Conocer el mundo de la poesía de León Felipe ya no solo es apto para los más mayores de la capital. Ahora, los más pequeños también pueden hacerlo. Todo gracias a la actividad "Coloreando versos de León Felipe", organizada por el Museo Etnográfico de Castilla y León. Alba Bartolomé es la encargada de que los más pequeños, de cinco a diez años, conozcan de una forma más personal al poeta del que ahora se cumplen cincuenta años de su fallecimiento.

El taller, que se clausura mañana tras varios días de actividad, es una iniciativa para conocer, de manera más adaptada a la versión infantil, a la figura del creador literario. "Como León Felipe no es muy para niños, les he contado la historia muy resumida de su vida, para que ellos lo puedan entender", afirma Alba.

La actividad más destacada del taller es la representación en cartón de la casa de la que el poeta hablaba en uno de los fragmentos del poema "Qué lástima". Los niños colorean, recortan y pegan cada uno de los elementos nombrados en el poema para crear el hogar que él deseaba. "Están haciendo la casa blanca deseada por el poeta dibujando cada una de las cosas que aparecen en esta parte del poema. Dentro de la casa dibujan al abuelo que gana la batalla, y también van a hacer el sofá de cuero del que también habla el poema", señala la monitora.

Gracias a esta propuesta, los niños conocen la vida mucho más a fondo, y, además, les seduce. "Nos gusta mucho el taller. Escribimos sobre León Felipe y a través de una poesía que nos ha contado Alba hacemos una casa blanca con su abuelo, un sofá y un retrato. Ponemos dentro lo que dice el poema", declara una de las niñas, con ganas de terminar de hacer el sofá para acabar la peculiar vivienda.

Otra de las actividades que han realizado ha sido dibujar un retrato del poeta libremente, cada uno a su manera. "Para que León Felipe no fuese abstracto, hoy han hecho su versión del escritor zamorano", señala Alba. Cada uno de los niños ha dibujado al poeta tal y como ellos han querido, como ellos lo ven. Unos más fuerte, otros más delgado; unos con las gafas más redondas que otros, pero, en definitiva, cada uno de la forma como lo perciben.

Gracias al taller, el poeta de barro, como él mismo se definía, deja de ser un desconocido para los niños, algunos de los cuales aún están aprendiendo sus primeras letras. Y quién sabe si, detrás de la puerta de esa casa de cartón recortada en el taller, serán capaces de descubrir el fascinante mundo de los libros para no volver a cerrarla jamas.