimos cuenta de que tenía una cercanía con la obra del Partenón".

Entre las piezas, préstamo del Ayuntamiento de Zamora, priman mármoles apenas esbozados o escayolas inconclusas que denotan la sabiduría de Lobo. "Cuando ves una escayola que está en estado casi informe ya se puede ver un conocimiento del cuerpo humano, de la expresividad, del gesto... Lobo con muy poco, dice mucho", argumenta la historiadora.

El recorrido expositivo comienza con un ámbito donde se contextualiza al autor y su producción de manera cronológica con una gran foto del Baltasar Lobo en su estudio parisino como fondo. En este primer espacio, entre otras piezas, puede descubrirse el boceto de la obra que embellece la tumba del escultor en un cementerio en París.

Las creaciones de Lobo, situadas sobre peanas de color madera y con cartelas en una tonalidad similar frente al blanco de las obras de la sala, se codean con antepasadas milenarias y en ellas demuestra su interés por los mitos helenos que plasma olvidándose de proporciones naturales y optando por la simplificación de formas.

El impresionante vaciado de "Ariadna abandonado" convive con varias esculturas donde Lobo evidencia su preocupación por la naturaleza del cuerpo femenino y donde huye de lo superfluo. Rostros del terracampino se exhibe entre una amplia serie de cabezas de personajes mitológicos o inventados, pasando casi desapercibidos para el visitante porque parecen "casi de familia". Una estrecha relación también se logra entre una cabeza de Hera y el rostro de una gitana de Lobo o entre un jugador de baloncesto y el gladiador Borghese. Diálogos enriquecedores y alejados de estridencias.