En el derecho civil griego, romano y feudal, el patrimonio era del hombre y a su muerte pasaba en herencia a su hijo primogénito y en ausencia de este, a su hermano. La esposa y las hijas formaban parte de la herencia como una pertenencia más.

El Padre de familia romano tenía poder de vida y muerte sobre su esposa, hijas, hijos, esclavas y esclavos.

Durante miles de años, el patriarcado estableció que las mujeres no eran humanas, sino algo intermedio entre el hombre y la naturaleza. La iglesia Católica declaró que la mujer no tenía alma, de esta forma la deshumanizó.

Durante miles de años, la imposición de relaciones sexuales por la fuerza (lo que hoy conocemos por violación y abuso sexual recogido en el código penal) hizo innecesaria la existencia de la prostitución. Los hombres satisfacían sus deseos obligando a las mujeres por su condición de esclavas, cortesanas, siervas, proletarias e incluso con sus mismas esposas, aunque estuviera mal visto a nivel social por el defecto normativo, que repararon la religión y la burguesía introduciendo el llamado "débito conyugal" dentro del matrimonio, de esta forma, institucionalizaban la violación. Las castas sacerdotales fueron las que inventaron el proxenetismo cuando establecieron el rito de paso para las niñas, de ofrecer servicios sexuales a los feligreses que iban al templo como forma de alcanzar la "edad adulta". Fue la llamada prostitución sagrada, en la que las adolescentes no cobraban nada por sus servicios, y eran los sacerdotes los que se enriquecían con el tráfico sexual.

La prostitución, tal y como la conocemos ahora, surge con fuerza con la llegada de la burguesía al poder en el siglo XVIII. Los varones burgueses, al igual que los griegos, dividen a las mujeres en dos grupos: las decentes, cuya función en la vida es convertirse en esposas y madres castas, y las "viciosas", que terminaban siendo prostituidas para satisfacer los deseos reprimidos de los burgueses, la mayoría casados. Esta forma de vida ha transmitido a los hombres la idea de que las mujeres son objetos de propiedad de los varones, y estos pueden usarlas como quieran.

Estos prejuicios y creencias, alimentados por la cultura de géneros durante miles de años, son los que perviven en la mente de los varones prostituyentes, convirtiéndola en un cuerpo a su servicio.

A diferencia de la mujer, el hombre heterosexual u homosexual que practica la prostitución, mantiene intacto su estatus social de superioridad, estatus que es aún inherente en la cultura occidental al género masculino. Sus prácticas de prostitución las vive en muchos casos como un mero episodio pasajero, que no le crea la conciencia de estigma y del que no se siente que tenga que rendir cuentas a nadie. Uno ejemplo claro, es el que nos muestra Rosa Montero en su libro "La carne"

Existe la eterna pregunta: ¿Prostitución sí? ¿Prostitución no?

Pues bien, supongamos que he luchado por la regulación de la prostitución y lo he conseguido. El estado legaliza esta actividad y la convierte en una profesión más. Monto un club de alterne y contrato legalmente a varias mujeres para que ejerzan la profesión, los contratos tienen que reunir unas condiciones básicas, y es que no pueden ser indefinidos, sino temporales, o a tiempo parcial (la prostitución es como los futbolistas o las modelos, la edad deteriora el atractivo del producto y su mantenimiento perjudica el negocio) los costes laborales deberán ajustarse con el fin de que no perjudiquen el porcentaje de beneficios que hace rentable el negocio, y la facturación deberá enmascararse como "consumición de barra" para que el ticket de la registradora valga como justificante para realizar mis declaraciones de impuestos, pues no creo que los clientes voluntariamente vayan a indicar su nombre, apellidos y NIF en una factura nominal. A pesar de estas dificultades comparables con las de otros negocios, la rentabilidad es buena, la profesión es digna y prestigiosa, por lo tanto, tanteo a mis hijas acerca de sus intenciones con respecto a su futuro profesional (ya que están terminando bachiller). Entonces, junto a la medicina, derecho, económicas y otras profesiones de prestigio social, les animo que estudien para ejercer la prostitución, una profesión cuya formación es menos complicada y más corta, puesto que se da en "formación profesional" y luego pueden seguir con un máster de especialización en Ámsterdam, y así no tendrían problemas para encontrar trabajo, incluso mis hijas podrían trabajar en mi local. Por cierto, me he puesto en contacto con el orientador del instituto y me he ofrecido para ir al centro a exponer al alumnado las ventajas de esta profesión.

Que un hombre o una mujer se aprovechen del privilegio y el poder que le da disponer de dinero para comprar sexualidad, ya es un acto de violencia porque se aprovecha de una situación de necesidad económica para lograrlo. Pero, si además la mujer es prostituida por un chulo, un proxeneta o un mafioso que le obliga a ejercer ese trabajo contra su voluntad, entonces la violencia que se ejerce es infinitamente mayor.

Decirles que la sexualidad pertenece al ámbito de los derechos humanos como la libertad, la justicia, la igualdad. Valores de una ética universal que estamos construyendo con muchas dificultades para intentar salir de lo que son las relaciones de poder, de mercantilización. Los derechos ni se venden ni se compran, se construyen y se cultivan en nuestro propio comportamiento diario. Los derechos se viven, se sienten y se expresan, pero no se convierten en mercancía porque si no pierden su valor humano. La sexualidad sólo se puede expresar entre sujetos iguales, libres y fraternos en relaciones gratuitas y graciables. Nadie puede vender libertad, como nadie puede comprar igualdad.

Cuando la sexualidad no se vive como un derecho humano a ser feliz, se convierte en una mercancía y el sujeto se convierte en objeto. En algo que se vende o se compra.

En al prostitución hay un componente importantísimo, la cultura de género, el patriarcado. Las relaciones prostituidas son una clara manifestación de poder.

Las instituciones públicas son responsables, por acción u omisión, de que la prostitución sea una práctica tolerada y extendida, por ausencia de leyes y medidas que luchen contra ello al igual que se hace contra el trabajo infantil, la esclavitud, el tráfico de órganosque el contenido mayoritario de los medios de comunicación y de la cultura de ocio siga siendo sexista, homófobo y machista, y que en la enseñanza no se contemple la educación sexual y afectiva como una asignatura obligatoria, hace que la demanda crezca y con ella la oferta, tanto en la prostitución como en la trata de mujeres.

La prostitución y la trata de mujeres, niñas y niños, es un problema de amplio espectro y raíces culturales profundas que requieren un cambio de mentalidad social y personal. Una crítica profunda a las tradiciones y símbolos culturales heredados del pasado.

No soy partidaria de la prostitución aunque haya mujeres que digan que la prostitución la ejercen de forma voluntaria, de la misma forma que no soy partidaria de los malos tratos, aunque haya mujeres que viven voluntariamente con sus parejas maltratadoras.

Siempre me he hecho una pregunta, ¿por qué se juzgan a las personas que ejercen la prostitución y a la vez se requieren sus servicios, estableciendo una gran distancia entre ellas y los demás?