Carteles con algunos de sus versos más representativos o una fotografía que rememora el homenaje que se le tributó en el Teatro Principal sin olvidar su mesa, donde pasó muchas tardes y donde estos días pueden ojearse algunos de sus libros y donde están también sus gafas y hasta una fotografía de él con el hostelero José María Esbec Fernández conforman la miniexposición dedicada al poeta Waldo Santos, el poeta que amó la libertad.

Alejado de efemérides y aniversarios por los que habitual se recuerda a los ausentes, este homenaje surge de la amistad y cariño tributado por sus más cercanos y por el empresario hacia este hombre poliédrico que trabajó en Abastos, en Sindicatos, que fue profesor del Corazón de María y hasta procurador en Tribunales.

Waldo Santos, fallecido en 2004 cuando contaba con 83 años, era el más juglaresco de los poetas zamoranos. Natural de Castronuevo de los Arcos, publicó su primer poemario en el año 1969 tras el que siguieron una docena de libros, entre otros, "Mi voz y mi palabra", "Palabra derramada", "Toba, clavel y viento", "Grito de estopa" o bien "Oyendo cómo crecen las ortigas". "Era un ser anárquico que no tenía reparo en hacer sonetos. Lo importante para él eran las ideas que hay detrás de las palabras", sintetiza Manuel Ángel Delgado de Castro, gran conocedor de su producción.

Santos, bebía de Cervantes, Quevedo, Valle Inclán, Celso Emilio Ferreiro, Unamuno y procesaba una simpatía total por León Felipe con el que "compartía su manera de entender la lucha contra la justicia", describen aquellos que le conocieron.

El homenaje al poeta se complementa con veladas poéticas hasta el sábado donde, sobre las 21.00 horas, en la Baraka se declaman versos del autor y se proyectan una serie de vídeos compuestos por imágenes del archivo familiar y grabaciones del autor leyendo que reflejan "su forma de entender la vida y lo que padeció. Sufrió la soledad por las consecuencias de su postura vital, aunque él era y sigue siendo un hombre muy querido".