El periodista Andrés Aberasturi visitó esta semana el Club LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA para presentar "El libro de las despedidas", una publicación en verso con la que dice adiós de una manera original a esa desconocida faceta suya de poeta, que, sin embargo, cultiva desde su juventud.

-Con su último libro se despide de la poesía, ¿pero seguirá en activo en el periodismo?

-Precisamente este pasado miércoles me despedí de 20 minutos, que era donde escribía columnas ahora. Ya no está el director con el que yo empecé, están haciendo una reestructuración y no me encontraba demasiado cómodo, así que he preferido dejarlo. Ahora pondré un anuncio en Twitter en el que se ofrezca columnista para periódico decente, a ver si alguien me acoge (risas).

-La situación actual del país da para seguir escribiendo columnas.

-Pero siempre son los mismos temas, de Puigdemont, de Cifuentes? es dar vueltas al mismo asunto, de 16 formas distintas escritas por 16 periodistas distintos, que al final son todas la misma columna.

-¿Antes había más variedad?

-Había menos columnistas. Ahora hay muchos periodistas que se dedican a ello y es normal, porque un periódico no puede competir con la información de sus propias páginas web. Tiene que transformarse a la fuerza para convertirse en algo mucho más literario y de opinión, del tipo del siglo XIX.

-Por su experiencia profesional, ¿cómo ha evolucionado este trabajo?

-En el franquismo no había quien escribiera, porque estaba la censura previa, la opinión había que cogerla entre pinzas y la crítica solo se podía hacer a los ayuntamientos, pero sin pasarse. Vivir el periodo preconstitucional y constitucional como periodista fue muy emocionante y muy divertido. Tratábamos de tú a los políticos, aunque no sé si eso era bueno o malo. Fue una época muy rica en muchos aspectos y se abrían todas las posibilidades del mundo. Luego llegó una especie de aburrimiento y ahora esto se ha convertido en un zafarrancho, donde el que más grita es al que más contratan y todos se pelean. En las tertulias de antes teníamos a políticos de derechas e izquierdas y luego a los periodistas. Ahora estos últimos son de una u otra facción y eso no me parece bien. Yo intento ser independiente y tener mis propias ideas y hay cosas que me parecen bien del PP y de Podemos, pero veo también cosas que esos mismos partidos hacen mal. Eso no le gusta a la gente, porque lo que quiere es reafirmarse, no informarse.

-¿La propia sociedad ha cambiado la imagen del periodista?

-Ha sido más bien toda la evolución de los medios, la aparición de nuevas tecnologías y de los periodistas estrella y televisivos. El periodista nunca había sido noticia hasta ese momento. El salir en televisión te da un margen de popularidad.

-Usted mismo fue un claro ejemplo de ello.

-Empecé en una única televisión que había, con audiencias de 14 millones de personas. Te conviertes en un tipo popular y eso es terrible, pero luego te das cuenta, como decía Joaquín Arozamena, de que eres solo un electroplasma electrónico y no te invitan a ti, sino al que sale en la tele. En cuanto dejas de salir, dejan de invitarte. Hay que tener eso muy claro.

-¿Y cómo ha evolucionado el político en estas décadas?

-En la época de la transición aún tenían vocación, era gente que se metía en política porque les gustaba, fuera de la facción que fueran. Pero los partidos y el bipartidismo empezaron a tener mucho poder y aquellos políticos que venían de la vida fueron dejando paso a señores que habían empezado de concejales en un pueblo y no habían tenido otra carrera que la de dentro del partido. Creo que ahora estamos pagando las consecuencias. El 90% de la gente que está en política en la actualidad no han vivido la vida, no saben lo que es una oficina, tener que fichar, aguantar a un jefe o pagar la hipoteca. O, al menos, viven con el respaldo del partido. De la política hemos hecho una legión de funcionarios, de gente que lo mismo sirve para ser ministro de sanidad que delegado del gobierno, ser político de profesión hace que haya una cierta mediocridad.

-¿Qué opinión le merecen los nuevos partidos surgidos tras el 15-M?

-Demostraron que se podían meter en política, pero quizá todavía les queda mucho por aprender. Yo ya soy muy mayor, pero, por ejemplo, considero que no se puede ir a la gala de los Goya con corbata y al Parlamento en camiseta. Hay que ser serios y tener un cierto respeto por algo que ya dijo el intelectual franquista Jesús Fueyo: las instituciones son las que tienen que permanecer y las que siempre han salvado las democracias. Todo lo que es forzar la máquina de la legalidad y una institución democrática es muy chungo, porque termina quitándole el valor. Los nuevos partidos han sido un soplo de aire fresco y han hecho espabilar a muchos para tener que entenderse, pero no sé qué deparará el futuro, ni hacia dónde vamos.

-A pesar de ello, ¿no cree que muchos políticos se creen con carta blanca para hacer lo que quieran?

-Hay un divorcio total con una sociedad que está cabreada y airada, más allá de los del movimiento del 15-M. Ha sido un largo estar de espaldas a la realidad de la gente, que se ha hartado. Durante la crisis, la familia fue el sustento de muchos, pero todo tiene su límite.

-¿Es un buen momento para que el periodismo se convierta en altavoz de todo esto?

-Debería serlo, pero el problema es que se trabaja para empresas más grandes, donde no se sabe dónde empieza tu libertad y dónde acaba, por lo que te llevas unas sorpresas increíbles. Ya no sabes quién hay detrás de los periódicos, antes eran grandes familias que tenían sus ideologías y una línea editorial. Pero ahora cada vez son menos grupos los que dominan más medios y la labor del periodista es más esclava, teniendo además que atender a todo con un salario de miseria. Se ha desprestigiado mucho la profesión y parte de culpa la tienen las nuevas tecnologías.

-¿Solo le podremos disfrutar como periodista a partir de ahora en el programa de RNE "No es un día cualquiera", con Pepa Fernández?

-No considero que lo que hago los fines de semana sea periodismo. Yo creo en el papel, en que en los periódicos es donde se hace periodismo de verdad. Siento que las rotativas suenan como una orquesta. Siempre me ha parecido un lugar fascinante y, de hecho, mi sueño siempre fue ser redactor jefe del periódico La Verdad de Murcia. Esa era mi máxima aspiración y, en el fondo, lo sigue siendo. Pero en prensa escrita no llegué ni a jefe de sección (suspira).