Del cine al teatro pasando por la literatura. Tres artes compiladas en otra: "El Teatro y la Farándula". Tras más de dos décadas en el olvido, la pintura de Antonio Pedrero Yéboles vuelve a ver la luz en la sala de exposiciones del Teatro Ramos Carrión. Personajes como la alcahueta Celestina, un chispero embozado o un romántico arlequín tocando la mandolina recobran la vida gracias a la Diputación de Zamora. A instancias del propio Pedrero, la institución provincial aceptó el ofrecimiento del artista zamorano lanzado durante la rehabilitación del liceo para ilustrar la sala de exposiciones del Teatro.

Un espacio con amplitud y luminosidad que merecía la obra, en palabras de la presidenta Mayte Martín Pozo, quien durante el acto de inauguración celebrado ayer puso en valor la figura del artista local, "una persona caracterizada por su amor a la tierra". Emocionado, Antonio Pedrero echó la vista atrás durante su intervención para recordar el guion de una obra a la que aguardaba un mejor final.

Recibió el encargo con solo 21 años, en los albores de su trayectoria. Se trataba de su primer mural público encomendado. Estaba realizado al óleo sobre tela con unas dimensiones de 12 x 3,35 metros y desde 1960 estuvo pegado al muro del vestíbulo del ya extinto cinema Arias Gonzalo sito en la calle La Brasa. Tras casi medio siglo ilustrando la entrada al patio de butacas, el cine cerró sus puertas en 1994. Y, desde esa fecha, la obra permanecía enrollada en casa del propio autor. "Desde entonces ha llovido un poco", ironizaba el artista.

De hecho, el tiempo no ha pasado en vano. El deterioro de la obra era patente, sobre todo en las zonas inferiores, ubicadas a la altura de los ceniceros instalados para los espectadores a las puertas de la sala de proyección. La tela también estaba tomada por el humo de tabaco exhalado por los fumadores, quienes también dejaron, literalmente, sus huellas en el mural al estribarse sobre él mientras echaban el pitillo. De ahí que la restauración del óleo llevada a cabo por Donelis Almeida haya consistido en la limpieza, el arreglo de los desperfectos y el repintado de algunas zonas pero con un criterio de reintegración "mimético", al decir de Almeida.

Además, su distribución en diez fragmentos y su montaje en soportes de fibra de vidrio, un material rígido pero ligero, ofrecen la posibilidad de transportar el mural de una forma sencilla abriendo la puerta a su itinerancia por otros espacios expositivos. No obstante, la recuperación de la obra responde al compromiso de la Diputación Provincial con el "mundo de la cultura", según recordó Martín Pozo durante el acto, y supone la inauguración de la sala de exposiciones permanente del Teatro Ramos Carrión haciendo un guiño a los artistas zamoranos, muchos de los cuales arroparon a Antonio Pedrero durante el acto.

"He de señalar la buena disposición de la institución provincial como de su entonces presidente, Fernando Martínez-Maillo, quien acogió la idea con mucho interés. Vaya desde aquí mi agradecimiento, a la vez extensivo a cuantas personas han hecho posible que esté de nuevo instalado en este espacio amplio, extraordinario y singular: a José Luis Bermúdez, Óscar Ramajo, Fernando Aguirre como arquitecto técnico, y a Pilar Caplliure, que hizo el buen seguimiento de su recuperación. Y, cómo no, al diseñador gráfico y amigo Curro Fidalgo (?) y al restaurador, amigo y colega Donelis Almeida, que con tanto esmero y cuidado ha tratado esta obra", agradeció el autor.

En cuanto a la composición de la obra, cabe recordar que la parte izquierda versa sobre el teatro español con una escena simbólica de "La Celestina" de Fernando de Rojas (s. XV) sobre un entramado de madera que recorre todo el largo del mural y que sirve de base pictórica y compositiva de todos los motivos de sus temáticas. Continúa con una escena alusiva también al teatro español, con un chispero embozado subiendo una escalera ante una reja con escenografía contemporánea, la concha del apuntador etcétera. En la parte baja figura una composición con diversos elementos alusivos al teatro de cualquier desván "de cualquier tiempo y de cualquier teatro" y un perro dormido cierra la esquina inferior izquierda.

En el centro, y a modo de friso de mármol, aparece una composición sobre el teatro griego clásico, con representaciones de la oratoria, declamación, la música y el canto, entre otras, siendo el eje principal compositivo del mural, que divide las dos temáticas. En la parte derecha, dedicada la farándula, figura una escena callejera representada con algunos elementos implícitos del espectáculo, como son una niña con leotardos de rayas haciendo juegos malabares con unas pelotas rojas, la clásica cabra subida a una escalera o un perro haciendo equilibrio sobre una gran pelota azul.

En lo alto de la escena, un músico vestido de payaso toca la trompeta con un mono sentado sobre su hombro. Una chistera y un guante blanco a su lado simbolizan la magia, tan unida a estos espectáculos. A continuación, aparece un arlequín tocando una mandolina en una escena nocturna, de ambiente romántico, donde un gato se pasea sobre una barandilla a la luz de la luna. A sus pies, un tambor, una trompeta y unos platillos. Debajo, un gallo blanco lanza al aire su canto, que simboliza el despertar de la aurora y la continuidad en la historia del teatro, la farándula y el espectáculo en la memoria del tiempo. Como su obra en la historia del arte y de Zamora.