Ha sido elegido entre 2.300 trabajos presentados por estudios de diseño de todo el mundo. El zamorano Javier Garduño regresa de Barcelona, donde se ha celebrado la edición de los premios Pentawards, con una plata dentro de la categoría de vinos de lujo, gracias a su trabajo para la Bodega L'Amphore. Un galardón que le abre un poco más las puertas al mercado internacional.

-¿Qué significa este premio?

-Estos galardones son los más importantes del mundo de diseño de packaging, dentro de embalaje y etiqueta. Hay diferentes categorías como lujo, comida, bebida o belleza. Lo bueno de este certamen es que competimos en igualdad de condiciones, no como en otros concursos de diseño, donde una etiqueta de vino compite contra una colonia. Además, era el primer año que nos presentamos, por probar, ya que creíamos que teníamos un trabajo bastante bueno, y nos concedieron la plata dentro de la categoría de vinos de lujo.

-¿Qué se siente al ser uno de los afortunados la primera vez que se presenta?

-En la gala había nominados de China, Japón, Australia, Estados Unidos, Canadá, Colombia, Argentina, Rusia y gran parte de los países de Europa. La verdad es que solo estar allí en la gala con toda esa gente ya era todo un logro. Este año se celebró en Barcelona, pero el año que viene es en Nueva York así que intentaremos volver a presentarnos.

-¿Qué competencia tenían en su categoría?

-En nuestra categoría estábamos nominados con dos chinos, un portugués y otro español, que es quien finalmente se llevó el oro. La mayoría de los estudios en el certamen eran muy grandes y nosotros solo somos dos y bastante más jóvenes.

-¿Cómo definiría su proyecto ganador?

-Nuestra presentación era lo más alejado a una etiqueta normal. El trabajo era con L'Amphore, un vino zamorano de una bodega de Coreses. Es un vino que se elabora en tinajas de barro y nosotros para ello hicimos una mezcla de cera y barro de Pereruela para que se adhiriera en la botella, una cosa verdaderamente novedosa. De hecho, hablando con el resto de nominados me preguntaban sobre todo cómo habíamos conseguido pegar el barro a la botella y que quedara además tan elegante.

-¿Qué pretendía representar?

-Queríamos darle el sentido de que la botella saliera del barro, tal como sale el vino. Con muchas pruebas y con tesón lo conseguimos y el resultado es espectacular, porque te incita a tocar la botella y atrae a todo el mundo, por ser barro de verdad. Es un concepto muy redondo, aparte que es un vino de lujo y se ha sabido combinar bastante bien la tradición de hacer el vino en tinajas, como lo hacían los romanos, con conseguir un objeto de lujo

-Tras varios reconocimientos, ¿se ha vuelto el estudio experto en el packaging?

-Nos sentimos reconocidos mundialmente, es verdad, porque aparecemos en revistas y blogs de diseño de todo el mundo.

-¿Eso repercute a la hora de recibir trabajos del extranjero?

-Ahora mismo estamos traba-jando para una botella de vino de Holanda. Nos han llamado para que le hagamos un vino totalmente distinto, porque nos conocen a través de Internet. Es alucinante que desde La Hiniesta estemos hablando en inglés con gente que nos solicita trabajos. Eso te llena de orgullo. Además, gracias a los premios, por la repercusión que tienen, cada vez tenemos más clientes de fuera. Son nuestra promoción, nuestra publicidad. Cada vez nos sigue más gente. Por otra parte, es representativo que en estos premios de Barcelona, los más prestigiosos del mundo, solo estuviéramos representados siete estudios españoles.

-¿Cómo ha cambiado el cliente que se acerca al estudio a pedir un proyecto?

-Lo que buscan ahora es la diferenciación normalmente, dar un argumento de venta más. Es decir, hacer que no solo el producto sea bueno, sino que lo parezca. Ya no vale con tener un buen producto porque es casi más fácil venderlo por la imagen que por la calidad. En esta provincia todo el producto que se vende es bueno. Tanto el chorizo, como legumbres, queso, vino o cordero son de mucha calidad pero, hasta ahora, no lo sabíamos vender como otra gente. Por ejemplo, el jamón de Parma de los italianos se vende más caro que nuestro jamón ibérico, que es más rico. Ahora mismo en un lineal te puedes encontrar muchos productos de la misma calidad y mediante el packaging reflejas la diferencia. Nosotros solemos decir a los clientes que que les compren la primera vez es cosa nuestra, pero que lo hagan la segunda, ya es cosa tuya.

-¿Se arriesgan más ahora los clientes?

-A nosotros cada vez nos vienen más de ese modo y nos encanta que nos pidan diseños más rompedores y distintos. Ya no buscan la típica etiqueta con solo el nombre, aunque todo va por modas y ahora el estilo clásico también se busca.

-¿Hay una seña de identidad en el estudio de Javier Garduño?

-Depende mucho del cliente. Los hay más rompedores que otros. Nosotros lo que siempre buscamos es reflejar lo que quiere el cliente a través de nuestro diseño. Ya sea más clase, más distinción, más elegancia o si les sirve con ser correcto. En nuestro estilo nos gusta que sea una cosa muy pensada, que tenga mucho concepto, es decir, una historia detrás, no bonito sin más. En diseño se busca mucho el concepto, de hecho, nosotros tardamos mucho más en pensar que en diseñar.

-¿También se aprecia más ese trabajo previo que en el pasado?

-Sí, pero porque repercute en las ventas. Si piensas que el buen diseño es caro, imagínate el mal diseño. Un diseño caro que te ayuda a vender es mucho mejor que un mal diseño barato que solo sirve para tirar el dinero. Antes era aquellos de "no me lo hagas tan bonito que parece muy caro". Eso, afortunadamente, ya ha pasado a la historia. Incluso los productores más pequeños ya buscan esta diferencia, algo espectacular que les haga diferentes.