Un cambio drástico. De país, de sistema educativo, de amigos... Toda una experiencia es la que ha podido vivir la zamorana Irene Alonso Marcos gracias a la beca de la Fundación Amancio Ortega, que le ha permitido estudiar 1º de Bachillerato en el instituto Carleton Place, ubicado en el pequeño pueblo con el mismo nombre, situado en Canadá. "El centro es muy parecido a mi instituto, el IES Universidad Laboral, en tamaño. Como teníamos que movernos de aula en aula para cada clase, tuve que acostumbrarme a andar rápido y aprenderme las rutas más cortas para no llegar tarde", recuerda, haciendo hincapié que la vida estudiantil allí "es mucho más relajada, pero no necesariamente peor. Los alumnos respetan mucho a los profesores y nadie molesta en clase", asegura.

Y es que el sistema educativo en Canadá es "increíblemente diferente", empezando por la división del curso en dos semestres con cuatro asignaturas cada uno. "El nivel es más bajo y apenas tenemos que memorizar los contenidos. Me he dado cuenta de que los profesores facilitan mucho las cosas a los estudiantes, están totalmente involucrados, se quedan durante la hora de la comida, antes y después de clase, incluso los días que no hay, solo para ayudar a todo el que lo necesite", agradece. Una ayuda que se incrementaba un poco más en el caso de los estudiantes extranjeros, como era su caso. "Nosotros podíamos utilizar traductores y teníamos más tiempo para los exámenes", pone como ejemplos.

De igual manera, los compañeros también facilitaron su integración. "Están muy acostumbrados a los estudiantes internacionales, así que no te prestan la atención que por ejemplo les prestaríamos en Zamora. Además de españoles había gente de China, Japón o Suiza", enumera.

La misma buena acogida encontró en la familia con la que convivió. "Suena a cliché, pero creo que no pude tener más suerte. Una pareja majísima que se preocupaba por mí e intentaba organizar el mayor número de actividades posibles, a pesar de sus trabajos. Me han hecho sentir parte de la familia", valora.

Todo esta convivencia, tanto en clase como en casa, le ha ayudado muchísimo a la hora de conseguir uno de los objetivos de esta beca, que es ganar fluidez con el idioma. "He notado un progreso impresionante con el inglés. Al tener que hablar siempre en esta lengua, tanto con la familia como con los compañeros de clase, controlo el idioma bastante bien. Incluso hablaba en inglés con el otro estudiante español que había en el instituto", afirma.

Aun así, reconoce que estar todo un curso lejos de casa es difícil. "Fue un cambio enorme el tener que acostumbrarme a vivir sin las facilidades que mi familia me aportaba, sobre todo el no tener su amor y su apoyo tan directamente", confiesa. Pero añade que, gracias a la amabilidad de los canadienses, todo fue más sencillo. "La gente que vive allí se interesa por aprender cómo es nuestra cultura y modo de vida. Y a mí me encantaba que me preguntaran por mi tierra. Tanto a mi familia como a mis amigos les he contado muchas cosas de Zamora, lo bonita que es, así que ahora hay muchos que quieren venir a visitarla", asegura. "Están enamorados del español, consideran que tiene un acento muy dulce, y algunos amigos se descargaron hasta aplicaciones para aprenderlo", añade.

Poco le han sorprendido los canadienses respecto a la idea que tenía preconcebida de ellos. "Todos son generosos, simpáticos y ofrecen ayudarte incluso si no te conocen. Nunca te dirán que no e intentarán aconsejarte en todo lo que puedan", les describe. Lo que más le gustó de ellos fue la amalgana de diferentes nacionalidades. "Me sorprendió que casi nadie era canadiense. He conocido a gente con ascendencia latina, escocesa, rusa, china, india, bielorrusa, inglesa o francesa. Y de todo tipo de religiones también. Al no estar acostumbrada a esta variedad de culturas, he aprendido a no juzgar tan rápidamente y a no suponer lo que cada persona es", admite.

Los estudios al otro lado del Atlántico no le han impedido continuar con su pasión por la música. "He dedicado mucho tiempo a ella, tocaba en la banda del instituto y con mis amigos. Una de las mejores cosas de tocar un instrumento es conoces a los mejores amigos en la banda, gente con la que tienes cosas en común y puedes pasar el tiempo haciendo lo que más te gusta". Una afición que compaginó con las actividades que disfrutaba con su familia de acogida, como esquiar, patinar, ir al cine o visitar museos. "Incluso hacer la compra con ellos era divertido", subraya.

Por todo ello, considera que esta ha sido una de las experiencias más enriquecedoras que ha vivido. "He tenido momentos que nunca imaginé, he conocido a gente estupenda que me ha aportado mucho, he visitado nuevos lugares y he aprendido mucho", resume. Un curso que le ha hecho "lograr una mejor versión de mí misma, llena de ganas de vivir y de explorar el resto del mundo. Es un cambio que no sabía que necesitaba, pero que me ha venido muy bien para mirar las cosas con otra perspectiva y crecer como persona".

Así que no puede más que aconsejar solicitar esta beca a todos los estudiantes porque "no se arrepentirán". Aunque considera que no todo son ventajas, "merece la pena". En su caso explica que no sabía lo que se estaba perdiendo "hasta que tuve la oportunidad de cruzar el charco y verlo por mí misma. Las dudas son normales, yo también las tuve, pero ahora sé que tomé la decisión correcta. Esta es una experiencia en la que incluso de los inconvenientes se aprende y te hacen ser mejor persona. Se debe intentar, porque no hay nada que perder y sí mucho que ganar", anima.