La derecha es la "normal". La izquierda es más ancha, más larga y está amoratada. En partes ennegrecida. Nació con las piernas así. Pero no le dieron mayor importancia. Más de medio siglo después, Estrella ha descubierto que sufre una enfermedad rara. En realidad, ella siempre lo sospechó. Pero la letanía de médicos por la que ha pasado a lo largo de su vida, no. "Cuida esa pierna, cuídala, cuídala", le decían. "La tienes como una persona de 80 años", le llegaron a espetar con descaro.

La disimetría entre ambas extremidades es evidente. Y siempre lo fue. Tanto que a Estrella siempre le dio vergüenza ir a darse un baño con los amigos durante su adolescencia. Estaba acomplejada. Y en la actualidad, en parte también. "Cuando estoy de pie, siempre me coloco así para disimular la diferencia", explica ladeando la cadera y cargando todo el peso de su cuerpo en la pierna derecha, la más corta.

Hace cuatro meses que abrió su pequeño taller de arreglos textiles en la calle Monsalve de la capital bajo el nombre de "La Costurera". Pasa el día entre patrones, acericos, jaboncillos de sastre y sus máquinas Singer. Lo mismo te cose un bajo que te zurce un roto. Cuanto más tiempo pasa sentada, menos le duele. Por eso abrió el negocio, el mismo que no puede atender cada vez que le toca ir al médico.

Comenzaron a tratarla (de lo que no era) en el Hospital Virgen de la Concha de Zamora. Luego en Salamanca. En apenas cinco años la operaron hasta en cuatro ocasiones de varices en la pierna izquierda, por error. Es decir, por negligencia médica. Ahora, a raíz de las intervenciones, el problema se ha acentuado. Tiene toda la pierna llena de fístulas arteriovenosas. Es decir, sus arterias y venas están conectadas de forma anormal. "Una vez me dijeron que mi pierna tenía como una especie de cortocircuito, tengo venas de tres centímetros y lagos venosos", detalla.

Pese a la timidez inicial, después de un rato hablando, Estrella decide levantar la pernera izquierda, más prieta que la diestra, y mostrar su mal. La media compresiva que lleva no oculta el aspecto de su piel, casi en gangrena. También tiene un aneurisma poplíteo y una úlcera en el pie remendada con un apósito. "Ahora no se cierra y la sangre sale a presión", lamenta, recordando que también la de veces que desde la Jefatura del Servicio de Cirugía Vascular de Salamanca le han dicho que "esa pierna está para cortar".

Desde 1962, año de su nacimiento, hasta 2017, Estrella ha peregrinado por "miles de médicos" en busca de un diagnóstico que llegó por casualidad y sin confirmación oficial. Sergio Valverde García, un joven galeno que suplía de forma puntual al facultativo titular de Estrella, le dio una respuesta el pasado mes de septiembre. El nombre es tan raro como su enfermedad: síndrome de Klippel-Trénaunay, una "condición que afecta el desarrollo de los vasos sanguíneos, los tejidos blandos y los huesos, caracterizada por tres señales: una mancha de nacimiento de color vino de Oporto, crecimiento excesivo de los tejidos blandos y los huesos y venas varicosas", según recoge el Centro de Información sobre Enfermedades Genéticas y Raras.

Sin embargo, Estrella no tiene ninguna marca y sus síntomas se asemejan más al síndrome de Parkes Weber, una enfermedad congénita rara cuyos afectados poseen un gran número de vasos sanguíneos anormales, múltiples conexiones insólitas entre las arterias y las venas, dolores en la extremidad afectada y diferencia de tamaño entre los miembros. Está convencida de que ese es su diagnóstico real. De hecho, esa patología ya se barajó en un informe realizado en 1980 aunque, por motivos que desconoce, quedó relegada en el olvido. Por eso, su empeño se centra ahora en ser derivada al Hospital de la Paz, donde se ubica una Unidad de Anomalías Vasculares, para hilvanar todos los síntomas y obtener, por fin, una valoración definitiva. Una pastilla anticoagulante, una pomada antibiótica y el suero que emplea para curarse la úlcera son, por el momento, el único remiendo a su rara enfermedad.