El pasado mayo, el alcalde de San Vitero acudía sin perder un segundo al colegio del pueblo alistano para inscribir "in extremis" al quinto alumno necesario para evitar el cierre de la escuela. Semanas antes, el municipio había impulsado una llamativa campaña ofreciendo casa y empleo a las familias que, con sus hijos, se trasladaran al pueblo y libraran el centro escolar del cierre. En enero, un matrimonio hizo las maletas a la comarca de Tábara para hacerse cargo del bar de Ferreras de Arriba. Sus dos pequeños, Aitor y Yerard, fueron recibidos en el aula como los "héroes" que prolongarían, al menos un curso más, la vida de las aulas. Ambas son las más recientes batallas ganadas al olvido y la desaparición en una provincia que, sin embargo, no puede esconder -ni siquiera maquillar- las cifras que diagnostican su muerte y desaparición: en Zamora, hay tres muertes por cada nacimiento.

Este y otros datos demoledores -Zamora es la segunda provincia del país con la población más envejecida y el 92% de sus municipios no llegan al millar de habitantes- son los que han llevado al Partido Popular a elegir hoy la capital para celebrar la convención "Medio rural y reto demográfico", que clausurará el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el teatro Ramos Carrión. Entidades y expertos reclaman al Ejecutivo que impulse medidas que frenen el cambio demográfico en los territorios directamente afectados y piden al resto del país que sea "sensible" con este drama y se conciencie de las futuras consecuencias. A continuación, las claves de la "línea roja" que marca la evolución demográfica negativa de la provincia, la "línea" que separa el futuro sostenible de la desaparición.

Zamora es un catálogo de números negativos. La provincia está de forma permanente en el podio de los guarismos críticos. La edad media de la población zamorana es la segunda más elevada del país (50,1) tras Orense (50,2), la tasa de natalidad es la más baja del país (5,1) después de la provincia gallega (5,6) y León (6,07), mientras la cifra de muertes está a la cabeza del Estado, con 15,6 por cada mil habitantes, por encima de Lugo (15,5) y, de nuevo, Orense (14,9).

Con estos datos sobre la mesa, es más fácil entender que fallezcan tres zamoranos por cada uno que nace, o que la estadística sea aún más severa cuando sacamos de ella a los inmigrantes (3,33). Similar es el caso de la edad media de los zamoranos, que se eleva a 50,4 años por los 42,9 del resto del país; 50,9 frente a 43,7 en el caso de los ciudadanos españoles, según datos oficiales de 2016.

Pero es que Zamora compite, además, con otras provincias en ópticas diferentes del drama demográfico. Solo 17 de sus 248 pueblos superan el millar de habitantes, el umbral de población que garantiza, según la Federación Española de Municipios y Provincias, la supervivencia del mundo rural. El 92% de los pueblos zamoranos, por tanto, se encuentran en peligro de extinción, cifras solo superadas por Soria (94%) y Burgos (92,7%).

Zamora cimenta la tan tristemente de moda "España vacía", aquella en la que 1.286 localidades suman menos de 75.000 habitantes, es decir, apenas un 0,16% de los habitantes del Estado. Números que se entienden con la ayuda de un dato tan definitivo como aclaratorio: en España hay 277.729 personas nacidas en Zamora, pero solo 141.596 zamoranos residen en la provincia. El resto -136.133 habitantes- se han marchado a otros territorios del país.

La que mantenía el tipo en términos demográficos, la capital, ha ido "liquidando" barreras psicológicas en los últimos años. Hace tres lustros, la ciudad sobrepasaba la cifra de 65.000 habitantes, un umbral superado hace una década con la ayuda del desarrollo económico español -la llamada burbuja del ladrillo- y del que pasó a despedirse de forma vertiginosa, hasta situarse en los 62.389 habitantes actuales. Como hecho simbólico, la pérdida de vecinos del casco histórico de la ciudad en los últimos doce años: más de 2.000 vecinos se han ido.

Elevando la mirada sobre el continente, es relativamente sencillo percibir una Europa envejecida y con una escasa densidad de población en algunos de sus territorios. Pero eso no libra a Zamora de aparecer como caso singular en rotativos internacionales como el británico The Guardian. En un artículo titulado "Europa necesita más bebés para evitar un desastre demográfico", el ingeniero y consultor asturiano Alejandro Macarrón alertaba de que, al estudiar las cifras demográficas, se quedó estupefacto. "En España tenemos provincias donde, por cada niño que nace, más de dos mueren. Y el ratio está cada vez más cerca de los tres", analizaba. Por eso, al experto no deja de sorprenderle que Zamora supere, precisamente, esa cifra.

Para el politólogo zamorano Manuel Mostaza, el panorama demográfico que se adivina en España es tan "triste" como "preocupante". "El problema del país es la progresiva consolidación de la población en el "gran Madrid" y en la costa mediterránea, un fenómeno que está dejando vacío una importante parte del territorio nacional". Según el director de Asuntos Públicos de Atrevia, "si no se adoptan políticas públicas ni aparece una concienciación del grave problema, el futuro no tiene buena pinta".

La provincia comparte sus dos grandes males -elevada mortalidad y escasa natalidad- con el resto del país, pero en Zamora se dan unas circunstancias específicas. Mientras en España la población se mantiene estable, Zamora sufre las consecuencias de la falta de oportunidades de futuro para sus habitantes. "En Zamora y otras provincias, este problema es extremo. La renovación de la población no está garantizada. Pero la clave está en la siguiente pregunta: ¿Se puede garantizar el derecho a la sanidad y la educación en nuestra provincia? La respuesta es que no y ahí está la cuestión", analiza Mostaza.

En el ámbito laboral, basta citar el reciente análisis del Observatorio Agroalimentario de Castilla y León. En una provincia donde la producción de materias primas para este sector se ha revelado excelente, el órgano alerta de que la "escasa población", el "envejecimiento" y la "falta de financiación específica" son un lastre para la principal fuente de ingresos económicos. Pero hay más: el sector está en peligro porque "no hay relevo generacional".

Como paradoja, la nueva dinámica laboral derivada de la transformación digital de las empresas abre un abanico de nuevas posibilidades de desarrollo, sin importar donde. Desafortunadamente, dicho cambio parte de un requisito mínimo: comunicación de calidad a través de Internet, precisamente uno de los principales déficits de las zonas rurales zamoranas. "Si voy a mi pueblo de Sanabria y no puedo conectarme a Internet, ¿cómo voy a montar un negocio? Al final, tener la sensación de que el movimiento de población se dirige allá donde hay dinero es un problema. El modelo tradicional de la Europa del sur, con ciudades medias conectadas entre sí, está en peligro. No podemos cambiar a otros escenarios como el de México DF: una ciudad superpoblada y todo a su alrededor vacío es un disparate", reflexiona el sanabrés Manuel Mostaza. En efecto, solo el 44% de los hogares zamoranos tiene fibra óptica. La cobertura digital en determinadas comarcas es, por deficiente, desesperante.

En definitiva, el envejecimiento, la baja tasa de natalidad y la emigración juvenil prueban la "falta de cumplimiento de un derecho constitucional", enfatiza Mostaza. O lo que es lo mismo, los servicios no están garantizados en parte del territorio del país, y en ese territorio está Zamora, donde no se cumplen aspectos del Estatuto de Autonomía de la comunidad, como una conexión veloz a Internet. Las comunicaciones, por su parte, han mejorado de forma decisiva en los últimos quince años -apertura de la línea de AVE, tres autovías y la cuarta, a Portugal, en camino-, aunque "quizá ese desarrollo haya llegado un poco tarde", añade Mostaza.

l singular caso zamorano -que no es el único en Europa- ha llevado a la Unión a tomar nota del llamado "cambio demográfico". El Parlamento europeo se ha marcado en los últimos años "poner el foco" en los desequilibrios demográficos y en la falta de oportunidades de los jóvenes, que acaban emigrando. Lo que puede garantizar se viraje, el dinero, ha de repartirse, según este nuevo punto de vista, con un criterio "demográfico", con partidas que aseguren la cohesión, el empleo, el desarrollo agrícola y medioambiental, estimule la sociedad de la información y potencie la educación y las comunicaciones.

Porque Europa alza la mirada al horizonte y comienza a preocuparse: la población activa actual en el continente (65,5%) pasará al 56,2% en 2080. Mientras, la población mayor de 65 años que actualmente es el 18,9% superará el 28% en ese mismo año. El cambio demográfico pasará de preocupación a prioridad a medio plazo.