"¡Por fin, se ha hecho justicia!, el tiempo pone a cada uno en su sitio. Estoy contentísima, eufórica". Quince años después de su denuncia y de que el juez no pudiera condenar al médico por falta de pruebas, "in dubio pro reo", esta zamorana de 52 años se da por resarcida con la suspensión de empleo y sueldo que la Junta de Castilla y León acaba de acordar para el médico de iniciales J.E.M. por masturbarse delante de una paciente en Guijuelo. Una mujer que no se verá con la impotencia de tener que demostrar que su versión es veraz, puesto que grabó con su móvil al facultativo masturbándose delante de ella mientras le recetaba. "Ojalá le retiren de su carrera profesional y le quede una mancha en su expediente". Ese sería la única satisfacción que le queda a María, que vuelve a denunciar que fue víctima de este médico.

La zamorana ha vuelto "a revivir todo. Te vuelven las imágenes nítidas, las sensaciones y la repulsión que sientes, eso no se olvida", a pesar de que han pasado quince años desde que vivió un episodio similar con este médico, cuando estaba destinado en Granja de Moreruela. Tenía 36 años, estaba casada y con dos hijos, "muchos no me creyeron. Se dijo por detrás que yo era muy lista, que solo quería sacarle dinero, fue su palabra contra la mía" porque los dos testigos, dos hombres mayores, los que la vieron salir de la consulta "desencajada, gritando y vistiéndome, no quisieron contarlo. Dijeron que no habían oído nada aunque previamente me lo reconocieron". Esta mujer (a la que llamaremos María para preservar su identidad) no ha superado el trauma, siente "desconfianza" de los médicos varones. "Desde entonces, cuando voy al médico y es un hombre, me siento incómoda, me cuesta quitarme la ropa para que me ausculte. Siempre entro con prevención, es instintivo, voy con pies de plomo. Aquello te queda grabado".

Aquello ocurrió un día que sintió taquicardias y acudió al médico. Con el tiempo supo que eran ataques de ansiedad. Cuando le tocó el turno, el médico, J.E.M., le pidió, tras las primeras preguntas, que se tumbara en la camilla, tras el biombo que había en la consulta, y se quitara la ropa de cintura para arriba. La enfermera se encontraba en otro despacho, por eso no hay testigos directos del sucesos, explica.

Cuando estaba boca arriba, el facultativo se acercó y comenzó a auscultarla con el fonendoscopio en el pecho y, en un momento dado, "vi que bajaba una de las manos, pero no le di importancia", relata. Lo que ya no le pareció normal fue sentir "en el costado", hacia la cintura, "algo caliente y duro". El tiempo corrió deprisa entre que se giró, se tiró de la camilla y observó que el médico tenía su pene en las manos, completamente erecto, recuerda con absoluto detalle María, al igual que la sensación de "asco".

"Me quedé helada, petrificada, no sé cómo no le di un tortazo. Empecé a gritar, pedí ayuda, le insulté, le llamé de todo, él trataba de que me calmara". Pero salió de la consulta disparada, mientras iba terminando de ponerse la ropa, desencajada, el resto de pacientes que esperaba "lo oyeron todo, pero después nadie había oído nada. Ya sabes que en los pueblos el médico es un dios". Por eso "no es nada fácil decir en un pueblo "me ha pasado esto con el médico", te arriesgas a que te critiquen", como le sucedió a ella. Desde el consultorio, cogió su coche y se fue en busca de su marido a Bretó de la Ribera, donde estaba trabajando las tierras. "Y él me vino persiguiendo detrás con su coche por los caminos, si era mentira, ¿por qué vino detrás de mí". Más tarde, fue a su domicilio particular para tratar de convencerla de que no lo denunciara. "Ese mismo día, se presentó en mi casa, yo estaba con mi familia y con mi exmarido, para pedirme perdón, me decía que le iba a arruinar la vida, su matrimonio y su carrera".

No le sirvió de nada. María tenía decidido denunciarle y siguió adelante, a pesar del desprestigio que sufrió por una parte del pueblo. Quince años después, volvería a hacer lo mismo, "no gané pero me siento orgullosa de lo que hice, era verdad, y estos dos casos que han salido en Salamanca y en Fuentesaúco lo confirman. Muchos se tendrán que tragar ahora sus palabras".

Su caso cayó en saco roto, la gerencia del Sacyl no tomó ninguna medida ni siquiera preventiva, mientras se tramitaba la denuncia y se celebraba el juicio en el Juzgado de Villalpando. Y J.E.M. se quedó de médico en Granja de Moreruela unos cuantos años más. María, que ahora reside en otra localidad, no volvió a cruzar la puerta del consultorio, "iba siempre a urgencias a Villarrín". Y tuvo que convivir algunos años cruzándose por la calle con el facultativo. "Miedo nunca sentí, si me lo encontraba él pasaba como si no hubiera ocurrido nada y yo con esa rabia contenida" por lo que le hizo sufrir, "llegas a pensar "qué habré hecho yo, qué gesto ha interpretado mal", pero te das cuenta de que el tío es así, que tú no tienes la culpa". "Es un alivio que la chica de Salamanca le haya pillado y denunciado. Si marcha con deshonor de su carrera, si le expulsan, se haría justicia, sobre todo para que no le vuelva a pasar a nadie" lo que a ella y a las dos mujeres de Fuentesaúco y Guijuelo les sucedió. En su caso, "se te queda grabado porque no lo puedes demostrar", aunque siente que "ahora mi verdad ha salido a la luz".