Las I Jornadas Educativas programadas por LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA I Jornadas Educativas programadas por LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA contarán con una de las figuras más destacadas del panorama actual, Carmen Pellicer, presidenta de la Fundación Trilema, que aportará su visión a través de una ponencia sobre el que ya se ha denominado MIR docente, una nueva opción para formar a los futuros profesores de una forma más práctica. Estas jornadas, patrocinadas por la Fundación Caja Rural, se celebrarán el próximo miércoles, 21 de marzo, en el salón de actos del Campus Viriato de Zamora.

-¿Qué significará la implantación del MIR docente?

-Lo que ya hemos denominado como MIR docente (en realidad se llama Docente Interino Residente, es decir, DIR) es básicamente un programa de formación práctica de los profesores dentro de los mismo centros escolares. Además, estarán tutorizados por profesionales que están día a día en las aulas. El desafío está, por tanto, en pasar de una formación claramente teórica que se da tanto en universidades como en los centros de formación a completarla con la inmersión en la vida de una escuela. Creo que eso es algo fundamental para la formación de un profesor. Hemos hecho esa especie de comparación con lo que ocurre con un médico porque, al final, la profesión docente es muy parecida a la médica: se trata con personas y no solamente depende de cuánto se sabe teóricamente, sino de cómo se aplica luego en el aula.

-Una cosa es la teoría y otra saber cómo motivar a los alumnos en el aula, ¿eso solo se aprende con la práctica?

-Está claro que los libros ayudan y que el MIR no supone renunciar a una reforma profunda y urgente de los estudios de Magisterio o del máster de Secundaria. Hay una parte importante de investigación y estudio, pero todo eso después hay que aplicarlo. Y ese equilibrio entre la formación teórica y la práctica es lo que buscamos en la reforma del acceso a la profesión docente.

-¿Qué aspectos debería incluir este MIR para que sea realmente efectivo?

-Lo más importante es que debe tenerse en cuenta la figura del mentor, el profesor que acoge al estudiante de prácticas y que va a hacer un acompañamiento. Tiene que ser un profesor con unas características determinas, como excelencia y compromiso con ese seguimiento. El MIR es un periodo de formación, no un contrato laboral, así que requiere del educador que le acompaña. Además, el centro que lo acoge debe estar preparado como escuela, porque la experiencia docente no es individualista, no es solamente lo que haga dentro del aula donde lo acoge, sino una inmersión en la vida de la escuela. Y, por último, debe ser eficaz, para que le enseñen y le vayan haciendo un recorrido formativo por todos sus aspectos que supone educar a los niños.

-¿Las universidades tienen que estar también presentes?

-No debe haber un desenganche de la educación superior, debe haber una figura que supervise desde la universidad o el centro de formación superior, que posibilite que esa experiencia que tiene el maestro en un centro se reflexione, optimice, acompañe y evalúe. Se puede articular de muchas maneras para seguir un trabajo de investigación durante esa etapa formativa.

-¿Cuáles son las características principales de un aspirante a profesor?

-Una parte tiene que ver con la preparación intelectual y lo más importante ahí es su capacidad de aprender constantemente. Los profesores del futuro tienen que ser expertos en aprendizaje, entender cómo aprenden los niños y estudiar todo lo que se avanza en neurociencia, psicología evolutiva o didáctica. Tiene que tener un compromiso por seguir aprendiendo. Otro aspecto tiene que ver con la calidad personal de atención a los niños. Hay determinadas competencias que tienen que ver con esa capacidad de hacer un seguimiento y diagnóstico de saber lo que les pasa a los alumnos, de conocer sus intereses, motivaciones y problemas de cada edad. Necesitamos docentes que tengan mucha capacidad de trabajo en equipo, porque el ser profesor francotirador, carismático, como el que sale en las películas americanas, no es lo que necesita ahora nuestra escuela. Se necesitan equipos que sean capaces de generar un proyecto coherente y valiente, que afronten todos los desafíos de las escuelas. Y luego hay que tener unas capacitaciones propias a nivel de docente, como el uso de la tecnología, pedagogía, sistemas de evaluación o metodologías de aula.

-¿Estamos asistiendo a la mayor revolución en la educación que se ha conocido?

-Hay dos grandes claves en este momento que obligan a hacer un cambio muy profundo en el sistema educativo. El primero son las tasas de fracaso, abandono escolar y de desempleo juvenil no cualificado, con números que indican que nuestro sistema sigue anclado en una situación muy cómoda de mediocridad de la que hay que salir. Por otra parte, el mundo está cambiando a una velocidad vertiginosa y no solamente la tecnología, sino también en otros aspectos como las migraciones, el cambio climático el debilitamiento de las democracias y un largo etcétera que obliga a que las escuelas se planteen que necesitamos competencias diferentes para abordar el mundo futuro. Son las dos fuentes más importantes que hoy obligan a un cambio.

-Desde la Fundación Trilema, que usted preside, se trabaja ya en esos aspectos. ¿Qué aportan estas nuevas metodologías de enseñanza?

-Nosotros hemos diseñado un modelo de cambio que es el que estamos llevando a cabo en el colegio María Inmaculada de Zamora. Se trata de un modelo de cambio sistémico, que toca la escuela en varios niveles. Es muy importante que cualquier modelo aborde currículo y que cambie la forma en la que decidimos que nuestros estudiantes aprendan, las metodologías de aula, cómo se enseña y cómo se fomenta de forma eficaz el pensamiento crítico, la creatividad, la curiosidad, la implicación o el rigor. Son todas competencias futuras necesarias. Por otra parte, hacemos una apuesta muy importante por la autoevaluación y la reflexión con los alumnos, aparte de incrementar el rigor con los resultados en las pruebas externas.

-¿Qué suponen estos cambios en la práctica?

-Supone una forma de organizar la escuela de una manera distinta, muy flexible, con un proyecto que tiene mucha autonomía a la hora de entender e interpretar lo que la legislación obliga, pero que tiene que adaptarse a la idiosincrasia de cada uno de los alumnos. Eso lleva a que hagamos una apuesta muy importante por la personalización, la atención a la diversidad y la inclusión. Yo soy una defensora férrea de la escuela inclusiva y de la diversidad y eso supone un modelo de liderazgo muy potente. Necesitamos una profesionalización de los equipos directivos, de los proyectos de las escuelas y luego de la capacitación de los profesores para tomar decisiones con autonomía y compromiso.

-¿En qué se ha traducido todos estos cambios en los receptores, los propios alumnos?

-El primer beneficio es el cambio de actitud. Si uno visita la escuela en Zamora, en los seis meses que llevamos se respira una alegría y ganas de aprender, además de ilusión. Los niños llegan a la escuela emocionados y con ganas de aprender y salen solo con ganas de aprobar, así que algo se hace mal por el camino. Esa pasión natural que el niño tiene por aprender hay que alimentarla. Por otra parte, la segunda clave radica en cómo generamos un equipo docente cada vez más cohesionado y comprometido con un modelo distinto de aprendizaje. La tercera clave, para finalizar, es implicar a las familia en la vida de la escuela, que entiendan cómo se aprende hoy. Por eso les abrimos la escuela cada cinco semanas y eso también nos anima a generar un espíritu diferentes en la comunidad educativa.