Las dos mujeres, ambas en tratamiento psicológico tras lo que describieron como una experiencia traumática, coincidieron en señalar que entraron "en shock y el miedo" las paralizó ante el comportamiento totalmente inesperado del dueño del establecimiento de tratamientos de salud en la cabina donde las dio el "Masaje de la Diosa" por separado y con varias horas de diferencia, a una a las 14.00 horas y a otra a las 21.00 horas el 6 de agosto de 2015. Alumnas de un curso Rebirthing, de crecimiento personal y retiro espiritual, indicaron que "solo quería que terminara para irme" a la habitación en el juicio celebrado en la Audiencia Provincial . Las dos llegaron desde las Islas Canarias con otras personas hasta Zamora y compartieron habitación con otra mujer, también canaria, quien contrató el masaje y les animó a hacer lo mismo porque para ella resultó agradable, de acuerdo con su testimonio.

La primera en declarar negó que el procesado, de iniciales A.A., les hubiera informado en su despacho, tras elaborarles la carta astral, "El Mapa del diseño humano", sobre qué tipo de masaje iban a recibir y que tuvieran que quedarse completamente desnudas, detalle que solo conocieron cuando acudieron a la cabina y les indicó que se quitaran la ropa interior y el biquini porque tenía que aplicarles aceite caliente. Una de ellas se queda con la braga y la otra, que lloró continuamente durante su declaración de ayer, decide quitárselas porque "soy quiromasajista y no veo nada extraño en ello, haces lo que te dice" el profesional. Las dos coincidieron en relatar que "cerró con llave la puerta", si bien se convencieron de estar a salvo porque "era el dueño" del establecimiento.

La mujer que le acusa de haberle penetrado con los dedos y el pene en la vagina relató que "me pareció raro que se quedara en ropa interior" y que la alarma saltó cuando, con los ojos cerrados y bocarriba, "noto que me pone algo en la garganta, los abro y veo que es algo parecido a un cuchillo y dice "para que todo quede sellado, cerrado, lo masculino y lo femenino, hace como cortes y después como si me los estuviera cosiera, con el arma en aire". El masajista prosigue el recorrido por el cuerpo de la clienta, "se me pega mucho y me pide que me ponga del costado derecho, sigue cadera hacia abajo, en un momento, me retira las bragas" y detecta que "esto no va por donde esperaba".

La presunta víctima cuenta que le da la vuelta, la pone boca arriba y "empieza a tocarme directamente en la zona íntima, siento que ya no hace masaje, comienza a penetrarme con los dedos y yo entro en pánico y shock". Describió que, como en una película, comienza a recordar que "la puerta está cerrada, que la zona está aislada y que me ha dicho que nadie me escuchará aunque grite. No podía reaccionar, fue un instinto de supervivencia".

La denunciante pensó "estáte quieta porque sino, a lo mejor resulta más traumático". El imputado, siempre según su versión, "se viene encima, trato de quitarle y no puedo, yo pesaba 50 kilos", mientras "me decía "eres una diosa bendecida, relájate", me penetraba con el pene" y añadía "poco a poco, milímetro a milímetro" al tiempo que "con sus piernas mantenía las mías abiertas". Contó que "el cerebro me iba a mil y pierdo la noción del tiempo". El acusado, que le había dicho que no tenía llave de la puerta, salió por la ventana y la abrió, "yo salí, me fui a mi habitación a ducharme" porque se sentía sucia. Al día siguiente, pudo contarle a otro integrante del curso.

El masaje de la otra presunta víctima, que mantuvo también "los ojos cerrados en todo momento" desde que comienza el masaje por el pie izquierdo, con presiones que describe como "un poco dolorosas", sube por la pierna en la parte interna del muslo simula cortes con el cuchillo. "Me paralizo", tumbada bocarriba, con una toalla que cubre sus genitales, el procesado le acerca el cuchillo al pecho, sigue subiendo por el cuerpo y "me estruja los senos, hace una especie de cortes "para arrancar el dolor y el mal" y después hace como si cose y, al llegar al cuello, ya hace el amago de cortar la cabeza y me tiraba del pelo". La mujer, sumida en un continuo llanto, respondía a duras penas a las preguntas de la fiscal y los abogados de acusación y defensa, que tuvieron que esperar varias veces a que se calmara para continuar con el interrogatorio, en el que recordó que de niña había sufrido un abuso sexual.

La denunciante manifestó que "no podía hablar" y que "desde el primer momento comencé a llorar, no sabía qué hacer, él veía que no estaba cómoda, lo tuvo que ver". Asegura que el masajista también la colocó de costado derecho, que notó que estaba desnudo y su erección, mientras le decía "eres la diosa y viva tu linaje guanche". Al igual que a su compañera de habitación, terminó bocarriba y "empieza el toque vaginal", mientras "estoy quieta para que no pase nada, primero me toca la zona pélvica, toca el clítoris e introduce los dedos varias veces". Cuando el acusado sale de la cabina, "no puedo ni moverme", agregó mientras rompía a llorar, y abandona la estancia cuando el vuelve y le comunica que ha terminado. Ya en su habitación, cuenta que se ducho y su compañera la encuentra desencajada y frotándose el cuerpo para limpiarse. Comentó la presunta agresión a la organización del curso y solo denunció cuando la Guardia Civil le llamó como testigo por la denuncia de la otra presunta víctima.