Los mirlos blancos se doctoran en Zamora. El titular es falso porque ya no son mirlos blancos. Los cantaores Antonio Reyes, Jesús Méndez y Ricardo Fernández del Moral, "acartelados" en el XLVIII Festival Flamenco de Zamora que se celebrará el 29 de junio, día de San Pedro, se han convertido ya en puntales del cante jondo y están llamados -los tres- a ser campanario de este arte universal en las próximas décadas. Otro tanto va a ocurrir con Pastora Galván, una bailaora de raza, danzarina morisca sevillana, nacida para revolucionar el baile porque lleva en su danza el germen de la evolución tranquila.

El festival, como desde hace décadas, está organizado por la peña flamenca Amigos del Cante y cuenta con la colaboración del Ayuntamiento de Zamora, la Fundación Caja Rural, Lantarón y Eurocris. Dará comienzo a las diez y media de la noche, tras dejar reposar la corrida de toros de las figuras. Por cierto, solo la feria taurina y el flamenco sobresalen en el programa de las fiestas de san Pedro como espectáculos de nivel nacional. No hay ningún otro festejo al margen de estos dos que pueda presumir de "acartelar" a primeras figuras del mundo del arte.

En la Plaza de la Catedral, sede habitual del festival, estarán también los guitarristas Diego Amaya, El Perla y Miguel Salado. Acompañarán a la bailaora al cante J. Corbacho y J. Rivera. Y las palmas y jaleos serán responsabilidad de Manuel Salado y Tate Montoya.

La misa flamenca -anunciada para las ocho y media de la tarde del día 28 de junio en la iglesia de San Juan- merece mención especial. La inmortalizará Ricardo Fernández del Moral, que ejerció recientemente su magisterio en estas lides en un ceremonia nupcial oficiada en La Magdalena y donde el cantaor calentó el aire hiemal con un repertorio que despertó conciencias al sentir artístico.

Ya no quedan santones en el flamenco. Se han muerto o han perdido el duende entre las telarañas de la edad. Vivaquean con luz propia una decena de privilegiados llamados a ordenar en los próximos años el universo del arte universal que emociona más que ningún otro porque toca los bajos antes que la cabeza.

Entre ese ramillete de ilustrados se encuentran, sin duda, Antonio Reyes, Jesús Méndez, Ricardo Fernández del Moral y Pastora Galván. Los cuatro son de la misma generación (la de la cuarentena), formada antes con el oído que con la vista, sabia en el sentir y que tiene horizonte azul.

Antonio Reyes, chiclanero, canta desde que nació y en su voz quedan ecos del jondo más eterno, el que armaron Roque Montoya "Jarrito" o Pansequito. En sus trabajos está impregnado ese aire del sur, que hace revivir la emoción. Cantaor que transmite y hace aflorar el cuajo porque le sobra transmisión. Y fuerza en el dominio de los palos.

La magia jerezana vive en Jesús Méndez. Y la perfección del duende que conduce a su antojo. Aquí sí que hay profundidad y espuma. Vende a espuertas seriedad y gracia. Y como muestra "Voz del Alba" dedicada a su hija, un fluir cristalino, que se embroca en pantanos de arte hasta nadar en profundidades muy negras.

Ricardo Fernández del Moral, siempre pegado a la guitarra como Juan Breva, es el poderío que nunca escabulle el bulto. Luce en su casa la Lámpara Minera más merecida de la historia. En Daimiel ha aprendido que el cante hace buenos a los escuchantes. A los suyos más porque de bonhomía está sobrado. Y de hacer sentir con esa voz profunda, repleta de matices que surge entre los juncos altivos de la Mancha.

Pastora Galván es la revolución. En su espectáculo Moratona concitó todos los vientos creativos y se dejó tocar por esa luz selectiva que solo tizna a los grandes. El baile llega más al alma porque la empuja y la hace temblar. La abre.