Hace dos siglos nacía en Valladolid uno de los principales exponentes de la literatura española. En su memoria, cada año los teatros de todo el país se llenan para sentir las emociones de Don Juan Tenorio allá por la fiesta de los Santos. La figura de José Zorrilla también tiene una traducción musical: es la de las obras contemporáneas a su vida que escribieron autores por cuyos países viajó el dramaturgo, desde Italia a México, pasando por Francia o Cuba.

En la tarde de ayer los jóvenes músicos zamoranos Natalia Zapatero y Pablo Monterrubio interpretaron esa sintonía, ese viaje por los sentidos que nos traslada a dos siglos atrás en el tiempo. "Ha sido un viaje para nosotros, porque nos hemos sumergido en este repertorio para ensayar el concierto, pero también es un viaje para el oyente", describe la pianista Natalia Zapatero. El concepto de viaje, siempre como esa búsqueda insaciable de algo, en este caso, la personalidad de Zorrilla.

El piano se acompañó anoche de un instrumento poco habitual en un dúo en los conciertos que se estilan en Zamora: el clarinete. Fue a cargo de un zamorano sin miedo a enseñar el lenguaje de la música "allá donde exista esa oportunidad". Se trata de Pablo Monterrubio, antiguo integrante de la Banda de Música de Zamora y hoy profesor en la ciudad palestina de Ramala. "Donde yo vivo hay cosas muy parecidas a esta ciudad, la personalidad de la gente no es muy distinta", explica, sobre la experiencia que inició en 2016 muy lejos de su Zamora natal.

Quizá sea la universalidad del lenguaje musical el elemento que ha permitido a Pablo Monterrubio desarrollar su faceta de docente. En las aulas se enseña "lo que nosotros llamamos música clásica, un concepto de tradición europea", precisa. "Es muy difícil que allí o en cualquier otra parte no haya llegado esa música, como también es complicado que no lo haya hecho el rock", ejemplifica.

Con las partituras de Claude Debussy, Miguel Yuste o Gioachino Rossini, Pablo y Natalia reivindicaron también una mayor conciencia sobre el papel de la cultura en la sociedad, que ha pasado de ser poco relevante a meramente anecdótico con el pesado tamiz de la crisis económica. Llamaron la atención sobre el apoyo a la música en países como Alemania o Francia, donde "hasta en los pueblos más pequeños hay festivales impresionantes".

Pero más allá de sueños que hoy parecen lejanos, los jóvenes músicos también apuestan por algo mucho más factible en una ciudad de la escala de Zamora: una "mayor implicación" de la sociedad en la vida social, para evitar que la cultura -y la música en particular- únicamente sea vigente "por gremios". Porque la música tiene eso que llamamos "universalidad", un aspecto que supera el concepto de pertenencia a una clase social determinada, la aristocracia, como a lo largo de la Historia se ha querido hacer ver. "Nunca ha existido una élite ligada a la música: los músicos somos meros mensajeros de lo que otros han compuesto", remata Natalia Zapatero.