Llega a Zamora para hablar de un problema eterno: la pobreza. Un estado que afecta a toda la población, al tercer mundo pero también al primero, con nuevos pobres a los que la crisis les dejó fuera de juego con familias enteras al borde del umbral de la pobreza. Zamora no es la excepción y de ello es muy consciente, Andrés Aganzo, sociólogo y coordinador durante su trayectoria profesional de varios departamentos en Cáritas Española. Aganzo ha recalado en el seminario San Atilano para abordar la pobreza y su erradicación.

-Su aterrizaje en Zamora para abordar la erradicación de la pobreza coincide con el reciente estudio que revela que uno de cada tres jóvenes está en situación de pobreza. ¿Cómo hemos llegado a este punto y dónde vislumbra la solución?

-Es hora de tomar conciencia de la situación. Estamos en un país enormemente rico con suficientes recursos como para que el conjunto de la población tuviera una vida digna, de ahí que esta situación sea una completa contradicción. La pobreza severa está muy presente y se trata de una condición más dura de lo que llamamos umbral de la pobreza. En Castilla y León ese umbral está en torno al 7,5%, es decir, gente que vive con 350 euros mensuales. Un país como éste debería de tener una renta básica mínima donde ninguna persona por su condición humana tenga que deambular de una institución a otra a la deriva. Se trataría de tener la asignación económica suficiente para que las personas no tengan ni siquiera que derivarse al tercer sector, es decir, Cáritas u otras ONG de la iglesia, de modo que fueran los propios servicios sociales los que asumieran y controlaran la situación.

-¿Qué ocurre con los recursos internos de cada población?

-Ahí reside parte de la posible solución. Es una paradoja que en Zamora haya 12.000 desempleados y, al mismo tiempo, existan tantas cosas por hacer en muchas materias: desde turismo y patrimonio cultural hasta el arte, la gastronomía o los ecosistemas, pasando por la producción de alimentos que vienen desde fuera cuando estamos ante una tierra riquísima en este sentido. Lo mismo ocurre con los servicios sociales, ya que ninguna persona debería de morir sola y en silencio. Hay que reivindicar la escala local al margen de las globalizaciones, que son importantes, pero no hay que traer de fuera todo lo que puede ser adquirido y transformado aquí. Todo ese potencial que tiene Zamora hay que aprovecharlo porque está insuficientemente explotado.

-¿Y las políticas fiscales?

-En efecto, todo esto tiene que ver con una política fiscal adecuada en el sentido de la redistribución de esos ingresos. Si habláramos de España como un país pobre, no quedaría más remedio que adaptarse a la situación de pobreza, pero estamos ante un territorio que registra unos valores de crecimiento altísimos. Debería de haber más redistribución de la riqueza junto con el compromiso personal y coherente de potenciar lo local.

-¿Qué debemos de pedir a nuestros gobiernos para crear sociedades más equilibradas?

-Presionar al Gobierno y a las comunidades autónomas para que reorienten su política porque es una vergüenza ética que en este momento de esplendor económico registremos cada día situaciones de pobreza y exclusión.

-Los índices de pobreza afectan a los más débiles, los niños, que en muchos casos recibe la única comida nutritiva del día en los colegios. ¿Qué radiografía hace de la situación?

-La infancia es siempre la parte más frágil en todo el mundo y aquí no es una excepción. Tiene su sentido porque no hay más que ver a matrimonios jóvenes con tres o cuatro hijos que tienen que restringir hasta de la ropa de los niños y luego en los colegios hay las diferencias que hay, por ejemplo, en actividades extraescolares que no pueden asumir.

-La cooperación internacional está más arraigada que nunca en los últimos años a consecuencia, sobre todo, de la llegada de refugiados. ¿Cómo atajar esas barreras mentales en lo referente a la acogida?

-Hay que tomar conciencia de que el mundo es internacional y, además, está en movimiento. Ahora mismo hay miles de personas que deambulan para huir de las catástrofes, el hambre o la guerra, porque nadie abandona su tierra porque sí. La contradicción que se produce es que quienes provocan las guerras son los mismos que luego hacen acuerdos con los refugiados y no debemos de olvidar que es mejor matar el hambre que matar a los hambrientos, y a veces el negocio está en lo último. Por esta cultura europea de la que hemos presumido tanto de potenciar los valores y derechos humanos deberíamos ser la Europa de la acogida. Sin embargo, transferimos dinero para que otros países hagan un muro de contención. Hay que hacer una llamada a la responsabilidad de las instituciones. Hay mucha declaración solemne y pomposa en torno a los refugiados que luego nunca se aplica. Si orientáramos los presupuestos de la guerra a presupuestos sociales todo cambiaría porque parece que allí donde hay un recurso natural, ya sea petróleo, agua o uranio, allí hay una economía de guerra y un conflicto militar.

-¿Funciona la cooperación internacional en materia de recaudación de dinero y productos?

-Aunque parezca un mito, lo que no llega es lo que no se da. Toda ayuda es bienvenida y el número de cooperantes españoles ha aumentado en casi 900 personas. Al mismo tiempo que ha bajado la ayuda institucional, la sensibilidad de las organizaciones y de la gente joven ha aumentado porque hay personas que deciden abandonar su estado de tranquilidad geográfica.