El pasado 1 de octubre ha marcado en el calendario una fecha histórica. El volcán ha entrado en erupción y el tren avanza imparable hacia un túnel que unos llaman independencia y otros, suicidio colectivo. Sin embargo, para todos la pregunta en el aire tras el convulso 1-O es común: "Y ahora... ¿qué?". Politólogos y sociólogos vierten estos días caudales de análisis, exámenes y disecciones sobre el devenir de la situación ante un espectro político que no ofrece grandes soluciones y una sociedad cada vez más dividida.

Para el sociólogo zamorano David Redoli el escenario actual dibuja dos lógicas enfrentadas: "Por un lado, la lógica electoral, es decir, hacer las cosas para ganar votantes por parte de todos los partidos y, por otra, la lógica de Estado, que es la que espero que triunfe, pero ya se sabe que a río revuelto... ganancia de pescadores". En ese pulso "hay que tener visiones de más altura", si bien Redoli ve la necesidad de "un acercamiento político". En este sentido, percibe "un gran error del Gobierno" en la mera aplicación de las leyes "cuando existe un problema enquistado después de tantos años". Esta percepción lleva a reflexionar sobre precedentes anteriores, ya que "la ley también decía que el divorcio, el aborto o los matrimonios entre homosexuales estaban prohibidos, sin embargo, las normas cambian porque si no las sociedades serían inmóviles".

Las imágenes difundidas de la votación del pasado domingo inspiran, cuanto menos, "pena, que yo creo que es lo que le produce a cualquier español". Además, pone el foco en una contradicción que no pasa por alto: "Si usas la violencia física legítima es para impedir la votación pero si la usas y al final no la evitas... lo que haces es regalarles a los secesionistas las imágenes que buscaban y, además, estás permitiendo que se haga esa pantomima de referéndum". Ante este caldo de cultivo, Redoli no ve más salida que "un anticipo de las elecciones nacionales y autonómicas".

"Perplejidad" es la primera reacción que sale de la boca del politólogo zamorano Manuel Mostaza. Un estado de conmoción que obedece a presenciar "situaciones que hace unos años no parecían posibles", reflexiona, consciente de la complejidad del análisis. Por un lado, reconoce que "en la batalla del relato, ver a gente disuelta por la policía cuyo único recurso es el voto genera una imagen complicada de explicar en el mundo de la inmediatez, pero hay que saber diferenciar lo racional de lo emocional". Sin embargo, no pasa por alto la denominada "violencia legítima" porque "los policías y guardias civiles no ejercían por propia iniciativa, sino por mandato judicial" dado que "no se puede desafiar al Estado y que éste responda con una sonrisa". Aunque las cifras bailan, "ni el secesionismo catalán puede obviar a esos pongamos cinco millones de catalanes que no se han querido saltar la Ley ni el Gobierno puede pasar por alto a esos pongamos dos millones que fueron a votar". A juicio del politólogo, "si esto ha demostrado algo a las élites secesionistas es que sin acuerdo con el Estado no puede haber un referéndum". La fuerza del Estado "les ha enseñado que éste no es el camino y ellos no van a conseguir lo que está buscando porque lo del pasado domingo es ilegal desde el punto de vista de las leyes españolas y catalanas".

Quien conoce muy bien y en carne propia la situación que se palpa en Cataluña es Rafael Martínez, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Barcelona. La situación del 1-O fue "el peor de los escenarios imaginables para los independentistas y el mejor para los independentistas, que querían dos fotos: o una de largas colas votando u otra de la fuerte represión policial... y obtuvieron las dos". No obstante, "en esto no gana nadie porque a lo que nos lleva a es a un escenario de sociedades muy divididas con un mundo independentista muy cohesionado y un discurso propio sin fisuras ni autocrítica, ya que a la voz disonante la purgan, y otra parte sin nadie que dirija el discurso con unas fuerzas políticas que no ofrecen salida de ningún tipo". Pese a todo, la realidad se impone y "no se puede negar que existen dos millones de personas que quieren un proceso independentista y ya se ha visto que la ley por sí sola no sirve para afrontar un problema político". La necesidad de nuevos interlocutores diferentes a los actuales sale a la luz por todos los analistas. Y es que "estamos en un auténtico callejón sin salida". El catedrático y profesor en la universidad reconoce el ambiente de tensión que se respira en las aulas pero "sin perder la tranquilidad y la normalidad relativa".