La historia ha entrado en una nueva era. A juicio de Ignacio Fernández Herrero, es probable que pronto haya que reescribir los libros de texto para incluir una nueva época. El filólogo, docente y sindicalista leonés presenta hoy a las 20.00 horas en el Museo Etnográfico su último libro: "Poscontemporáneos", una recopilación de los artículos publicados en la revista digital Tam Tam Press entre 2012 y 2017 bajo ese mismo título.

- ¿Cuál es la tesis que se defiende en el libro?

-No es muy original ya que hay más libros sobre el tema, pero viene a decir que hemos cambiado de edad histórica. Lo que hemos vivido en los últimos años en realidad no son cuestiones temporales ni de ciclos sino que responde a un cambio de edad. Al igual que hemos aprendido que había una Edad Antigua, Media, Moderna y Contemporánea, yo creo que hemos entrado en una nueva edad y eso es lo que trata de demostrar el libro, de cómo se está produciendo ese tránsito, y aventura, de paso, cómo puede ser una vez consolidada en estos tiempos de incertidumbre.

- ¿Cuáles son los rasgos que le hacen ver el tránsito a esa nueva edad?

-Hay algunos elementos absolutamente trascendentales para que ese cambio se haya producido, como por ejemplo la globalización. Este es un fenómeno absolutamente novedoso en este siglo que no tiene nada que ver con migraciones precedentes, que se han dado siempre. Esa mundialización es un rasgo específico en un tiempo nuevo. El vértigo de las transformaciones tecnológicas también es algo absolutamente diferente a otras revoluciones que hubo en momentos anteriores de la historia. Luego también está la creciente vida precaria, esa precariedad general que parece que solo atribuimos al trabajo pero que se extiende a los comportamientos domésticos, a la expresión de los sentimientos y a la vida en general. Por decirlo así, da la sensación de que "en lo doméstico" también vivimos con un contenido diferente al de las ideologías que presidieron siglos precedentes. A partir de ahí, yo creo que entramos en una nueva edad histórica.

- ¿Una nueva edad histórica de nombre "Poscontemporánea"?

-Es difícil. Con la nomenclatura no sabe uno nunca. Por eso fui yo así de facilón a la hora de elegir el título. Después de lo contemporáneo, viene lo poscontemporáneo, no me compliqué la vida. Seguramente los historiadores acabarán acuñando un término mucho más acertado. Tampoco me atrevía a ponerle otro nombre porque todavía estamos en ese tránsito aunque ya haya mil cosas que evidencien que es otro tiempo. Poner una denominación sería muy arriesgado, muy osado por mi parte teniendo en cuenta que soy una nada en este mundo.

- ¿Cómo se está produciendo esa transición?

-Con mucha zozobra. Nuestras vidas viven ahora en la incertidumbre porque no tenemos certezas más o menos absolutas como las que teníamos sobre todo en el siglo XX a partir de las ideologías y a partir de otros dibujos del mapa del mundo. También se vive con superficialidad porque ante el temor o los miedos de lo que se nos avecina, también optamos por afrontar la realidad con escapismo, con poco pensamiento y con nostalgia. Todos queremos volver a lo que hemos conocido donde todo estaba clarito y donde todo tenía su sitio. Pensamos que ese es el modelo al que queremos retornar pero no retornará nunca. Y un pasado seguro nos produce nostalgia.

- Pero usted mismo advierte en uno de sus artículos que la situación actual no significa que el tiempo pasado haya sido mejor.

-Eso es lo que produce nostalgia, pensar que eso estuvo mejor. El siglo XX fue un siglo de mucha violencia, casi el siglo más violento de la historia. Pero los temores y las incertidumbres nos hacen pensar que lo anterior fue mejor. De todas formas, hay muchas corrientes y en el libro se habla de ellas: de cómo será el futuro, de si será un tiempo de luz o de oscuridad. Hay corrientes de pensamiento tanto en un sentido como en el otro. De inmediato, todo esto nos lleva a pensar que va a ser más oscuro y más tremendo. Vemos el mundo del trabajo, vemos que la violencia continúa, vemos desigualdades crecientes y nos lleva a pensar eso. Pero hay corrientes de pensamiento totalmente contrarias. Hay quienes consideran esta época como una edad "dulce" y si utilizan ese adjetivo es porque también hay elementos positivos hacia el futuro. Aunque parezca mentira, hay menos gente que pasa hambre en este momento en el mundo que en el siglo XX. Por lo tanto, hay un desarrollo que la tecnología favorece, también es un bien para la humanidad. No todo tiempo pasado fue mejor.

- Sostiene que las nuevas utopías tendrán nombre de mujer.

-En el libro digo que sobre todo hay dos grandes espacios para evolucionar: el ámbito de las mujeres y el de las personas mayores, que curiosamente no deja de ser una coincidencia que en este mes de marzo se hayan movilizado a la vez en España. El siglo XXI, la evolución y el desarrollo tanto en ideas como en vida cotidiana y en derechos, probablemente vengan del lado de la reivindicación femenina. Ese es el campo que más progresará o debe progresar y nos hará progresar, seguro. Y el de la gente mayor también porque va a ser un colectivo muy muy grande al menos en el mundo occidental y, por tanto, con mucho poder si no sigue siendo conservador como ha sido siempre. También va a ser despreciado y va a tener muchas necesidades. Como hemos visto ahora con el tema de las pensiones, estoy seguro de que la gente mayor también en un momento dado cogerá la vanguardia, aunque parezca paradójico, de la evolución.

- ¿Por dónde pasa esa evolución?

-Siempre hago mención a cuestiones que son muy necesarias para salir adelante, ahora y siempre. En primer lugar: el pensamiento. Las neuronas no son regaladas por la naturaleza, es un potencial que nos permite afrontar la realidad para cambiarla y mejorarla. Lo que pasa es que vivimos en un tiempo de pensamiento relajado. Por eso, el libro también es una exhortación a pensar más y a compartir el pensamiento. En segundo lugar, creo que es necesaria una cultura general y ciudadana, sin referirme a la educación. No hay por qué tener un título para tener una cultura del saber estar y del saber ser. Hay muchas personas mayores que no han estudiado y tienen esa cultura para formar parte de su entorno con racionalidad. Y, por último, también considero que es necesario ampliar el foco de las cosas. Vivimos con titulares. Y hay que ampliar el foco de nuestra visión para ver los decorados, así entenderemos mejor lo que sucede para poder afrontarlo. Si solo vamos por la vida con titulares y primeros planos, lo más probable es que al final nos demos de cabezazos. Ampliar el foco como en las fotografías nos permite entender el contexto de las cosas para vivirlas con menos dramatismo.

- ¿Con qué fin publica "Poscontemporáneos"?

-Lo escribí a partir de la observación. Cuando comenzó la historia del libro, yo era secretario general de Comisiones Obreras de León y siempre he pensado que una obligación como secretario general es nutrir y dar alimento a los afiliados y a la clase trabajadora que uno representa. Me sentía obligado a hacer lecturas que a lo mejor no son comunes o a mirar con unos ojos que no son los comunes para digerir eso y darlo como nutriente, bien en un discurso, bien en un informe o bien en un artículo. Esas observaciones que yo hacía las destinaba a mis compañeros y compañeras y me parecía que sí tenía sentido extenderlo más allá del ámbito sindical porque podían ser observaciones que ayudaran al conjunto de la clase trabajadora a soportar mejor las zozobras.