-Estamos en plena revolución política, con el surgimiento de partidos políticos y crisis en los clásicos, ¿comparte que el bipartidismo ha muerto?

-Los clásicos están en plena decadencia en toda Europa porque la juventud ha perdido la confianza en ellos, los ven en connivencia con los poderes fácticos, favoreciendo a los que más tienen. El PSOE está en sus mínimos históricos, se ha pasado a la izquierda para ganar adeptos entre los jóvenes y no está siendo fácil; el PP no sé cómo mantiene.

-Este resurgimiento de los movimientos fascistas en Espadas y en Europa, esta ultraderecha que retorna, ¿llegan para quedarse?

-Son extemporáneos, no prevalecerán, pero pueden hacer daño y crear mucho dolor y frustración. El Estado liberal tiene sus herramientas, la división de poderes y la libertad de prensa, todo es imperfecto pero están ahí. Trump ha dirigido un movimiento populista que me ha recordado a Hitler, con soluciones fáciles, con política de taberna, al estilo Jesús Gil, y se ha encontrado con un Estado que, con sus defectos, tiene mecanismos para frenarle, evitar que llegue la sangre al río.

-¿Por qué defender la conveniencia de estar en la UE?

-Porque juntos podemos significar algo en el mundo, solos casi nada o nada, la última palabra la tiene todavía el más fuerte, si no tenemos fuerza no somos nada. Tanto del Brexit como una posible escisión de Cataluña va contra el espíritu del tiempo, son extemporáneos, no están bien encajadas en su mundo. La sociedad camina hacia la aglomeración, si no todo será peor, el derecho internacional no tiene sancionador, nadie obliga a aceptar las decisiones de la corte internacional o de la Unesco, ¿quién le pone el cascabel al gato?

-Cataluña está en el centro del debate político, ¿el independentismo no tiene futuro?

-El estado liberal no permite que ninguna subunidad del estado pueda decidir por su cuenta si es o no independiente dentro de su constitución porque tendría que permitirla a todas sus subunidades y esto llevaría al Estado al absurdo y a su propia destrucción. Nadie hace leyes para suicidarse.

-¿Las elecciones catalanas abrirán el camino para solucionar?

-Ante la falta de reconocimiento internacional y que no hay una mayoría suficiente para imponer de hecho la independencia, ni fuerza para ello, salga lo que salga tendrá que moverse dentro del marco constitucional español y la Unión Europea porque la relación de intereses y fuerzas del entorno no facilitarán la independencia. Es absurdo porque vamos a una unificación europea que hará obsoletos los estados.

-¿Cómo será ese mapa?

-Las regiones tendrán mayor relevancia con el tiempo, pero a través de los entes jurídicos existentes, los estados nacionales, lo demás será una distorsión. Habrá una superación de esos estados nacionales, ya lo decía Ortega. Eso no quita para que haya movimientos dialécticos en contra, pero la tendencia es esa porque el estado nacional está agotado y sus posibilidades también, lo decía Ortega en 1937. Todos los países son aglomeraciones y Europa es una parte pequeña del mundo, si no nos unimos no vamos a ninguna parte.

-¿Por qué cree que la Constitución se ha convertido casi en palabra de dios en España?, ¿de dónde ese miedo a cambiarla?

-No hay nada sagrado. La Constitución ha funcionado bastante bien, hay que cambiar lo que creamos que es posible, no hacer una nueva porque para que sea aceptada tiene que tener una mayoría grande de consenso, si no cada mayoría podrán cambiarla. Eso es lo que debemos buscar, consenso.

-¿Cómo debemos articular esta plurinacionalidad existente en España?

-Debemos hacerla más federal, como en Alemania, que las comunidades autónomas intervengan en la gobernabilidad del Estado de modo más directo, con una cámara como el Senado, que contribuyesen a esa gobernabilidad. En cuanto a las subunidades de Estado con características propias, debe llegarse a un compromiso de convivencia, deberían sentirse sujetos de derechos y deberes frente al Estado para facilitar acuerdos en el sistema de financiación.

-La corrupción, ¿es irreversible en el gobernante, en la propia sociedad?, ¿es imposible conseguir una ciudadanía y una clase política honesta y entregada al gobierno en el beneficio del ciudadano?

-La dialéctica entre interés particular y bien general es inherente a la sociedad, por eso existen la ética y el derecho. Hay que crear instrumentos que hagan coincidir lo más posible ambos intereses. Si los políticos no tienen un control lo más probable es que caigan en la tentación de buscar su propio provecho. Una ley de transparencia seria y sólida, facilitando las denuncias, y ofreciendo información, será una medida de prevención decisiva de la corrupción. La Ley de España merece una mejora.