Nunca un silencio tan espeso reinó entre una multitud tan grande como la que ayer por la tarde acompañó a Leticia Rosino Andrés en su último viaje. Al menos nunca antes había sucedido en Tábara, un pueblo que aún no ha asimilado ni la pérdida de la joven, de 33 años, ni la forma en que le arrebataron la vida.

La iglesia de la Asunción de Nuestra Señora se quedó pequeña, no solo para acoger a la gran cantidad de personas que quisieron estar presentes en el funeral de Leticia, sino prácticamente también para albergar la ingente cantidad de coronas y centros florales que llegaron a Tábara en las horas previas: de sus compañeros de trabajo, de diferentes familias de su pueblo, de algunas localidades de la comarca o del club de motoristas al que estaba vinculada la finada, entre muchísimas otras.

El gentío arropó a la familia más directa de Leticia, que recorrió a pie detrás del coche fúnebre la corta distancia que separa el velatorio de la parroquia, pasando junto a la Casa Consistorial, donde ondean las banderas a media asta y cuelga un cartel con la foto de "Leti" y la frase "No te olvidaremos", un humilde recuerdo de sus paisanos. El silencio solo se rompió cuando su novio David y otros allegados sacaron el féretro para introducirlo en la iglesia parroquial, donde la misa córpore insepulto sería oficiada por un sacerdote amigo de la propia fenecida, Francisco Díez García, párroco de la Natividad, en el zamorano barrio de Alviar.

Muchas de las personas que acudieron para dar el último adiós a Leticia tuvieron que esperar fuera del templo a que terminaran los oficios, a pesar de lo cual el silencio seguía dominando en la Plaza Mayor de Tábara. En el posterior camino hacia el camposanto de la villa la masa humana que caminaba detrás de los dos coches de la funeraria -se necesitó uno solo para las flores- volvió a desbordó las calles, en las que se podía respirar el dolor entre los pasos de la gente y el llanto de los familiares más cercanos.

Ante tal consternación, además de recordar a Leticia como era, "llena de vida, alegre y amable", solo queda "pedir que se haga justicia". Era lo que se comentaba en las calles de Tábara en las horas previas al funeral. Muchos de los paisanos de la joven asesinada el jueves en Castrogonzalo temen que el presunto autor "salga en dos días a la calle porque es menor", mientras que otros pedían "la revisión de todas las leyes que tenemos en este país" para que los responsables de este y otros casos de muertes violentas "paguen por lo que han hecho". Un vecino de villa de una edad cercana a la de la fallecida pensaba en su novio, David, "que en cuatro días se puede encontrar al asesino de Leticia caminando por su pueblo, no hay derecho a eso".

En la misma línea hablaba el alcalde de Tábara, José Ramos San Primitivo, que cree necesario revisar las leyes para que "el que la haga que la pague", y aseveraba que "yo creo que hasta que no ocurra una desgracia de estas en la familia de un juez o de un político de las altas esferas, nadie tomarán cartas en el asunto. Hay que hacerlo ya", y argumentaba cómo el presunto asesino de Diana Quer "ha llegado a decir que en siete años está en la cárcel, ¿y la familia que tiene que acordarse toda la vida de la muerte de Diana, de la muerte de Leticia?".

El derecho de las mujeres a "caminar sin miedo" era otra de las reivindicaciones de los vecinos de Tábara, sobre todo en la concentración de duelo que se celebró por la mañana, tal y como se pudo leer en varias de las pancartas que portaban mujeres, jóvenes y mayores. El derecho a vivir sin la posibilidad e ser agredidas de noche en un portal después de salir de fiesta o a plena luz del día, cuando caminas por el campo a pocos metros de tu casa.