La posible marcha de Leche Gaza de la ciudad de Zamora ha generado ríos de tinta y reacciones en todos los estamentos de la vida pública de la capital. Instituciones, partidos políticos o federaciones vecinales han mostrado sus opiniones al respecto con el objetivo firme de buscar una solución a este enrocado conflicto. La fábrica, por el momento, mantiene su silencio, aunque trabaja sin descanso en posibles soluciones. Opciones que van desde intentar continuar con sus planes en los terrenos que actualmente ocupa hasta comenzar a sondear hipotéticas ubicaciones fuera de la capital. Pero, ¿qué hay de cierto en todo lo que circula por la calle y quién es quién en este problema?

A finales de mayo del año 2016, Leche Gaza anunció su intención de ampliar la fábrica que posee a las afueras de la capital. Una idea que se convirtió en realidad apenas unos días más tarde, cuando la asamblea de socios apoyó la iniciativa de impulsar las nuevas instalaciones para aumentar la capacidad productiva de la central lechera. El objetivo de la industria láctea era ambicioso: necesitaban más espacio para poder duplicar la producción, que actualmente es de 50 millones de litros de leche al año. Gaza se marcó un horizonte de cinco años para llevar sus planes a cabo y estimó la inversión inicial en 2,5 millones de euros. Para afrontar el desafío con garantías, los ganaderos acometieron una ampliación de capital de un millón de euros en febrero de 2017 y posteriormente se incrementó nuevamente ese capital. Había proyecto, había dinero y había consenso en la cooperativa. Llegó el turno de la burocracia.

Gaza presentó sus planes ante el Consistorio: querían incrementar el espacio de la fábrica en 6.500 metros cuadrados, pero necesitaban que el Ayuntamiento de Zamora les diera luz verde. Ese fue el origen de los problemas. El proceso de aprobación del estudio de detalle para la ampliación de la industria duró prácticamente un año y medio. Demasiado tiempo para los planes de Gaza, en cuyo seno nunca ha sentado nada bien esta demora. Finalmente, en octubre de 2017 se conoció el visto bueno de los técnicos municipales al proyecto. Todo había comenzado en mayo de 2016: la cuenta es clara. Con este trámite salvado, el turno saltó de Zamora a Valladolid.

A finales del mes de diciembre de 2017 llegó el segundo gran contratiempo para Leche Gaza. El Boletín Oficial de Castilla y León publicaba la resolución acerca de la viabilidad del proyecto y el resultado fue que no era viable. La Confederación Hidrográfica del Duero, organismo dependiente del Gobierno, explicaba en su análisis que debía informar desfavorablemente a la ampliación de la fábrica por encontrarse el sector Almaraz en una zona inundable cada 500 años. Posteriormente, con el revuelo ya formado, la CHD amplió sus razones. Se dijo que el proyecto de Gaza no tenía en cuenta las características especiales de la zona, que muchas instalaciones quedarían por debajo de lo que se denomina el calado máximo de las aguas y que el sector está catalogado como "de flujo preferente" por la cercanía del arroyo de Valderrey. En resumen: si Gaza quería construir en este espacio, tendría que presentar un nuevo proyecto porque el existente nunca iba a recibir el visto bueno. Un anuncio que no hizo sino preocupar aún más a los ganaderos, muchos de los cuales habían ampliado ya sus granjas en el momento en que la cooperativa decidió ampliar la fábrica, por lo que ahora veían en peligro sus inversiones. El turno pasó a los mediadores.

La incertidumbre sobre el futuro de Gaza comenzó a preocupar en la ciudad y el asunto se convirtió en una suerte de "problema de estado" en el mes de junio de este mismo curso, cuando comenzó a correr el rumor de que Tordesillas se había interesado por el proyecto de los ganaderos zamoranos. Apenas un mes antes, en mayo, el anterior subdelegado del Gobierno en Zamora, Jerónimo García Bermejo, había pedido a la CHD un informe "al detalle" sobre las posibilidades de inundación en la zona. Su sucesor, Ángel Blanco, continuó con el papel de mediador y hace unos días se ofrecía a coordinar una reunión entre Confederación, Ayuntamiento y Gaza para buscar soluciones. En este punto, el futuro de la fábrica es ya un asunto público y el turno ha llegado a la presión social.

Partidos políticos, instituciones y federaciones de vecinos se han involucrado en la problemática. Nadie quiere que Gaza abandone Zamora. Ni siquiera las casi 6.000 personas que ya han firmado una petición en la plataforma "change.org". Pero la realidad es que es un escenario plausible. Si ocurre, eso sí, no sería para aterrizar en la mencionada Tordesillas ni en ningún lugar que se encuentre fuera de los límites de la provincia. Gaza trabaja con cerca de cien ganaderías zamoranas, la localización de las granjas es parte de su patrimonio y por eso todas las opciones pasan por Zamora. Por el momento, la industria está llevando este asunto con absoluto hermetismo y alejándose lo máximo posible de los rumores que día a día saltan sobre su futuro. Un futuro cuya única realidad es que, a día de hoy, ni siquiera conocen en el seno de la cooperativa. El asunto se arreglará en los despachos a lo largo de los próximos meses, aunque quizá haya pasado ya demasiado tiempo para los intereses de la fábrica.