Un empleado de banca se enfrenta a dos años de prisión por apropiarse de 61.500 euros en 2015, dinero que iba extrayendo de las cuentas corrientes de dos clientes, uno de ellos edad avanzada y la otra una ciudadana portuguesa, a los que conocía bien, ya que mantenía con ellos una relación más estrecha, lo que le permitía manipular sus dinero sin que sus titulares pudieran percatarse de ello, según la versión ofrecida por las presuntas víctimas, en la que se basa la acusación de la Fiscalía Provincial.

El trabajador, de iniciales F.A.P. y que fue despedido por la entidad para la que trabajaba en la capital, para Caja España (Ceiss), está procesado por la sustracción de 6.000 euros de la cuenta de un anciano de 87 años y de 31.500 de los ahorros de una mujer portuguesa, cuantías a las que se suma los 24.000 euros que se apropió del cajero automático de la oficina. El imputado negó inicialmente haber dispuesto del dinero en su beneficio, si bien terminó por admitir ante el juez que investigó las denuncias que había cometido el delito que se le imputaba y sobre cuya culpabilidad tendrá que decidir la Audiencia Provincial.

El Ministerio Público, que exige que se le obligue a devolver esas cuantías con sus intereses, solicita a los magistrados que, además de la pena de dos prisión, se le imponga una multa de 1.620 euros. Ninguno de los dos perjudicados ha percibido un solo euro del dinero perdido.

El abogado de la acusación solicita 6 años de cárcel por los dos delito de apropiación indebida, así como una multa de 2.160 euros y que los magistrados del Tribunal provincial acuerden la responsabilidad civil subsidiaria de Caja España (Ceiss) en caso de que el imputado no pueda afrontar el reintegro de las cantidades defraudadas a los dos cliente.

Los denunciantes descubrieron que les faltaba dinero en sus cuentas cuando acudieron de imprevisto a la entidad a realizar reintegros, sin comunicárselo antes al trabajador. El hombre, que cuando tuvo lugar el incidente tenía 85 años, soltero y que vive en una residencia de ancianos, tenía buena relación con el empleado de la entidad financiera en la que le ingresaban la pensión y con la que tenía contratados productos financieros.

El anciano acudió a la caja con su hermano y su cuñada el 3 de diciembre de 2015 para realizar laguna gestión, momento en el que comprobaron que había un reintegro de 3.000 euros, una cuantía de la que el hombre no había dispuesto. La misma operación observaron el 29 de diciembre, por la misma cantidad, 3.000 euros, ante la sorpresa del titular de la cuanta de ahorros y de su familia.

La otra denunciante, la ciudadana portuguesa, no acudía habitualmente a la oficina de la entidad, pero proyectó un viaje en agosto a su país y decidió ir para sacar dinero de su cuenta. En lugar de sus ahorros se encontró sin saldo y con dos anotaciones: una del 3 de agosto y otra del 5 agosto, una de 14.000 euros y la otra de 17.500 euros.

Los dos clientes optaron por denunciar al trabajador, quien afirman que se valió de esa relación de confianza para llevar a cabo el presunto delito, así como de la avanzada edad en el caso del anciano.

Pero aún restaba otra tropelía más. La oficina en la que trabajaba el acusado echó de menos 24.000 euros depositados en el cajero automático de la entidad. La Caja enseguida dirigió su mirada hacia el imputado, F.A.P., el que el día del incidente se encontraba al cargo del mismo.

La entidad le despidió a los pocos meses de que se enfrentara a una querella y emprendió acciones judiciales contra quien había sido uno de sus trabajadores durante años. La entidad de ahorro, que también le acusa de apropiación indebida, pide a la Audiencia que le devuelva los 24.000 euros y los intereses.

La causa está ya en su fase final, a punto de que la Audiencia Provincial celebre el juicio, fijado ya para el mes de febrero, en la última semana, ya que las acusaciones pública y particular han entregado ya los escritos de acusación.

El Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 fue el encargado de investigar cómo desapareció el dinero, que el procesado, al parecer, lo desvió para cubrir gastos personales, apremiado por un ritmo de vida superior al que podía pagar.