El verano está para divertirse y los niños de la asociación Autismo Zamora tienen la suerte de contar con un campamento urbano desarrollado acorde a sus necesidades y particularidades, donde el ocio es la principal meta, además de servir de respiro y conciliación para sus padres en estos meses de vacaciones.

Una veintena de niños y jóvenes -de entre 7 y 21 años- se benefician de esta iniciativa, que cuenta con la participación de psicóloga, logopeda, pedagoga y maestra en audición y lenguaje, además de varias voluntarias especializadas en psicología o trabajo social, todas ellas con formación específica en el trastorno del espectro autista.

Y es que una de las metas de esta iniciativa es, sin duda, el mantener lo aprendido durante el curso con estas profesionales. "Se trabajan los objetivos específicos en el trabajo individual, pero también la interacción social con el trabajo en grupo, la autonomía y la socialización, poniendo en práctica habilidades sociales", resume la psicóloga Elisa Encinas.

La autonomía es uno de los aspectos que más se trabaja en estos meses de verano. "Ellos saben que tiene que almorzar, lavarse los dientes o coger su mochila. Nosotros estamos aquí de apoyo para lo que necesiten, pero son ellos los que deben encargarse de todas estas actividades. Somos la herramienta que está por detrás, pero es mejor que lo hagan todo ellos solos", reconoce Encinas.

Los beneficios de este campamento van más allá de lo lúdico. "No perdemos los objetivos de intervención que tenemos. Quizá ahora se trabaja de una manera más distendida que durante el curso, pero los objetivos básicos que tenemos que reforzar están claros y seguimos trabajándolos, aunque sea de una manera más relajada", indica. De hecho, el campamento es una de las actividades que más les gusta a los niños. "Desde febrero están preguntando por él", asegura.

La estructura del día a día está bien definida. "Tenemos una rutina que comienza con la asamblea, donde recordamos el día que es, el tiempo que hace o qué compañeros han venido. Después tenemos juegos grupales y más tarde trabajamos con ellos de manera individual en las materias que más le cuesta a cada uno", explica la pedagoga Paula Monje.

Lo que todos esperan cada día con mucha ilusión es la última parte de la jornada, aquella en la que cogen su mochila y se acercan hasta la piscina Sindical. "Allí es donde más disfrutan, les encanta", reconoce Monje. Además, se aprovecha para incidir en la socialización con otros grupos de campamentos o grupos de niños que están también allí. Una forma divertida de mostrar a los demás que estos niños pueden ser los mejores amigos.