Con un ojo en el cielo y otro en el papel apoyado sobre el caballete. Así comenzó la jornada para la veintena de personas que participó en el II Encuentro de Acuarelistas Ciudad de Zamora, ya que las previsiones meteorológicas no eran nada halagüeñas de cara a disfrutar un día en la ciudad con esta artística afición.

Pero el tiempo respetó, para tranquilidad de su organizadora, Mercedes Ballesteros, quien un año más ha sabido "vender" las virtudes pictóricas de una ciudad como Zamora para atraer a aficionados al pincel que quieran pasar una jornada de arte y convivencia. "Aparte de los de casa, tenemos compañeros de Valladolid e incluso de Madrid, que se han acercado en AVE. Todos ellos se han arriesgado un poco al venir según los pronósticos de lluvia, pero hemos tenido suerte y podemos disfrutar de un día estupendo con la acuarela", agradecía Ballesteros.

La Plaza Mayor, la calle Balborraz, la Rúa de los Francos, el mirador del Troncoso... todo el casco antiguo sirvió de inspiración para los participantes, que desde primera hora de la mañana colocaban sus caballetes y maletines de pintura en sitios estratégicos para encontrar el ángulo preciso e iniciar la transformación del blanco del papel al color del románico zamorano.

Previsora, la zamorana Leo Martín había elegido los soportales de la Rúa de los Notarios "por si había que guarecerse de la lluvia", confesaba. El viernes ya había recorrido las calles que van hasta la Catedral para buscar el sitio exacto en el que quería pintar su rincón favorito de la ciudad. "Es la primera vez que salgo a la calle a pintar", reconocía al tiempo que seguía dando pinceladas para marcar los detalles de las puertas y ventanales de los edificios que tenían en frente. "Me gusta la perspectiva que tiene esta calle para dibujarla", explicaba.

Habitual de la pintura acrílica -"mucho más sencilla de trabajar , porque puedes pintar encima", aseguraba- en la acuarela encuentra las principales dificultades en que "es mucho más rápida y por eso más difícil, no te da la opción de retocar", apunta.

En los jardines del Castillo se había colocado Montse Conde, también zamorana. "Conozco muy bien la Catedral y la he pintado desde todos los ángulos, pero nunca desde aquí", señalaba. Con la rapidez que da la experiencia -y el bagaje de saber también pintar en otras modalidades, como el óleo-, tenía en proceso dos cuadros, uno de ellos en el que unía la seo con una de las esculturas de Baltasar Lobo. "Es una forma de hacerle un pequeño homenaje", confesaba, anotando que la poca luz natural de la que disponían hoy los participantes no ayudaba mucho a las composiciones.

Cerca de ella también estaba Rosa Fraile, una de las participantes del encuentro que había venido desde Valladolid, aunque Zamora no le es para nada ajena, puesto que había vivido en la ciudad dos años. "Evito las zonas de las iglesias, no me gusta pintarlas, prefiero el Castillo", comentaba esta miembro de la Asociación de Acuarelistas de Valladolid. Después de tres años con la acuarela, alaba sus virtudes. "Te permite pintar al aire libre de manera muy fácil y cómoda sin muchos artilugios. Puedes realizar una pintura fresca, rápida y de impresión. Es como estar en la cuerda floja, porque no sabes qué vas a conseguir al final".

Una comida para recuperar fuerzas y poner en común la experiencia de la mañana sirvió de descanso para los participantes, antes que de cruzaran el puente de Piedra para continuar con la convivencia al otro lado del Duero. Allí les esperaba una de las vistas más emblemáticas de la ciudad, con la Catedral a lo lejos y el río de protagonista. También quisieron inmortalizar esa estampa para poner así el punto y final a este nuevo encuentro, ya consolidado, y cuyo éxito augura que volverá a repetirse en próximos años. Salga el sol o llueva.