Ficha técnica - La tarde: Agradable a la sombra y calurosa al sol. Sin viento, lo que agradecieron los toreros. - Público: Unos seis mil asistentes, la mejor entrada de los últimos años en el coso zamorano. Más de media entrada. Lleno aparente en los tendidos de sombra y aficionados diseminados por el sol. La corrida empezó con 15 minutos de retraso por la cantidad de gente que esperaba para entrar. - Los toros: Animales de la ganadería salmantina del Pilar. Escasos de fuerza y de bravura la mayoría.

Cuando un aficionado que no asiste a una corrida de toros quiere saber cómo ha ido la tarde, generalmente pregunta por las orejas. Suelen ser el termómetro de lo que ha sucedido en el ruedo. Reflejan, dependiendo de las plazas, que faenas han tenido mayor recorrido. Sin embargo, cuando son excesivamente baratas, pierden esa categoría de referencia. Eso es lo que pasó ayer en la plaza de toros de Zamora. Si a un aficionado que no acudiera se le guiara con los trofeos, se quedaría igual que estaba. Cortaron una cada torero en faenas que, salvo retazos de la primera de Talavante, no pasarán al recuerdo de la afición.

Lo mejor lo dejó Roca Rey en una faena en la que, reflejo de como fue la tarde, se tuvo que conformar con las leves palmas del público. Fue la espada la causante de la situación. El toro, un negro bragado de 476 kilos, no fue nada del otro mundo, pero al menos permitió que se viera el concepto de toreo que defiende el peruano. Era un toro largo y largo lo quiso torear Roca Rey, enganchándolo delante y dejándolo muy atrás. Tomó vuelo la faena en los primeros compases, en los que Roca Rey citó a su enemigo en el centro de la plaza para pasárselo por la espalda un par de veces y soltar otro par de buenos derechazos con las zapatillas clavadas a la arena. El peruano entendió bien a su enemigo, que insistía en quedarse en los vuelos de la muleta pero que transmitía más cuando venía al trote. Una buena tanda de naturales en los medios, en la que el torero apretó por abajo, fue posiblemente lo mejor la faena. A partir de ahí el toro se vino muy a menos. Los muletazos empezaron a transmitir menos y Roca Rey se atrevió a ligar algunos "naturales con la derecha", sin espada. No quería más el toro, que amagó con irse a tablas un par de veces. "Cantó la gallina", que se suele decir, pero la plaza estaba con el torero y le hubiera dado las dos orejas de haber matado bien. No lo hizo. Fueron tres pinchazos y media estocada delantera después de un aviso. Se fue el toro al desolladero entre aplausos y las pocas palmas del público no invitaron a salir a saludar al matador.

Roca Rey sí cortó una oreja a su segundo enemigo, el sexto de la tarde, en una faena que tuvo poco que ver con la primera. Vista la oreja, parece una compensación por la mala suerte con la espada en su anterior toro. Miralto, que así se llamaba el colorado de 590 kilos, no transmitía absolutamente nada. El peruano lo sacó a los medios y allí intentó hacer faena a un animal que no tenía recorrido y al que era imposible bajarle la cara, que la llevaba por las nubes. Nula transmisión y poca sensación de peligro, algo que es fundamental en este espectáculo. Más de media estocada le valió su único trofeo.

Talavante, por su parte, dejó lo mejor con su primer toro. El inicio de faena, fundamentada al natural casi en el centro del ruedo, fue de buena factura. Intentó Talavante tapar los defectos del toro, que eran varios -falta de fuerza principalmente- y que estaba prácticamente sin picar, como casi todos los que ayer se lidiaron. La estocada fue de buena factura y tuvo mérito, porque el escaso castigo que sufrió el toro en el caballo lo dejaba prácticamente entero. Veredicto: una oreja. No repetiría el torero extremeño, que pareció empezar con ganas la faena a su segundo. Sin embargo, el animal era un manso de manual y la clase que tenía era nula. Todas las embestidas fueron defensivas. Con todo, visto como estaba la tarde, hubiera cortado una oreja de matar a la primera, cosa que no hizo. El presidente aguantó la petición con buen criterio y Talavante se conformó saludando una ovación desde el tercio.

El Juli fue quizás el torero menos destacado. Cortó una oreja al cuarto de la tarde, un toro colorado que dejó la sensación de que iba sin torear. No acabó Julián de conectar con los tendidos porque la faena no ligaba y porque parecía que el animal podía dar más de sí que los muletazos a media altura que le ofrecía el madrileño. Máxime cuando el toro parecía responder al final de la faena, cuando El Juli quiso apretar. Un pinchazo y una estocada valieron una oreja. El primer toro de su lote no tenía faena posible.